La principal razón por la que elegimos este crucero en el Msc Lírica fue por lo poco habitual y originalidad de los puertos de escala, lo que nos permitió vivir un crucero más descansado y relajado. La excepción fue Civitavecchia, una escala que requiere de un largo desplazamiento hasta llegar a Roma. Algo que por otra parte no nos importó, ya que nosotros la conocemos como la palma de nuestra mano, y además siempre es un placer volver a perderse por las calles de la Ciudad Eterna de una forma pausada. Por ese motivo, y porque Roma se merece una entrada única, no me extenderé demasiado.
En realidad ,Civitavecchia no tiene grandes atractivos que puedan arrancar algún visitante de las garras romanas de la Ciudad Eterna. Es una ciudad con algo de estructura turística y que sobre todo es el puerto por donde entran las mercancías y el turismo crucerístico que van al Lazio y a Roma en particular. Y con un par de pequeñas localidades con un poco de interés en los alrededores a las que se puede acceder mediante el autobús, la práctica totalidad del pasaje se desplaza a Roma de una u otra forma.
Desembarcamos sin demasiada prisa y una vez montados en el tren nos apeamos en la estación de San Pietro. Objetivo volver a visitar el interior de la Basílica de San Pedro, ya que habían pasado ocho años desde la última vez que lo hicimos, y nos apetecía mucho deambular entre sus columnas de nuevo. Pero la sorpresa fue que en la maravillosa Plaza de San Pedro se estaba celebrando una misa multitudinaria presidida por el Papa Benedicto XVI, y a parte del gentío que se encontraba allí reunido, al interior de la Basílica no se podía acceder hasta acabada la ceremonia. Decidimos entonces que sería mejor dejar para otra ocasión la visita interior y nos encaminamos al centro histórico de Roma. Hemos tenido la fortuna de estar en la Ciudad Eterna en cinco ocasiones (en una de ellas permanecimos ocho días), y nos sigue cautivando como el primer día. Y es que ¿quién se puede aburrir de recorrer las enrevesadas calles aledañas al Panteón, o respirar el ambiente histórico del foro romano, deleitarse con la visión de esa enorme tarta nupcial que parece simular el Vittoriano o mezclarse con los colores y olores del Campo di Fiori. Y este último destino es lo que elegimos en primer lugar y donde saborear un buen café macchiato en una terraza y disfrutar de este mercado, en donde desgraciadamente los puestos de camisetas y souvenir van ganando terreno a los de frutas, verduras y otros productos típicos. Aunque supongo que es algo inevitable en una ciudad que recibe millones de visitantes al cabo del año.
Una vez que terminamos de disfrutar nuestro café dimos un pequeño rodeo por el río Tíber y la isla Tiberina para llegar hasta la Plaza Venecia pasando antes por el teatro Marcelo. Después de callejear por la zona centro decidimos que era la hora de comer alguna cosa, y así lo hicimos en un coqueto restaurante cercano a la plaza de la Minerva y del Panteón, donde dimos buena cuenta de unas riquísimas pizzas romanas. La sobremesa se fue alargando y empezaba a echarse encima la hora, así que fuimos yendo hasta la parada de autobús del Foro Argentino, no sin antes hacer una visita a la encantadora tienda de Bartolucci. La primera vez que vimos esta peculiar tienda fue hace unos años en Florencia, y desde entonces no nos puede faltar una visita si nos encontramos por los alrededores, como fue el caso en esta de Roma. Con toda clase de objetos de madera de pino hechos a mano, es el paraíso de los niños, y los no tan niños ¿Verdad Ceci?
Tomamos un abarrotado autobús (para no variar en Roma) y el tren en Términi que nos llevaría de nuevo hasta Civitavecchia para embarcar en el Lírica. En el tren conocimos a un matrimonio de Taiwán pasajeros del Ruby Princess y con ellos mantuvimos una larga conversación acerca de nuestros lugares natales, de los sitios que ambos habíamos visitado en los viajes, de temas culinarios y de lo que podían esperar y encontrarse en España en general, y en Cantabria en particular. Para ellos era la primera vez que íban a estar en nuestro país, con una estancia postcrucero de tres días en Barcelona. Y no es ésta la única vez que en el largo camino hacia Civitavecchia conversamos con pasajeros de otros cruceros. La última vez fué con una agradable y amena conversación con unos residentes en Miami que nos hizo más corto que nunca este largo trayecto.
Y cuando ya estuvimos a bordo del Lírica, fue en ese momento cuando se dio el instante más surrealista que puede que hayamos vivido en un viaje de crucero. Quizás porque acostumbramos a hacer la mayoría de los cruceros en octubre o noviembre, nunca habíamos coincidido con tantos barcos en un mismo puerto. En ese momento se encontraban atracados en el puerto de Civitavecchia ocho cruceros, y parecía que todos pretendían salir a la vez. La tripulación de puente del Lírica se encontraba ya en un estado avanzado de ansiedad por el retraso acumulado en la hora de zarpar, y nosotros nos entreteníamos en cubierta observando el espectacular despliegue de decenas de miles de toneladas de acero y cristal flotando en la dársena del puerto. En un principio achacamos el considerable retraso a que quizás faltara alguna excursión del barco por llegar, pero pronto comprendimos a que se debía. Y la razón fue tan sencilla como banal, cual atasco en la M30 madrileña. Los diferentes cruceros fueron zarpando e iban abandonando el puerto en una interminable fila de a uno. Primero el Voyager of the Seas y en segunda posición el Thomson Destiny seguido de cerca, en tercer lugar por el Aurora de P&O. A la zaga y en cuarto lugar el Costa Deliziosa, e inmediatamente después, nosotros, el Msc Lírica. Ya por fin en sexto, séptimo y octavo lugar el Grand Holiday, Ruby Princess y Norwegian Jade. Parece que he dado la clasificación de una competición deportiva, pero no, se trata de la pura realidad de cómo están de saturados algunos destinos mediterráneos. La escena nos pareció divertida, y pasamos un buen rato riéndonos y comentándolo. Inmortalicé el momento con algunas fotografías y vídeo, pero me tendréis que disculpar ya que no estaba bien posicionado para sacar la “foto finish” . Pero vamos, como dije anteriormente, cuando menos surrealista. Al menos la estampa nos dio la oportunidad de disfrutar de un precioso y rojizo atardecer.
El Aurora zarpando de Civitavecchia
El Costa Deliziosa iniciando la maniobra de desatraque
El Ruby Princess y el Norwegian Jade delante
Al fondo, el Thomson Destiny a la izquierda y el Voyager of the Seas a la derecha, seguidos de cerca por el Aurora. Y en primer plano el Costa Deliziosa virando a estribor para cortarnos el paso. Por detrás nuestro avanzaban el Grand Holiday, el Ruby Princess y el Norwegian Jade. La flotilla ya se había puesto en marcha dispuesta a invadir el próximo destino del Mediterráneo. Cuanto menos es una fotografía de lo más curiosa.
Los rojizos atardeceres
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