sábado, 14 de abril de 2012

Bangkok. Navegando al atardecer



A primera hora de la tarde, el sol apretaba de lo lindo en el centro de Bangkok, y nosotros ya estábamos en las taquillas de Wat Pho, el templo más antiguo de todo Bangkok,  para comenzar la vista al complejo que alberga en uno de sus edificios al buda tumbado de 46 metros de longitud y 15 de altura. Una imagen monumental cubierta de pan de oro, y con unas bonitas incrustaciones de nácar en las inmensas platas de sus pies. Aunque el complejo requiere una visita más detallada al templo central, el Bot, uno de los más bellos de la ciudad de Bangkok, y a la enorme colección de budas que le rodean. Recorrimos el Wat Pho en toda su extensión a través de sus pasillos y jardines, con alguna que otra parada a la sombra de los árboles, hasta que salimos por una puerta opuesta en busca del río Chao Phraya, y de uno de los templos que más curiosidad me levantaba, el Wat Arun. De camino al embarcadero de Tha Tien, ya pudimos comprobar el bullicio de algún mercado local, y también el penetrante olor de los pescados y calamares secos, y en ocasiones el hedor de las aguas estancadas, y que acompaña al visitante en algunas calles y zonas de Bangkok. 








Difícil de fotografiar en toda su extensión sin un gran angular

Los enormes pies del buda con figuras y dibujos en madre perla



Llegamos al embarcadero de Tha Tien para tomar el viejo ferry que nos llevaría a la otra orilla del río Chao Phraya. Ya desde ahí el Wat Arun lucía imponente con las luces del atardecer, y se hacía más y más grande a medida que el ferry se acercaba a la orilla. Después del brusco atraque, comenzamos a explorar este maravilloso templo de estilo Khmer, que era con el que más identificaba yo la ciudad de Bangkok. El templo del Alba, que curiosamente luce más radiante con las luces del atardecer y que posee una espectacular torre central de más de 80 metros decorada con cerámicas, requiere recuperar el aliento para ascender los enormes y verticales peldaños hasta su parte más elevada, y sobre todo de valentía para los que sufran de vértigo. A cambio del esfuerzo, el mirador privilegiado de la torre central nos ofreció unas vistas inolvidables de Bangkok y del río Chao Phraya. Pasó largo tiempo hasta que por fin decidimos  bajarnos de la torre, y es que no queríamos dejar de contemplar tanta belleza paisajística a nuestro alrededor.






     
Los dorados tejados de los templos brillan bajo el sol del atardecer






                                         
Una vez acabamos de visitar el Wat Arun embarcamos de nuevo en el destartalado barco, y cruzamos al otro lado del río sorteando multitud de embarcaciones que avanzaban a toda velocidad. Cualquier visita a Bangkok estaría incompleta  sin una navegación por el río Chao Phraya, que nos ofreció una visión diferente  de la vida cotidiana de Bangkok. Y para ello existen distintas maneras de realizar esa navegación. Nosotros elegimos los express  boat, que por unos céntimos de euro te transportan a casi cualquier sitio de interés del casco histórico de Bangkok (templos, mercados, museos),  y son muy utilizados por la gente local en sus desplazamientos diarios. Desde luego  fue mucho más interesante compartir embarcación con estudiantes, bangkokianos con bolsas del mercado o monjes budistas, que no con un barco repleto de turistas de múltiples nacionalidades. Las vistas que pudimos contemplar son espectaculares, así como  escenas cotidianas  de las infraviviendas que se alinean en las orillas del río. También disfrutamos en la lejanía del perfil del skyline del Bangkok más moderno y de las iglesias católicas que se alzan en ambas orillas del río,como la iglesia Santa Cruz y la iglesia del Santo Rosario, mientras el sol acababa de ocultarse por el horizonte. Hasta que llegamos a nuestra parada, donde desembarcamos después un brusco atraque. En ese punto el contraste era impresionante, lujosos hoteles de cinco estrellas levantados junto a decrépitas viviendas de chapa que a duras penas se mantenían en pie. Nos dimos una pequeña vuelta por el barrio chino, ya nuestras piernas no daban mucho más de si, captando todos los aromas de los restaurantes y puestos callejeros, y a esas alturas del día decimos que era mejor parar a un taxi y que nos llevará a la zona más moderna y cosmopolita de Bangkok.




La iglesia del Santo Rosario

Atardecer el el río Chao Phraya

La noche ya había caído por completo cuando el taxista nos dejaba en la zona comercial de Siam Square. En poco tiempo pasamos de calles oscuras y mal iluminadas, donde daba cierto temor caminar por ellas, a otras en las que los neones y  luces de los escaparates de los comercios, y de los ríos de coches las iluminaban casi como si fuera de día. Esta zona de Pathum Wan aglutina tiendas de diseñadores, restaurantes, lujosos hoteles y grandes centros comerciales. En uno de ellos, el Siam Paragon, pudimos darnos un homenaje en forma de cocina tailandesa. Y así transcurrió nuestra primera visita a esta bulliciosa ciudad. Habíamos quedado con nuestro chófer a las puertas de uno de los hoteles de esta zona presidida por la plataforma elevada del sky tren, la mejor manera de sortear los enormes atascos.

Aún sentimos el picor en nuestro paladar. Y es que...¡Cómo les gusta el picante a los tailandeses!

Como toda gran ciudad, Bangkok no duerme por la noche

El Santuario de Erawan se erigió para intentar acabar con las desgracias que se habían producido en forma de varios misteriosos accidentes en la construcción del hotel Erawam, que causaron la muerte de varias personas. Contiene la imagen de Brahma y multitud de personas la realizan ofrendas a diario. Los que consiguen lo que quieren contratan a un grupo de bailarines tradicionales que actúan en señal de gratitud. Resulta curiosa su ubicación entre centros comerciales, un tráfico terrible y las  torres de los lujosos hoteles.


Embarcando de madrugada en el Zaandam, apenas había un par de miembros de la tripulación

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