miércoles, 10 de febrero de 2016

La Rochelle; mirando al Atlántico


En La Rochelle el Océano Atlántico está omnipresente en la ciudad y en sus entorno. Una ciudad volcada con el mar desde hace siglos donde su viejo puerto, dominado por las imponentes torres vigía, da la bienvenida a los nuevos navegantes modernos que en sus grandes yates y veleros esta vez vienen a disfrutar de la ciudad, de su gran ambiente veraniego, de su restaurantes y del agradable clima de La Rochelle



Muy típico de La Rochelle son las estrechas calles y sus pequeños edificios cuyos bajos están formados por arcadas que permite el tránsito de peatones a resguardo de los temporales invernales del Atlántico. Pero en sus orígenes estas arcadas servían para que los comerciantes expusieran sus mercancías a salvo de la lluvia, previo pago de un canon a la comunidad residente del edificio.



El campanario gótico de Saint Barthélémy 

En este hotel del puerto viejo de La Rochelle tomamos nuestro primer desayuno a base de pan con mantequilla y azúcar acompañado de café hace ya más de veintiséis años. Fue nuestra primera visita a la ciudad.


Atravesando el laberinto de callejuelas del casco antiguo de La Rochelle llegamos al paseo del puerto viejo. Este paseo es un bonito conjunto de casas cuyas fachadas dan a la rada del puerto y cuyos bajos están llenos de terrazas de bares y restaurantes donde tomar una cerveza bien fría y ver y dejarse ver. La animación del paseo aumenta a partir de la seis o siete de la tarde cuando se corta el paso al tráfico de coches y el paseo se amplía con la calzada tomada por titiriteros, funambulistas o tragadores de fuego, músicos callejeros y hasta actuaciones con coreografías de baile. Todos rodeados de una gran expectación y gentío. Un ambiente formidable que saca a la gente a la calle aprovechando que las temperaturas comienzan a suavizarse a esas horas.






La Grosse Horloge es la puerta que separaba el casco histórico del puerto viejo y su cúpula destaca sobre el resto de edificios de viviendas de la fachada del puerto. Hoy sigue cumpliendo con el mismo cometido y sigue siendo el acceso principal para el paso de coches y peatones.


Ésta es sin duda una de las imágenes con las que identifico La Rochelle en mi memoria. Su viejo puerto presidido por las Torres de san Nicolás y de la Chaine que siempre me emociona ver cada vez que he visitado la ciudad en los últimos años, y ya van tres veces. Desde la rada del puerto viejo parten los barcos turísticos que pasean a los visitantes por la fachada marítima de La Rochelle. También zarpa el barco-bus que comunica con el gigantesco puerto de Les Minimes dedicado a la náutica de recreo y con gran cantidad de locales de ocio.




La Rochelle estuvo rodeada por una muralla en la época medieval pero tras el asedio que sufrió en el siglo XVII ésta quedó completamente destruida. Aunque las dos grandes torres vigía y de defensa si sobrevivieron y hoy son el símbolo y emblema de esta bonita ciudad. La más grande es la Torre de San Nicolás mientras que de la de menor tamaño, la Torre de la Chaine, parte una muralla hasta la Torre de la Linterna que sirve de faro y defensa fortificada. 


Existen dos atracciones en La Rochelle que tienen mucho prestigio y éxito entre los visitantes. Uno es el museo marítimo alojado en un barco, el France I, atracado en el puerto y que rememora las historia marítima y la vida en el mar de La Rochelle. La otra atracción es el enorme acuario de La Rochelle, muy cerca del puerto es uno de los acuarios más grandes del viejo continente con un túnel donde pudimos ver nadar a los grandes tiburones sobre nuestras cabezas.




Todo el casco antiguo de La Rochelle está repleto de edificios históricos construidos en piedra, algunos adornados con grandes columnas en sus fachadas. También muchos pequeños hoteles encuentran en los antiguos edificios con encanto un lugar donde recibir a sus clientes en un ambiente familiar y cercano.
 

Al caer la noche las calles aledañas al puerto viejo de La Rochelle se llenan de terrazas de los numerosos restaurantes y de comensales ávidos por disfrutar de la buena cocina de esta parte de Francia. La oferta es amplia y va desde los famosos mejillones de la cercana Isla de Re a las cotizadas ostras, pasando por langostas y gambas frescas. El que guste del buen marisco aquí no va a tener ningún problema ya que los restaurantes ofrecen bandejas de marisco variado a buenos precios. 


Y como no podía ser menos, a nosotros también nos llegó la hora de cenar. En nuestro caso dejamos el marisco par los turistas alemanes y holandeses y optamos por una buena carne de plato principal. Pero antes unos entrantes consistentes en una ensalada de vieras y jamón de pato y una quiche.




Es habitual en Francia que las carnes a la parrilla las acompañen con mantequillas aromatizadas con hierbas y acompañadas de patatas asadas o en su defecto un puré de patata como el fue caso aquí, en el restaurante L´Aunis.


Para rematar una crepe y un postre de tofe con dos chocolates



Al día siguiente dispusimos de toda la mañana para seguir paseando hasta la hora de comer. Tras abandonar nuestro bonito y confortable hotel, el hotel Champlain, nos dirigimos al mercado local de La Rochelle. Para mi resulta una visita imprescindible ya que es uno de los mercados más bonitos y con las mejores presentación de sus puestos de esta zona de Francia. Hay que añadir que a los productos frescos y perecederos se unen puestos de comida ya elaborada con una aspecto brutalmente bueno. Sirvan de ejemplo la siguiente colección de fotografías.




Y cómo no, ésto es Francia y no podía faltar una gran variedad de quesos.







Los excelentes platos preparados y que vendían al peso

Y esta fue la  última etapa de nuestro road trip del verano. Un viaje que combinó una primera fase recorriendo una parte del noroeste de Alemania con nuestro coche, para más tarde dejarlo aparcado en un parking cercano al puerto de Hamburgo y embarcar en el Queen Mary 2 en un crucero por los fiordos noruegos. Una vez acabado el crucero continuamos el viaje por el sur de Holanda, la Normandía francesa, la Bretaña y por último una parada en la ciudad costera de La Rochelle, capital del departamento francés de Charente Marítimo, una ciudad a la que le tengo un especial cariño y que ya hemos visitado tres veces. Un viaje de los inolvidables y que recuerdas con mucho cariño. 


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