martes, 20 de febrero de 2018

Marrakech (2); el zoco, el Museo de Marrakech y ......................... los Jardines Majorelle.


Otro día en Marrakech que comenzamos con un completo y sabroso desayuno en nuestro riad en La Medina. El día anterior lo habíamos dedicado a la parte sur de la ciudad vieja -Pinchar para leer la entrada de Marrakech y sus palacios- y este nuevo día tocaba el norte de la misma. Tras coger fuerzas nos dirigimos hacia el Zoco de Marrakech para perdernos por sus estrechas y enrevesadas callejuelas llenas de tradición y sabor antiguo. Sus incontables comercios de todo tipo y talleres de oficios tradicionales dotan a esta parte de la Medina de Marrakech de una magia difícil de explicar, llena de vida y color. Conviene no marcarse tiempos, disfrutar de la experiencia pausadamente. Correr aquí es perderse los detalles y matices que son el germen cultural de la ciudad y del país, y que hace de Marrakech -y de todo el Magreb en general- una ciudad o una zona  enormemente rica en su cultura de comercio tan arraigada en estos pueblos.




Dentro de los negocios habituales en el Zoco de Marrakech pudimos encontrar en número elevado de puestos de lámparas y por supuesto las omnipresentes tiendas de calzado artesanal o de ropa. En una de las de calzado me tocó emplear el arte del regateo para adquirir unos típicos zapatos de cuero. Resulta que me desperté con un gran dolor en el pie derecho debido a una inflamación en el dedo gordo que pinzaba los nervios y que en la práctica casi me impedía caminar con el calzado que me había llevado. La solución, en parte, fue comprar a un simpático comerciante estos zapatos que me permitían caminar -aún con dificultad- gracias a su ancha horma. 






Una particularidad del Zoco de Marrakech es que el incontable número de tiendas y puestos convive con agrupaciones de diferentes gremios -forjadores, cesteros, etc...- cada uno de ellos con su espacio concreto. La parte de la Medina donde se concentra la actividad de forjas y metales resulta espectacular. Los rayos de sol colándose tímidamente a través de los toldos y techados de chapa  que cubren algunas de sus callejuelas se tamizaban con el humo de las brasas de los talleres de forja y proporcionaba un ambiente sugerente que atrapaba la mirada.  Sus trabajos expuestos a la entrada de los talleres eran variados, pasando por candados y cerraduras artesanales de considerable tamaño a cacharrería de cocina o mobiliario variado del tipo cabeceros de cama o sillas de patio o jardín. Sin duda piezas interesantes. 


La siguiente parada tras deambular sin rumbo fijo por las calles del zoco fue el imperdible Museo de Marrakech. Antes de llegar al museo pasamos por la Madrasa de Ben Youssef pero desafortunadamente la están restaurando en estos momentos y no se permite el acceso de visitantes. Así que nos centramos en el museo. Como creo haber comentado con anterioridad, en Marrakech casi siempre suele ser más interesante el propio edificio del museo que lo expuesto en su interior, pero aún así, hay algunos elementos de la colección que bien requieren nuestra atención.




Pero centrándonos en la arquitectura del Palacio Mehdi Mnebhi que es donde se crearon los espacios para el Museo de Marrakech, todas las miradas van a converger en el espectacular patio central con sus tres fuentes. Se encuentra rodeado por una columnata que a su vez da acceso a las salas expositivas, culminado por una cúpula translúcida que resguarda una enorme e impresionante lámpara de cobre digna de admirar. Las columnas están coronadas por bellos estucos y todo adornado de elaborados mosaicos. Lo dicho una belleza de palacio.









Desde el interior de las estancias expositivas se tiene visión del patio central del museo. Las ventanas decoradas con elaboradas pinturas están rematadas con verjas de hierro con dibujos geométricos que se repiten. Sentándose en el alfeizar de la ventana uno fantasea con miradas furtivas que salían de los harenes de sultanes y príncipes.


Y así a lo tonto se nos había esfumado la mañana por completo. Había llegado la hora de ir a comer pero decidimos hacerlo de camino a los Jardines Majorelle, al norte de la ciudad antigua de Marrakech y fuera ya de sus murallas. Los lugares de comida  que vimos de camino junto al Zoco no nos convencían demasiado. Por las calles que nos iban alejando del Zoco la vida seguía discurriendo. En plena calle unos hombres soldaban una enorme caldera mientras que en otros negocios colgaban las piezas de ternera y corderos sacrificadas del día. Aquí el frío no es necesario. Nuevamente el GPS del teléfono fue un gran aliado para encontrar nuestro camino sin excesivos rodeos.




Tras una reparadora comida -esta vez a base de pizza para descansar del tajin y el cuscus- accedimos a la antigua residencia de Yves Saint Laurent para disfrutar de los preciosos Jardines Majorelle. Estos jardines fueron pensados y creados por el pintor francés Jacques Majorelle que buscaba en ellos fuente de inspiración en sus pinturas. Son un jardín botánico en el que encargó también la construcción de un taller-vivienda en estilo art-déco y pintados en un eléctrico color azul, tonalidad tan particular que con el tiempo se llegó a denominar azul majorelle. 






Los jardines ocupan una gran extensión y están poblados de especies de plantas exóticas y otras autóctonas. Existe una división por grupos en el espacio del jardín botánico donde prosperan las plantas acuáticas en los estanques, cactus, bambú y otros. En un rincón de los Jardines Majorelle un monolito recuerda la memoria de Yves Saint Laurent y de su compañero Pierre Bergé, este último fallecido apenas tres meses antes de nuestra visita a Marrakech. La verdad es que los jardines son un auténtico remanso de paz en medio del caos y la agitación de la ciudad, y un lugar muy visitado por los turistas.




La impresionante muralla que rodean toda la Medina tornaba a colores cobrizos al atardecer. Bajo sus muros y en las cercanías de sus puertas se disponen los taxistas ávidos por conseguir un cliente. Me llamó la atención el gran grosor de los muros de más de dos metros y la espléndida conservación de la muralla dada su antigüedad. Su construcción viene de los siglos XII y XIII y se diseñó para proteger la Medina y sus habitantes de hipotéticos ataques externos.   


Y ya con las últimas luces del día llegamos a la Mezquita Koutoubia en el momento de la penúltima oración del día. Como en la inmensa mayoría de las mezquitas en Marruecos no nos permitieron el acceso al interior de la mezquita con lo que tuvimos que conformarnos con las vistas del exterior del edificio. Su situación despejada frente a la gran plaza la hace lucir y ser visible desde muchos puntos de la Medina, sobre todo su gran alminar o torre de casi 70 metros de altura. Decorado con azulejos y tallas en piedra recuerda algo a la Giralda de Sevilla.




Y ya para acabar las vivencias de esta escapada a la Ciudad Roja de Marruecos unas fotos del coqueto riad que nos sirvió de alojamiento a lo largo de tres noches, y también de isla de relax en la vorágine de las calles de la Medina. Su situación es realmente buena, a escasos diez minutos andando de la plaza Jemaa el Fna y a dos minutos del Zoco, pero en una callejuela lejos del ruido estrepitoso de motos y motocarros y del ajetreo de la gente.




El Riad Aloes tiene casi todo lo necesario con una pequeña piscina, un patio cubierto donde relajarse y una azotea amueblada con tumbonas y con vistas a los tejados de la Medina y a algún minarete cercano. Nuestra habitación llamada Hibiscus cumplió su cometido, cómoda y con encanto. Su servicio de recogida y traslado al aeropuerto extremadamente caro. Pero lo solucionamos contratando el servicio de traslados con Marrakech Airport Transfers & Taxis que funcionó muy bien y por sólo 10 euros trayecto y para cuatro personas. El riad es propiedad de un ciudadano francés y su personal es muy amable y atento. Bueno, pues este es el resumen de lo que dio de si nuestra escapada a Marrakech. Una ciudad que me gustó mucho, aunque quizás esperaba un poco más de ella. Pero eso sólo es una apreciación personal. La pena que nos quedó fue la imposibilidad de visitar la Madrasa por obras. Será para la siguiente escapada.









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