Osaka es la tercera urbe más poblada de Japón, y curiosamente también la menos japonesa de todas. El ambiente que se respira en esta ciudad es muy diferente al de Tokio o a la cercana Kyoto, mucho más tradicionales, mientras que Osaka es una ciudad abierta al mundo con costumbres y usos más cercanos al mundo occidental que al oriental. Y eso lo notamos a poco que nos fijamos nada más poner un pie en ella. Aquí las rígidas normas de convivencia tan presentes -y necesarias- en otras ciudades niponas se relajan, se interpretan de otra forma y no es extraño ver como se arrojan colillas a la acera, el orden en las colas se relaja o no se respetan los semáforos por parte de algunos peatones. Nada grave, por supuesto, y más para nuestros ojos acostumbrados ya a la mala educación existente en nuestra sociedad. Su aeropuerto internacional de Kansai, construido en una isla artificial en mitad de la Bahía de Osaka, es una verdadera joya arquitectónica y un prodigio de la ingeniería moderna. En entradas venideras ya comentaré más cosas acerca de esta impresionante construcción, ya que regresamos a casa desde sus instalaciones. Llegamos a la estación de tren de Shin-Osaka en el tren bala procedentes de Himeji. Esta estación está situada en el norte de la ciudad, zona que comenzamos a explorar empezando por las torres Umeda Sky, quizás el edificio más emblemático de Osaka.