lunes, 17 de enero de 2011

Budapest; Del bullicio de Pest al sosiego de Buda



Este día nos levantamos temprano, dispuestos a “devorar” la ciudad. Pero claro, para eso íbamos a necesitar reponer fuerzas con un buen desayuno. Como ya dije anteriormente, el hotel New York nos ofreció un estupendo y completo desayuno en los días que permanecimos alojados en él. Casi cualquier cosa que te pudiera apetecer estaba disponible; toda clase de embutidos húngaros, patés, zumos naturales, productos de plancha, tortillas preparadas en vivo y al instante, salmón ahumado o marinado, excelente bollerías y tartas, pudín, guisos de judías, huevos al gusto, lomos de pescado blanco, etc..todo servido en un entorno encantador. Mientras desayunábamos decidimos que íbamos a obviar algunas visitas necesarias en esta maravillosa ciudad, como algunos de los importantes museos que posee o el Parque Memento, ubicado en las afueras, es un museo al aire libre que reúne más de cuarenta estatuas de la propaganda soviética que originalmente estaban emplazadas en lugares públicos de Budapest. Algo difícil de ver, ya que en la mayoría de los países de la órbita de la antigua URSS, han destruido cualquier símbolo de propaganda roja. Por supuesto, la visita obligada a los baños termales como los Baños Gellért o los enormes Baños de Széchenyi, que por algo Budapest es la ciudad de los baños termales. Estas y otras cosas las dejamos como deberes para la próxima visita a la ciudad.


Salimos del hotel y en un corto paseo llegamos a la Avenida Andrassy. Esta avenida, Patrimonio de la Humanidad, es un largo vial que va desde la Basílica de San Esteban hasta la espectacular Plaza de los Héroes, con la columna central del monumento al Milenario, de 36 metros de altura y visible desde casi toda la avenida, y rematada con los edificios del Museo de las Bellas Artes y la Galería de Arte. Pero eso es sólo uno de los aperitivos que nos ofreció nuestro recorrido por Andrassy. En él pudimos deleitarnos con el conjunto arquitectónico homogéneo de sus edificios, muchos de estilo ecléctico, y cómo no, de la maravillosa Opera de Budapest, un edificio neorrenacentista con unos magníficos interiores y una elegante escalera principal. En la tienda de la Opera nos compramos un pequeño violín-imán de recuerdo para colocarle en la nevera de nuestra casa junto a los demás imanes de otros viajes. Pero al margen de la avenida, diseñada a semejanza de los bulevares franceses, este recorrido posee otra particularidad que no nos pasó desapercibida. El primer metro del continente europeo con más de 125 años de antigüedad y cuyas estaciones las detectamos por las barandillas de hierro forjado que asoman en la superficie de la avenida. Y en un largo y pausado paseo, pasando de nuevo por la Basílica de San Esteban, llegamos al Puente de las Cadenas que cruzamos en busca de la otra orilla del Danubio y del Barrio del Castillo.



Subimos a la colina en el histórico funicular, muy bonito y pintoresco, y lleno de detalles en madera, que nos dejó justo al lado del Palacio Real ¡Qué puedo decir de él! Simplemente espectacular, grandioso, monumental. Hoy en día alberga el Museo de Historia de Budapest y la Biblioteca Nacional y todavía posee espacio en sus alas para la Galería Nacional de Hungría. Pero aún reservaba otra sorpresa para nosotros. Desde las barandillas de piedra y el mirador, nos ofreció inolvidables estampas de postal y una de las vistas que cualquier visitante se llevará grabada en su retina. De verdad que aquí me volví medio loco y estuve a punto de quemar el disparador de la cámara de fotos, no podía parar, quería inmortalizarlo todo. Pero no me preocupó demasiado ya que todos los turistas y visitantes estaban en el mismo estado de excitación e incredulidad ante tal estampa. El Río Danubio serpenteando por la ciudad, atravesando delicadamente el Puente de las Cadenas , acariciando el Parlamento de Hungría para finalizar abrazando la Isla Margarita, y todo bajo la omnipresente mirada del propio Palacio, de la Iglesia Matías y el Bastión de los Pescadores. Esa era la imagen que deseábamos ver de Budapest, la que tantas veces nos había relatado mi tío Eduardo, un incansable y atípico viajero con el que siempre hemos coincidido en sus percepciones de las ciudades y de los paisajes.



Muy cerca, y después de recorrer perezosamente el tranquilo y encantador Barrio del Castillo, llegamos a  través de mercadillos, tiendas de recuerdos y galerías de arte hasta la Plaza de la Santísima Trinidad, abarrotada de gente y donde se alza la Iglesia Matías, con 700 años de antigüedad es uno de los edificios más singulares de Budapest. Tiene una enorme torre gótica y un vistoso y característico tejado de colorines, y aunque estaba parcialmente andamiada, la verdad es que nos gusto mucho. Sobre todo el contraste de lo viejo y lo nuevo que forma con el Bastión de los Pescadores, una construcción relativamente moderna (finales del S. XIX), de estilo neorrománico y difícil de describir, pero que con sus piedras blancas nos entusiasmó. En el interior de una de sus murallas había un café con música en vivo y con unas estupendas vistas de Budapest. Nos pareció un lugar perfecto para relajarnos y descansar nuestras piernas de tanto trote, y así tomar fuerzas para el siguiente asalto a la ciudad junto a unos enormes y helados cafés, muy apropiados en ese caluroso día de verano.




Más tarde fuimos bajando por las pronunciadas pendientes de las callejuelas adyacentes al Barrio del Castillo, hasta llegar al Puente Margit, un puente compartido para la circulación de los coches y el tranvía, y que da acceso en su parte central a la Isla Margarita. La verdad es que pensábamos tomar el tranvía para que nos acercara hasta la Isla, pero decidimos ir paseando para poder ver un poco la vida y los barrios de la gente de Budapest. Eso si, a costa de sudar bien la camiseta y de pegarnos una gran caminata, pero creo que mereció la pena. A mitad del puente accedimos a la isla, que a parte de la afluencia habitual de paseantes y gente haciendo deporte, estaba a rebosar debido a que en esos días se celebraban los campeonatos de Europa de natación en sus instalaciones. La enorme Isla Margarita es el parque más bello de todo Budapest, a resguardo de los ruidos de la capital, en la que la instalación más curiosa es la fuente de música. La música clásica que suena por los altavoces del parque es “bailada” por decenas de chorros de agua de la fuente, y suele congregar alrededor de ella un gran gentío para contemplar el espectáculo. También hay edificaciones en la isla como la Torre de Agua y un par de hoteles de lujo, por supuesto con sus respectivos balnearios. Al fin y al cabo esto es Budapest. Desandamos nuestros pasos, y cruzamos de nuevo a Buda y en unos pocos minutos nos encontramos delante del grandioso Parlamento de Hungría.


El Parlamento es el mayor edificio del país. Construido en estilo neogótico nos resultó impactante. A parte de la inmensidad de tamaño es verdaderamente precioso, lleno de agujas y con una cúpula grandiosa. Lo estuvimos recorriendo por todos los lados y la lástima es que llegamos avanzada la tarde y ya no era posible su visita por dentro. Para los ciudadanos de la Unión Europea el acceso al interior es gratuito presentando un documento de identidad. La fachada opuesta a la del río da a una preciosa plaza con el espectacular edificio del Museo Etnográfico y es donde tomamos el tranvía que nos acercaría a nuestro hotel. Había sido un día muy completo, pero el calor nos había pasado factura y necesitábamos una buena ducha, descansar un poco y ponernos bien guapos para cenar y asaltar la noche de Budapest. No lo habíamos ganado.



Cuando ya estuvimos descansados y lo suficientemente guapos, salimos del hotel en dirección a una zona de marcha cercana. En cuestión de minutos ya estábamos en la Avenida Andrassy con la calle Liszt Ferenc, una calle peatonal y ajardinada repleta de terrazas de restaurantes y bares, y que a esa hora estaba llena de animación. Estuvimos dando un pequeño paseo mientras curioseábamos las cartas de los innumerables restaurantes, hasta que encontramos uno de nuestro gusto y con una agradable terraza, el Bohémia. Para nuestra sorpresa nos encontramos con que tenían la carta del menú en español, aunque eso si, con una traducción cuanto menos peculiar. Como plato principal, y casi único porque generalmente las raciones en los restaurantes de Budapest suelen ser muy generosas, elegí un magret de pato sobre un risotto de guisantes, buenísimo y la carne en su punto justo, y Ceci se decantó por algo que la llamó la atención en la carta en español, un chuletón empanado, ya que se preguntaba como podrían hacerlo y presentarlo. Yo tenía mis ciertas dudas acerca de esa traducción, pero claro, como tampoco tengo ni idea de húngaro, pensé para mis adentros: "a ver que la sirven a esta mujer". Su curiosidad se tornó en una risa incontrolable cuando vimos llegar al amable camarero con una enorme tabla que contenía un descomunal filete que la abarcaba en su totalidad. Parecía que el filete se estaba comiendo la ensalada y las patatas. La dije: “Ceci…más que comerlo vas a tener que domarlo”. Eso si, fue el centro de atención de todos los paseantes que pululaban por la calle junto a las mesas. No había uno solo que no mirase y emitiese algún comentario a sus acompañantes. Ese fue el inicio del “idilio” que tuvo Ceci con los “Wiener Schnitzel” tanto aquí como en Austria, los pidió de todas las formas habidas y por haber. Pero bueno, al final casi se lo comió enterito ayudada con un muy buen vino húngaro, un Sopron del 2007.



Después de cenar y de una larga sobremesa, tomamos algo por los alrededores, y ya algo tarde nos encaminábamos de nuevo hacia el hotel. Teníamos que hacer la digestión de aquella copiosa cena. Cuando llegamos el Café New York ya se encontraba cerrado, aunque los huéspedes del hotel podíamos entrar con total libertad en él. Le recorrimos por última vez y ya nos subimos a la habitación, había que descansar. Al día siguiente nos esperaba nuestro próximo destino, Viena.


Museo Etnográfico de Budapest


Imagen del Monte Gerardo, donde se encuentra  los populares baños Gellért,
 con la Ciudadela y el Puente colgante Isabel


La iglesia más bonita y famosa de Budapest, la Iglesia Matías


Calles del tranquilo y encantador Barrio del Castillo


La peculiar construcción del Bastión de los Pescadores. Su función es meramente decorativa.


Las vistas que disfrutábamos desde nuestra mesa del Bastión de los Pescadores. Bonitas..¿verdad?


1 comentarios :

Parece un lugar de sueños!! Me hace acordar mucho a los hoteles tematicos que vi cuando estuve unos dias en el caesars palace las vegas hotel!!! Hermosos!!

Publicar un comentario