Una de las características de las compañías de bajo coste, es que habitualmente operan en aeropuertos pequeños cercanos a las grandes ciudades que anuncian como destino, debido generalmente a unos costes más bajos en tasas y servicios. Y la caracteristica de una parte importante de los pasajeros que utilizan esas rutas, es que usualmente no reparan en el encanto de esas pequeñas ciudades que utilizan como plataforma para acceder a esos grandes destinos cercanos,y su conocimiento acerca de ellas no pasa del aeropuerto. Ese es el caso de Bérgamo, una bella y próspera ciudad de la Lombardía, en el norte de Italia, que para algunas compañías aéreas sólo es Milán (Orio al Serio).
En nuestro caso tomamos tierra en el aeropuerto de Orio al Serio en un avión de la compañía Myair procedente de Estambul, ciudad en la que habíamos pasado unos días. Nuestra intención era pasar dos días completos en Bérgamo y después tomar el avión de Ryanair en la ruta que la une con Santander. En poco más de dos horas y media desembarcamos en el aeropuerto de Orio al Serio. Teníamos reservado en hotel Palazzo Dolci, situado en pleno centro en el Viale Papa Giovanni XXIII, muy cerca de la estación de tren, zona comercial y de multitud de restaurantes y terrazas. Debido a que la hora de llegada de nuestro vuelo fué bastante tarde, fuimos directamente a registrarnos y, tras mantener una larga charla con el encantador personal de recepción, subimos a nuestra habitación para descansar y tomar fuerzas para el día siguiente. Tengo que decir, que despues de diez y ocho días de viaje que llevaban nuestros cuerpos a la espalda, el cansancio se empezaba a hacer presente.
Visitar Bérgamo es muy sencillo. Por un lado la ciudad alta sobre las colinas y por otro la ciudad baja extendida en la llanura a los pies de las colinas. Este nuevo día comenzaba para nosotros con un reparador desayuno en la habitación del hotel. Una vez preparados y aseados nos encaminamos a la parada de autobús que estaba frente a nuestro hotel despues de haber adquirido los billetes en un kiosko cercano. En menos de quince minutos el autobús nos dejaba en una de las entradas de las murallas venecianas que rodea la Città Alta. Unas murallas que encierran un compendio de calles y edificios medievales, iglesias y plazas y palacios renancentistas. Tambien existe un funicular a pie de la colina que te deja en el interior de las murallas. Nada más bajar del autobús, lo primero que llama la atención es el Castello en la cima de una colina, en el pueblo de San Vigilio. Desde las ruinas de este castillo se disfruta de unas preciosas vistas de Bérgamo.
Ya en el interior de las murallas los puntos más interesantes son la Piazza Vecchia, con palacios renacentistas y una torre del siglo XII, la Basílica de Santa María Maggiore y el Baptisterio, y la animada calle de Vía Colleoni con muchas tiendas, bares y restaurantes, plazoletas y columna vertebral por la que pululaban infinidad de turistas, sobre todo italianos, al caer la tarde.
También visitamos La Rocca, antigua fortaleza hoy en día dedicada a albergar el museo Histórico con fondos variopintos formados por pinturas, medallas, fotografías, que visitamos gracias la atención de nuestro hotel que nos obsequió con dos entradas, y que no nos entusiasmó demasiado. Quizás lo más positivo que sacamos de su visita fue el precioso atardecer que contemplamos desde lo alto de sus muros.
Más tarde, en cuanto el cansancio acumulado y el hambre nos empezó a apretar, fuimos a una tratoría que préviamente nos habían recomendado encarecidamente, Antica hosteria del Vino Buono. Situada frente a la entrada del funicular que te baja a la ciudad baja y en los bajos de un palazzo medieval en la Piazza Mercato d Scarpe con la Via Donizetti, sirven típica comida Lombarda. Si bien la cena que tomamos estuvo bastante correcta, salimos un poco decepcionados al no cubrir las grandes expectativas que nos había generado. Curioso fué observar como en una de las mesas se sentaron dos parejas, que al cabo de un rato de leer la carta, se levantaron de la misma y sin ningún cruce de palabras con los camareros o explicación, abandonaron el local. Hasta ahí, aunque no muy habitual, ya que la carta estaba expuesta en el exterior del restaurante, digamos más o menos normal. Pero lo que ya nos llamó la atención poderosamente, fué que los siguientes ocupantes de esa mesa calcaron el comportamiento de los que habían estado antes. Tambien se levantaron sin ninguna explicación de la mesa después de ojear la carta durante unos minutos. Nos hizo pasar un rato divertido especulando acerca de las razones que llevaba a la gente a abandonar dicha mesa maldita.
Después de la cena nos fuimos dando un paseo bordeando las murallas hasta una de las paradas de autobús que se encuentran en el exterior de las mismas y donde, mientras esperábamos, disfrutamos de las vistas de Bérgamo bajo. El cansancio y el sueño nos estaba invandiendo por momentos. Por cierto, los sábados por la tarde noche la cuidad alta se convierte en el centro del alterne y la movida de Bérgamo. Ríos de gente invaden las calles en busca de copas y diversión, y como consecuencia enormes atascos de coches y de scooters en los accesos a ella.
El día siguiente nos dedicamos a pasear por la ciudad baja y visitar lo más característico. El teatro neoclásico Donizetti, el museo de la Accademia Carrara, la Porta Nuova, el bulevar Senterione lleno de comercios y terrazas de cafés, donde los bergameses se entregan a su afición favorita; tomar un café y ver y ser vistos. Así que donde fueres, haz lo que vieres. Y de esa forma transcurrió nuestras ultimas horas antes de ir al aeropuerto a tomar nuestro vuelo que nos devolvería a casa.
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