
A primera hora de la tarde, el sol apretaba de lo lindo en el centro de
Bangkok, y nosotros ya estábamos en las taquillas de
Wat Pho, el templo más antiguo de todo
Bangkok, para comenzar la vista al complejo que alberga en uno de sus edificios al buda tumbado de 46 metros de longitud y 15 de altura. Una imagen monumental cubierta de pan de oro, y con unas bonitas incrustaciones de nácar en las inmensas platas de sus pies. Aunque el complejo requiere una visita más detallada al templo central, el
Bot, uno de los más bellos de la ciudad de
Bangkok, y a la enorme colección de budas que le rodean. Recorrimos el
Wat Pho en toda su extensión a través de sus pasillos y jardines, con alguna que otra parada a la sombra de los árboles, hasta que salimos por una puerta opuesta en busca del
río Chao Phraya, y de uno de los templos que más curiosidad me levantaba, el
Wat Arun. De camino al embarcadero de
Tha Tien, ya pudimos comprobar el bullicio de algún mercado local, y también el penetrante olor de los pescados y calamares secos, y en ocasiones el hedor de las aguas estancadas, y que acompaña al visitante en algunas calles y zonas de
Bangkok.