martes, 21 de julio de 2015

Kuala Lumpur; el milagro económico de Malasia


Comenzamos el día madrugando un poco. Habíamos arribado a Port Klang, el enorme puerto comercial que sirve de puerta de entrada para toda clase de productos a Kuala Lumpur, y por extensión a toda Malasia. Aunque la distancia existente entre el puerto y el centro de Kuala Lumpur no es excesiva, el gran volumen de circulación que soporta la autovía que los une hace que los desplazamientos se puedan alarga hasta una hora y media hasta alcanzar el centro. La primera impresión que nos transmitió esta gran urbe es el altísimo grado de desarrollo que está alcanzando, siendo habitual ver montones de grúas de construcción y algún que otro rascacielos levantándose sobre el horizonte de la capital de Malasia. Se ve cierto poderío económico que se hace palpable en el sistema de transporte de la ciudad, como los trenes, el metro o el monorraíl, pero sobre todo en su centro financiero donde las Torres Petronas son el foco de atención que atrae irremediablemente  a todo turista que vista Kuala Lumpur



Tras bajarnos del bus que nos llevó hasta el centro, compramos los billetes del monorraíl para trasladarnos hasta los alrededores del centro financiero de Kuala Lumpur. Esta zona es el lugar donde se concentran turistas, grandes y lujosos hoteles, centros comerciales, restaurantes y sedes de grandes empresas alojadas en  modernos edificios de rascacielos que conforman un bonito skyline. Pero, a la vez que se ve un gran poderío en lustrosos edificios y cuidados jardines, a veces resulta difícil transitar por sus estrechas aceras, muchas en un lamentable mal estado. En este sentido se ve una ciudad en permanente construcción y con grandes carencias. Pero todo queda olvidado cuando vislumbras por primera vez, asomando entre las arboledas, las dos Torres Petronas.  Es posible subir al puente que une las dos torres a poco más de 150 metros de altura para disfrutar de las vistas, pero pienso que es bastante mejor disfrutar de las panorámicas que ofrece la KL Tower. Y es mejor por dos motivos: uno que el mirador está a más de 400 metros de altura y el segundo porque desde la Torre KL puedes disfrutar de la contemplación, precisamente, de las propias Torres Petronas y de casi de toda la ciudad.  






Kuala Lumpur es una ciudad que presume de amplios y numerosos espacios verdes.

A los pies de las Torres Petronas se levanta un moderno y lujoso centro comercial de varias plantas de altura. En él se puede encontrar cualquier comercio y marca internacional que uno pueda imaginar al estilo de cualquier país occidental, pero con el toque exótico que se pone en las decoraciones de estos centros en Asia. Nada que por otro lado pueda interesarnos, salvo por atravesar de la fachada principal de las torres a la fachada trasera,y de paso refrescarnos con el aire acondicionado funcionando a pleno rendimiento. La única tregua en el caluroso y bochornoso clima de Kuala Lumpur.










Decimos continuar la visita a Kuala Lumpur trasladándonos en el monorraíl hasta la estación más cercana al barrio de chinatown. En ese punto ya habíamos tomado la decisión de no ir a ver las Batu Caves, unas grandes cavidades que albergan unos templos a las afueras de la ciudad. Y es que después de leer acerca de ellas en internet y de que unos amigos nos dijeran que su visita no merecía demasiado la pena, decidimos  no invertir tanto tiempo en desplazarnos hasta ellas y dejarlo para otra ocasión. Y como comentaba nos dirigimos a chinatown, uno de los mayores barrios chinos del mundo y lugar imprescindible para conocer el pulso de esta cosmopolita  ciudad. Al ir en el primer vagón del monorraíl el viaje se hizo entretenido observando el manejo del maquinista y las vistas de la ciudad que ofrece este punto elevado de la vía.


La moderna Kuala Lumpur también posee una cara más tradicional, y esta cara está sobre todo representada en el bullicioso barrio chino. La calle Petaling Street es la  calle comercial por excelencia del barrio chino en Kuala Lumpur. Una larga calle donde los comercios con toda clase de mercancía se alinean ocupando cualquier local, hueco o resquicio de espacio disponible. En ella se pueden adquirir, previo largos regateos, desde camisetas serigrafiadas con toda clase de motivos que se te pueda ocurrir, a todo tipo de artilugios electrónicos, joyas y comidas preparadas para todos los gustos. Generalmente toda  esta larga calle suele estar repleta de gente y se mezclan los turistas con los locales casi a partes iguales, aunque los vendedores no suelen ser demasiado insistentes si no te ven un interés claro. Por sentado las falsificaciones de ropa o relojes están a la orden del día.


Junto al barrio chino se pueden encontrar edificaciones con cierto encanto, pero sobre todo el gran Central Market. El Mercado Central de Kuala Lumpur se ha reconvertido en un espacio donde decenas de tiendas ofrecen al visitante artesanías locales y otras procedentes de otras regiones de Malasia, destacando las fabulosas tallas de madera. Pero también había souvenirs y tiendas de ropa, y en la planta superior un buen número de restaurantes donde saborear la cocina malaya y china.


En la parte antigua de la ciudad es bien visible la mezcla de culturas, principalmente la malaya, la china y la hindú. En una ciudad como Kuala Lumpur, un crisol de culturas donde predomina la religión musulmana seguida de la budista, pero también con población cristiana e hindú, resulta muy fácil sentirse cómodo y a gusto. Todas las comunidades han ofrecido algo de su cultura para formar una ciudad que nos ha parecido más interesante de lo que en un principio habíamos previsto. Es verdad que no posee grandes monumentos, grandes atractivos que si ofrecen otras grandes urbes asiáticas, pero no significa que no tenga su encanto. Nos dio la sensación que Kuala Lumpur no te impacta o te deslumbra al momento, se va descubriendo muy poco a poco, y se va dejando querer también poco a poco. En este gran rótulo está la KL City Gallery y la oficina de información turística.


Las "jaurías" de motos son una constante en casi todas las ciudades del sudeste asiático.

Otro punto de atracción de Kuala Lumpur es la zona colonial. El punto de inicio es la Plaza Merdeka, presidida por el magnífico edificio del Sultán Abdul Samad y por un gigantesco mástil que es de los más altos del mundo, y con una no menos gigantesca bandera de Malasia ondeando-cuando el viento consigue vencer su peso- en su parte más alta. Y es que en este punto ondeó por última vez la bandera británica antes de ser arriada para más tarde izar la bandera de Malasia y comenzar su andadura como país independiente. La gran campa que ocupa la parte central de la plaza es el antiguo campo de cricket y el Royal Selangor Club, así como otras edificaciones que albergan oficinas del gobierno y algunos museos, y sirve para las conmemoraciones patrióticas. 


El edificio del Sultán Abdul Samad

Museo Nacional Textil




La mezquita de Jamek es de las más llamativas de la ciudad y está ricamente ornamentada por lo que resulta muy vistosa. Al estar en la confluencia de los ríos Gombak y Kelang en pleno centro colonial de Kuala Lumpur posee un transito considerable de fieles que entrar a rezar. Aquí el cumplimiento de las normas de una vestimenta decorosa tanto para hombres como para mujeres es absolutamente escrupuloso.


En los alrededores abundan los puestos de frutas y hortalizas, y cómo no, la comida callejera presente en toda Asia y que otorga a las ciudades ese ambiente y animación que tanto  nos enloquece cada vez que tenemos la oportunidad de vivirlo. No en vano esa es la esencia de Asia y sus gentes.




Tras recorrer los aledaños de la zona colonial, y callejear por chinatown, no nos quedó más remedio que ir encaminándonos hasta el monorail y de ahí al autobús para regresar a Port Klang. Pero antes de abandonar la ciudad regresamos a una pequeña galería de cuadros que habíamos visitado con anterioridad y compramos un maravilloso óleo representando unos monjes budistas, y que hoy luce colgado en una de las paredes de nuestro salón de casa. Después, y tras algo más de una hora, nos encontramos en el enorme edificio de la terminal de cruceros del puerto y abordando de nuevo al Volendam. Mientras esperábamos la hora de zarpar aprovechamos para disfrutar de los últimos rayos de sol del día. Unas bebidas bien frías y  gozar de las vistas y de una buena conversación en cubierta fue el colofón a un intenso día . Y además, en aquel momento, no teníamos ni idea  que volveríamos de nuevo a Kuala Lumpur en poco menos de siete meses. Resulta sorprendente, aprovecharemos que nos vamos a alojar en pleno chinatown para bucear más en esta gran urbe asiática en el mes de septiembre. 




Los colores del ocaso siempre son más especiales en Asia.



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