Nara es otra de las excursiones de día que suelen hacerse desde la cercana Kyoto. A poco más de cuarenta kilómetros acceder hasta ella en tren es muy fácil y sencillo desde la estación de Kyoto en la línea nara rapid service, y en poco más de tres cuartos de hora. El Parque de Nara, a poco más de quince minutos a pie, alberga un conjunto de templos que hay que conocer obligatoriamente en un viaje Japón, a parte de ser la casa de decenas de ciervos que campan libremente entre los templos y los turistas suplicando unas galletas que llevarse al hocico, o bien asediando los puestos callejeros que asan boniatos. El Templo de Kofukuji es el primer templo con el que te cruzas en el camino ascendente desde la estación de trenes. Con más de mil trecientos años de antigüedad posee un pequeña pagoda de cinco pisos de altura y la Casa del Tesoro Nacional y su exposición de estatuas de Buda.
Pero en cuestión de templos todos quieren conocer al majestuoso Templo Todaiji, una formidable construcción en cuyo interior se alza imponente el gran Buda de Nara al que elevar las plegarias. El edificio principal llamado Daibutsu-Den es la mayor estructura de madera del mundo, y eso a pesar de que en las reconstrucciones sufridas a lo largo de los años debido a los incendios su tamaño se redujo considerablemente. El acceso se efectúa por la monumental puerta Nandaimon cuya función es separar la vida mundana de la vida espiritual y divina.
Para acceder al templo pasamos por otra puerta que da acceso a los corredores que rodean el templo por completo. En este gran patio se celebraban ceremonias religiosas que podían congregar a miles de fieles. Allí se encuentran las taquillas, 500 yenes el coste por persona, y ya nos dispusimos a explorar el lugar, sin duda el más famoso de todos los conjuntos de templos de Nara. Esta localidad de Japón posee uno de los más bellos rincones del país con sus bosques y sus conjuntos de templos que le han valido ser declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad.
La estructura del edificio principal del recinto del Templo Todaiji resulta impresionante. Su altura y volumen es descomunal para un edificio de madera de tanta antiguedad. Su interior protege a la estatua de bronce de buda vairocana (o buda de reencarnación) más grande del mundo. Encender y purificarse con el incienso es indispensable antes de orar o pedir ante el gran buda.
Este Pindola tallado en madera en el siglo XVIII y perteneciente al periodo Edo resultaba inquietante cuando menos con esa capucha y capa en nylon rojo. Fue uno de los dieciséis discípulos de Buda. Se dice que era un maestro de los poderes o artes ocultas y que cuando una persona toca una parte de su cuerpo y se pasa la también la correspondiente al suyo propio la dolencia desaparecerá. Lo encontramos a la entrada del templo principal.
Una vez dentro del Daibutsu-Den la estructura del gran edificio queda en parte al descubierto. Las grandes columnas que soportan el peso están policromadas y las vigas lo cruzan en perfecta armonía dando como resultado este gran volumen de espacio. Hay que pararse para observar con detenimiento la bella y compleja estructura.
Diversas esculturas en bronce se sitúan a lo largo del edifico principal del templo. En los laterales se pueden contemplar a los guardianes. Estas divinidades se encargan de la protección del templo y de cuantos allí acuden. De nuevo su tamaño impresiona, aún siendo bastante menor al Gran Buda.
Tras el paso por el Templo Todaiji nuestro recorrido por Nara nos llevó a otro de los rincones más emblemáticos del parque. En todo momento vigilados de cerca por los omnipresentes ciervos sika, considerados por la religión sintoísta como mensajeros de los dioses y protegidos por las autoridades niponas. Es común ver en el exterior de los comercios barreños de agua para que los animales puedan saciar su inmensa sed, seguramente debido a la gran cantidad de galletas que ingieren de los turistas. Teníamos verdaderas ganas de pasear por el Bosque Primigenio de Kasugayama y sus famosos faroles de piedra que forman parte de la declaración por parte de la UNESCO de Patrimonio de la Humanidad.
El paseo repleto de linternas de piedra hasta el Gran Santuario Kasuga es otro imperdible en una visita a Nara. Sus edificios y torii en vivos colores bermellones y la espectacular naturaleza que los rodea hacen del camino una delicia. Entre algunas de sus más de mil ochocientas linternas de piedra asoman sus cabezas algunos de los numerosos ciervos que ramonean por los alrededores. Este santuario sintoísta es muy popular en Japón.
Y con esta última visita decidimos emprender el regreso hasta las calles de Nara, donde en una de las más céntricas encontramos un restaurante para comer alguna cosa, y no fue tarea fácil ya que a pesar de madrugar se nos hizo verdaderamente tarde. Después regresaríamos tranquilamente a la estación para tomar el tren de regreso a Kyoto.
2 comentarios :
Bonita y relajante visita, sin duda. Una curiosidad: cómo hacían para que las linternas diesen luz? Con aceite, leña?
Está claro, cuando visite Japón, tú eres mi guía...
Salud, ciudadano viajero.
No estoy seguro del todo, pero el espacio dentro de las linternas es escaso así que supongo que serán de aceite. De leña es seguro que no. Pero mira tu que no se me había ocurrido pensar en ello José Manuel, eres muy perspicaz. La verdad que el viaje hemos procurado que fuera completo, pero dedicando tiempo a los lugares a conocer. Creo que al final la ruta quedó bastante chula para 17 días. Muchas gracias José Manuel
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