Tras dejar atrás la regiones italianas del Piamonte y la Lombardía en las que gastamos los primeros días de viaje, un vuelo de Ryanair nos trasladaba hasta la bella ciudad polaca de Cracovia. Esta ciudad sería el punto de partida del comienzo de nuestro "road trip" a través de las carreteras polacas visitando algunas de las ciudades y regiones más interesantes de Polonia. Pero primero tocaba explorar la ciudad a la que Juan Pablo II estuvo tan unido durante toda su vida. La visita a Cracovia casi siempre comenzará por la maravillosa Plaza del Mercado, y seguramente después se opte por desfilar por la larga calle Grodzka que desemboca en la colina de Wawel lugar donde está emplazado el castillo del mismo nombre y la catedral gótica. Y eso mismo hicimos nosotros para no complicarnos en ese primer día, con la salvedad de perdernos por algunos pasajes y callejones del centro de Cracovia.
La calle Grodzka está repleta de vida, de puestos de venta y animadas terrazas. En los meses del estío puede incluso ser difícil caminar por sus aceras entre los ríos de turistas y locales que "asaltan" las heladerías a su paso y llenan las terrazas para refrescarse con las sabrosas cervezas polacas. La belleza de los edificios que pueblan la calle no admite discusión, siendo la Iglesia de San Pedro y San Pablo y el Monasterio Franciscano con sus dos esbeltas torres dos ejemplos de ello.
Y llegamos al Castillo de Wawel, una impresionante fortaleza de estilo renacentista que sirvió de residencia oficial de los reyes polacos hasta que la capital de Polonia se trasladó a la ciudad de Varsovia, capital actual del país. Los inicios de la construcción de esta maravilla arquitectónica de Cracovia se va a casi mil años de antigüedad.
Esta fotografía tomada desde las alturas sirve muy bien para hacerse una idea del emplazamiento ideal de la fortaleza dominando las aguas del río Vístula. También desde la perspectiva en alto se puede apreciar los enormes tejados rojos y los tirantes y cimientos en piedra que sostienen el peso de las edificaciones de esta fortaleza renacentista.
En el recinto interior de la fortaleza, y sobresaliendo sobre cualquier otro edificio, se alza majestuosa la Catedral de San Wesceslao. En su interior, que no se permitía fotografiar en el momento de nuestra visita, se encuentran enterrados los reyes de Cracovia y era el lugar habitual de los actos de coronación de los monarcas. Esta fortificación de estilo renacentista tiene más de 900 años de antigüedad y como ya comenté anteriormente domina desde la altura al río Vístula, detalle muy importante a la hora de buscar el emplazamiento ideal de un castillo o fortaleza defensiva.
La explanada de acceso a la fortaleza ofrece unas buenas vistas de la Catedral de San Wesceslao y unos cuidados jardines donde apostarse para contemplar pausadamente la arquitectura circundante a la sombra de algunos de sus frondosos árboles. Algo que se agradece en verano cuando el sol aprieta con ganas en el interior de Polonia. Aunque pueda parecer extraño por su situación septentrional dentro del continente europeo, en ocasiones las temperaturas pueden ser bastante elevadas. Tras dejar atrás la catedral se llega a un amplio patio rodeado de edificaciones bellamente decoradas con columnatas espectaculares que servían de estancias reales, dormitorios, las salas del Tesoro y salones del Senado y de Estado. Una escultura de Juan Pablo II con flores en su pedestal adorna el acceso al patio.
Después de abandonar el Castillo de Wawel nos dirigimos al Barrio Judío de Cracovia. Habíamos leído que en sus tranquilas plazas con numerosos restaurantes era posible comer muy bien a precio razonable. Y de hecho así fue, con dos preparaciones diferentes de pato asado, una acompañada de frutas y salsa y la otra con cuscus y una salsa intensa de frutos rojos.
Una vez repusimos fuerzas nos dimos un paseo por las callejuelas del Barrio Kazimierz, lo que viene siendo el Barrio Judío, hasta llegar a la Vieja Sinagoga, un edificio con más de 500 años sobre sus cimientos y que fue destruida por los nazis y posteriormente reconstruida de nuevo. Muchas de las obras de arte que albergaba en su interior fueron robadas o destruidas y a día de hoy aún no se han encontrado. Sus interiores que funcionan como museo expone objetos de culto religioso y escritos varios.
Paseando por las calles del Barrio Judío, algunas adoquinadas, entre sus edificios de ladrillo, admirando algunos murales pintados en sus fachadas, tratábamos de imaginarnos el ajetreo que aquí se desarrollaba en la primera parte del siglo XX. Una parte muy animada de la ciudad de Cracovia donde la numerosa comunidad judía desarrollaba su actividad comercial. Tras la invasión de Polonia por parte de Hitler la mayoría de los judíos fueron deportados al campo de concentración de Auschwitz o bien trasladados al sur de la ciudad donde hoy permanece la fábrica de Schindler y donde fue rodada la película de la Lista de Schindler. Hoy está el museo Oskar Schindler.
La tarde fue avanzando y con ella también nosotros avanzamos de nuevo hasta los alrededores de la maravillosa Plaza del Mercado. Tras un largo día de andanzas las numerosas terrazas de la plaza son el lugar ideal para el descanso del guerrero, siempre delante de una refrescante Zywiec, la cerveza más popular de Polonia. Además no hay mejor lugar donde tomar el pulso a la ciudad, observar el devenir de los coches de caballos y disfrutar del tañido de las campanas de la Basílica de Santa María.
Junto la magnífica Basílica de Santa María, el edificio más representativo de la Plaza del Mercado sin duda es la Lonja de los Paños. Este mercado es un gran edificio de estilo renacentista donde antaño los comerciantes vendían e intercambiaban mercancías, telas, especias, sal y otras materias. Hoy alberga en su interior puestos artesanales en su gran mayoría, para regocijo de los numerosos turistas, mientras que la primera planta la ocupa un museo de pintura con obras de artistas polacos en su mayoría. Junto al edificio del Mercado de los Paños se alza la Torre del Antiguo Ayuntamiento de Cracovia. Esta torre gótica es lo único que queda del antiguo edificio del ayuntamiento y es posible, previo pago, visitar su parte más alta para disfrutar de las vistas panorámicas de la plaza.
En las calurosas tardes de verano los bomberos de la ciudad montan unas mangueras con aspersores junto a la Lonja de los Paños para disfrute de los niños, y de los no tan niños, y que desmontan al caer la tarde.
La Basílica de Santa María es un precioso edificio gótico construido en ladrillo rojo y uno de los monumentos más representativos de Cracovia. Al igual que ocurre en la Torre del Reloj de Praga -pincha aquí si quieres conocer nuestra visita a Praga- ,desde la torre más alta de la Basílica de Santa María un trompetista toca una melodía cada hora. Existe una leyenda entre la gente de Cracovia que explica la diferencia de altura y apariencia entre las dos torres de la basílica. Al parecer dos hermanos fueron los responsables de la construcción, cada uno de ellos se encargaba de una de las torres, y al acabar uno de los hermanos celoso porque su torre era más baja mató a su hermano. Más tarde arrepentido se suicidó arrojándose al vacío desde la torre más alta. Los interiores de la basílica son espectaculares y desde luego no se puede decir que los arquitectos fueran tacaños en ornamentación y dorados.
Y tras tantas visitas a monumentos y tanta actividad llegó el momento del día para pararnos, descansar y digerir y asimilar todas las cosas que habíamos contemplado y aprendido. Como casi siempre esta tarea se hace mejor delante de una buena mesa y unas frías cervezas. Y para ello la Plaza del Mercado ofrece una amplia variedad de restaurantes donde, a parte de saborear de la rica gastronomía polaca, disfrutamos de unas preciosas vistas de los monumentos iluminados en la noche de Cracovia.
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