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viernes, 27 de mayo de 2011

La región de Salzkammergut; recorriendo sus pueblos más típicos

Una vez dejamos atrás Hallstatt, nuestro recorrido por esta maravillosa parte de Austria continuó con las ascensión a la localidad de Bad Aussee, que posee una arquitectura propia muy distinta del resto de localidades vecinas,  y el pequeño pueblo de Grundlsee.Y digo ascensión porque las pendientes que sortean el macizo de montañas donde está enclavado Bad Aussee superan el 34% en algunas ocasiones. Al regreso de nuestra visita a estas localidades nos sorprendió una gran tormenta que oscureció el cielo, y tengo que reconocer que descender estas pronunciadas pendientes convertidas en improvisados ríos, por supuesto en primera velocidad y sin casi tocar los frenos del coche, daba cierto respeto y nos recordó lo rápido que puede cambiar el tiempo por estos impresionantes macizos. Una vez de regreso al pueblo de Obertraun, situado en la orilla opuesta a Hallstatt, volvió a lucir el sol en todo su esplendor.


La localidad de Grundlsee nos recibió con una persistente lluvia
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martes, 26 de abril de 2011

Hallstatt y los Lagos de Salzkammergut


La región de los Lagos del Salzkammergut es una de las regiones más bonitas de Austria, y yo me atrevería a decir que de Europa. Los paisajes son absolutamente embriagadores, bucólicos, pero con vida, con gente. A diferencia de otras regiones europeas, aquí estos paisajes están salpicados por decenas de pueblos a cada cual más encantador. Son alrededor de 70 lagos rodeados de espectaculares montañas, con sus pueblecitos abrazando sus orillas y con un clima absolutamente cambiante… en cuestión de minutos diría yo.

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lunes, 21 de marzo de 2011

Viena. De los espectaculares palacios a las laderas de viñedos






Otra de las cosas verdaderamente interesantes de Viena son sus mercados. Concretamente el de Naschmarkt es de obligada visita. Una sucesión de puestos de productos frescos, comida callejera y otros cuidadísimos de frutas y verduras, todo color y todo aromas. Aunque en algunos momentos puntuales, y debido a la afluencia de público, puede ser verdaderamente complicado avanzar por sus puestos. Muy cerca del mercado está el curioso edificio Secesión que alberga en su interior salas de exposiciones de artistas de la Secesión ,y ya , en plena Karlsplatz, sea alza majestuosa la Karlskirche, la iglesia dedicada a San Carlos de Borromeo. Con un estilo difícil de clasificar, tiene dos enormes columnas a ambos lados del pórtico que recuerdan a minaretes orientales, dos pabellones también a los lados con cierto estilo oriental y una enorme cúpula. Y de la magnificencia de la Karlskirche, pasamos en un breve paseo a través de imponentes edificios y palacios, que albergan muchas embajadas extranjeras, a una de las plazas y espacios más grandes de Viena, la Schwarzenbergplatz, con una gran fuente que se ilumina con colores y el monumento soviético al ejército rojo. Aquí comienza el complejo Bevedere. Dos palacios, el Belvedere inferior y el precioso Belvedere superior, unidos por unos espectaculares jardines de estilo frances con fuentes y cascadas. Este Palacio fue residencia del príncipe Eugenio de Saboya y alberga la Galería de Arte Austriaco con obras de Munch, Renoir y Monet, además del omnipresente Gustav Klimt. El cuadro suyo titulado “el beso” lo puedes encontrar por toda Viena, impreso en los más variopintos objetos; ya sean lapiceros, tazas, poster, libretas, mecheros, y cualquier otro objeto con un mínimo de superficie donde poder estamparlo.

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viernes, 4 de febrero de 2011

Viena; la ciudad imperial por excelencia



Y por fin la última de las grandes capitales que visitaríamos en este inolvidable viaje. Dejábamos Budapest por la mañana, que nos despedía con los mismos atascos con los que nos recibió dos días atrás, y después de un corto trayecto de dos horas por autopista, llegábamos a Viena, ciudad imperial por excelencia. Paramos en la frontera para adquirir la viñeta que nos permitía poder circular por las autopistas austriacas, con una validez de diez días. Que a nadie se le ocurra saltarse este trámite porque unos kilómetros más adelante la policía austriaca desviaba a todos los vehículos por un área de descanso para comprobar que hubieran pasado por caja. Los que no lo habían hecho quedaban retenidos e imagino que con una buena multa de souvenir. Y llegamos a nuestro hotel en Viena. Un “presunto” cinco estrellas llamado Renassaince Wien Hotel. Digo presunto porque difícilmente llegaría a cuatro según nuestro criterio. Porque a pesar de pagar un suplemento por acceder a una habitación superior en el que incluían el parking para nuestro coche y el minibar no alcohólico, tanto el desgastado mobiliario, como el anticuado y lamentable estado del cuarto de baño, junto a un cierto pasotismo en la atención en recepción, no lo hacía merecedor de su categoría. En cambio, el abundante y buen desayuno bufet, el parking relativamente asequible en comparación a los precios del centro y su situación a diez minutos en metro del centro de Viena, y con la estación justo frente al hotel, pudo mejorar bastante nuestra estancia en el mismo. En fin, que después de esperar más de media hora en recepción mientras prepararan nuestra habitación (y eso que llegamos a las tres y media de la tarde), dejamos todas nuestras cosas, nos dimos una rápida ducha, y nos dirigimos raudos a asaltar la ciudad. Raudos hasta que salimos del hotel, porque en ese preciso instante, el cielo se empezó oscurecer, los rayos y los truenos se repartían a partes iguales y cayó una impresionante tromba de agua, que dejaba las calles impracticables. Pero igual de repentina que llegó se fue y volvió a lucir el sol en el cielo vienes.



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martes, 25 de enero de 2011

Bratislava; una capital de contrastes




Aprovechando nuestra larga estancia en Viena, dedicamos uno de los días a visitar la pequeña capital de la República Eslovaca, Bratislava. Situada a doce kilómetros de la frontera con Austria, y a escasos cincuenta minutos en coche de Viena, esta encantadora ciudad nos transportó a un viaje en el tiempo. Al igual que en otras muchas ciudades del mundo, un río divide en dos partes la ciudad, en este caso el Río Danubio, pero también divide algo más. Separa dos mundos, dos historias diferentes, dos paisajes contrapuestos. Por una parte en una de sus riveras, el recogido y encantador casco histórico, lleno de belleza y monumentos históricos que nos transportarán a gloriosas épocas pasadas de la ciudad, y en la otra las construcciones “mastodónticas” y los antiestéticos barrios poblados de bloques de apartamentos, herencia del reciente pasado comunista del país.


Salimos temprano de nuestro hotel en Viena, en busca de la frontera con Eslovaquia, en el que resultaría ser uno de los días más calurosos de todo nuestro viaje por Europa. El breve trayecto por la estupenda y semivacía autopista que une ambas capitales, transcurrió por paisajes de llanuras, campos labrados y regiones viticultoras, y que disfrutamos a tope con el coche descapotado, con la melena al viento como suele decirse y percibiendo los aromas de los campos circundantes. Casi sin darnos cuenta nos habíamos plantado en la frontera, con la visión al fondo del Castillo de Bratislava, y una seria, fría, seca y rubia eslovaca nos despachó la viñeta para que pudiéramos circular por la autopista hacia Bratislava. Pues estamos apañados, pensé. Como todos los eslovacos sean como esta “dicharachera” señorita, me parece que nos vamos a divertir. Afortunadamente fue la excepción y nuestra pequeña experiencia con la gente de la ciudad fue muy positiva y siempre nos atendieron con amabilidad y corrección. La entrada a la ciudad fue un poco impactante. Las avenidas lineales, y los enormes y cuadrados bloques de apartamentos de hormigón, nos recordaron a los barrios del extrarradio de San Petersburgo, con algunos coches Lada y Trabant aparcados en los alrededores. Pero enseguida se abrió ante nosotros la visión del majestuoso Castillo de Bratislava, y el precioso casco histórico, en el momento que cruzamos uno de sus modernos puentes sobre el río Danubio. En uno de los semáforos aprovechamos para capotar el coche, ya que el sol empezaba a apretar y nos hacía presagiar un axfisiante día de calor, para más tarde dirigirnos a uno de los aparcamientos del centro de la ciudad.

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lunes, 17 de enero de 2011

Budapest; Del bullicio de Pest al sosiego de Buda



Este día nos levantamos temprano, dispuestos a “devorar” la ciudad. Pero claro, para eso íbamos a necesitar reponer fuerzas con un buen desayuno. Como ya dije anteriormente, el hotel New York nos ofreció un estupendo y completo desayuno en los días que permanecimos alojados en él. Casi cualquier cosa que te pudiera apetecer estaba disponible; toda clase de embutidos húngaros, patés, zumos naturales, productos de plancha, tortillas preparadas en vivo y al instante, salmón ahumado o marinado, excelente bollerías y tartas, pudín, guisos de judías, huevos al gusto, lomos de pescado blanco, etc..todo servido en un entorno encantador. Mientras desayunábamos decidimos que íbamos a obviar algunas visitas necesarias en esta maravillosa ciudad, como algunos de los importantes museos que posee o el Parque Memento, ubicado en las afueras, es un museo al aire libre que reúne más de cuarenta estatuas de la propaganda soviética que originalmente estaban emplazadas en lugares públicos de Budapest. Algo difícil de ver, ya que en la mayoría de los países de la órbita de la antigua URSS, han destruido cualquier símbolo de propaganda roja. Por supuesto, la visita obligada a los baños termales como los Baños Gellért o los enormes Baños de Széchenyi, que por algo Budapest es la ciudad de los baños termales. Estas y otras cosas las dejamos como deberes para la próxima visita a la ciudad.

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viernes, 7 de enero de 2011

Budapest, unida por el Danubio


Y llegó el día, nos poníamos de nuevo en camino y esta vez en dirección a Hungría, a Budapest para ser más concreto, a casi 2500 kilómetros de nuestra casa, es el destino más lejano que jamás hayamos ido en nuestro coche. Cuando inicias una aventura viajera de este calibre, de tres semanas de duración y visitando numerosos países, una de las cosas que no puedes pasar por alto es la legislación y normas de circulación de los países que piensas visitar. Es importante conocer las tasas de alcoholemia permitidas, los límites máximos de velocidad en las diferentes vías, si es necesario botiquín de primeros auxilios, o triángulos de emergencia, o si es obligatorio circular con las luces de día, etc.. Y por supuesto buscar si hay que pagar una viñeta para poder circular por autopistas y, si es posible, donde poder adquirirlas. Pues bien, después de recorrer el espectacular paisaje de la parte norte de Eslovenia cruzábamos la frontera con Hungría, pero esta vez y a diferencia de Eslovenia, y más tarde de Austria o la República Eslovaca, no había por ningún lado un puesto de venta o bar o cualquier otro sitio donde vendieran la puñetera viñeta para poder circular por las autopistas. Es más, la frontera estaba completamente desierta y aparentemente sin ningún signo de vida , pero con unos enormes y amenazantes carteles que exhibían la obligatoriedad de comprar la susodicha viñeta de las narices ¡Vale! Pero donde coño la puedo comprar. Así que no nos quedó más remedio que continuar pensando que en uno o dos kilómetros encontraríamos una gasolinera o café donde las venderían. El caso es que los kilómetros de autopista iban pasando; diez, veinte, treinta.. y por el camino no encontrábamos ningún signo de civilización más allá de las cámaras de vigilancia que cada ciertos kilómetros grababan la matrícula española de nuestro coche, y que no hacían otra cosa que llenarnos de preocupación pensando que en cualquier momento aparecería una patrulla de policía para meternos un multazo de no te menees. Nos sentíamos como “Bonnie and Clyde” o como “Thelma y Louise”..al margen de la ley, aunque en esta última no se muy bien si yo soy Louise o Thelma. Y de repente vemos un cartel con el anagrama de la viñeta. La salida de la autopista daba a una glorieta, que a su vez daba a otra y ésta a una carretera y nada más. Ni edificios, ni bares, ni nada de nada..y ahora por donde tiramos, por la derecha o por la izquierda. Después de estar parados un rato, decidimos tirar por la izquierda con la esperanza de encontrar un café o una gasolinera donde poder comprar la maldita viñeta, pero pasan los kilómetros y sólo vemos bosque y más bosque, y cuando empezamos a perderla vemos un restaurante en medio del bosque donde, por fin, pudimos hacernos con ella.

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viernes, 17 de diciembre de 2010

Piran, la más bella de Istria



Nuestro viaje hacia el sur de la costa eslovena, a la región de Istria, acababa en la pequeña ciudad de Piran, muy cerca de la frontera croata. Una ciudad que perteneció a la Serenísima Republica de Venecia durante más de cinco siglos. Llegamos hasta ella después de atravesar una enrevesada carretera con sube y bajas constantes, que ofrecía a momentos unas bellísimas vistas de pequeños bosques, calas escondidas y diversión constante al volante. Descendimos por una gran pendiente hasta encontrarnos en las mismas puertas del pueblo. Pero claro, no iba a ser tan fácil y al estar el acceso restringido al mismo, no nos quedó más remedio que dejar el coche en un aparcamiento público que se encuentra a mitad de la cuesta y que está excavado en terrazas en la misma ladera que cae hacia el mar. Para bajar ningún problema, aunque con el sofocante calor que hacía y a medida que íbamos descendiendo, ya sabíamos que la vuelta hasta el coche se iba a hacer bastante dura. Con lo primero que nos topamos fue con un largo malecón que los turistas y locales utilizan a modo de solarium y al que han instalado en algunos tramos escaleras que dan acceso al mar y que permiten darse un buen baño. Y con el calor que hacía no nos lo pensamos dos veces. Afortunadamente llevábamos en la bolsa una toalla y los bañadores pero…¡ vaya fallo !.. y gordo. No los teníamos puestos así que tuvimos que enroscarnos la toalla por turnos, y haciendo equilibrios y malabares como tantas veces hemos visto a otros en las playas, conseguir colocarnos el bañador sin enseñar las vergüenzas, o lo menos posible en mi caso, ya que demostré una gran inutilidad para tal menester. Y es que mira que es complicado colocarse un bañador con la “jodía” toalla, es todo un arte. Aunque la recompensa fue enorme. Zambullirse en esas transparentes aguas de color turquesa, en un día cuyas temperaturas a la sombra superaban los treinta grados, fue como diría Enrique Iglesiasuna experiencia religiosa”. Eso si, a la hora de acceder al muelle de nuevo por la escalera había que tener sumo cuidado si uno no quería dejarse la mandíbula o cualquier otra cosa, ya que al espabilado de turno sólo se le ocurrió poner escalones redondos de acero inoxidable que resbalaban como una anguila empapada en aceite. Y para acabar de redondear el ejercicio de riesgo , los peldaños estaban soldados a casi un metro de separación entre ellos con lo que había que descoyuntarse medio cuerpo para poder subir al muelle de nuevo, aunque nosotros al menos pasamos la prueba con éxito y sin rompernos la crisma.

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martes, 14 de diciembre de 2010

Koper e Izola. La puerta de entrada al adriático esloveno.


Este día nos levantamos con la intención de conocer la costa adriática eslovena y más tarde, de regreso a Ljubljana, hacer una parada en el Castillo de Predjama, ya que nos cogía de camino. Lo que pasa es que una cosa son los planes que preparamos en la cabeza, y otra muy distinta como se desarrollan las cosas más tarde. No habíamos tenido en cuanta la cantidad de tiempo que íbamos a dedicar a las preciosas localidades de la costa eslovena, en especial Piran. Lo primero que hicimos fue bajar al buffet a tomar fuerzas con un espléndido desayuno y luego montarnos en el coche, en un precioso día soleado para dirigirnos al sur, al Adriático. La mayoría del camino hacia Piran (unos 130 kilómetros) lo hicimos por autopista, hasta casi llegar a Koper,(a unos 100 kilómetros) y de ahí hasta Piran transcurrió por una carretera costera que nos ofreció espectaculares vistas de la costa, a veces al mismo nivel del mar y otras ascendiendo por montes y cuyos miradores nos dejaron absolutamente sin habla. Pero iré por partes.

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sábado, 4 de diciembre de 2010

Ljubljana. La bellísima capital de Eslovenia

Y llegó el momento de dejar atrás Italia. Continuando con nuestra “escapada” de tres semanas en coche por Europa y después de seis días recorriendo las regiones del Piamonte, Emilia Romagna y el Véneto, nos poníamos en camino desde Padua (nuestra última base en esta parte de Italia) en dirección a Eslovenia. Lo que pensábamos que iba a ser un cómodo trayecto de poco más de hora y media hasta llegar a Ljubljana, sobre todo una vez pasado el tramo que creíamos más conflictivo, es decir la salida de la autopista hacia Venecia , se transformó en seis tortuosas horas ¡Madre mía! Retenciones de veinte kilómetros antes de llegar a Trieste. No entendíamos lo que pasaba ¿Acaso todos los italianos y una gran parte de Europa habían decidido ir a la Costa Dálmata al mismo tiempo? Es que llegábamos a estar un cuarto de hora totalmente parados, y cuando por fin se avanzaba era unos pocos metros nada más. Algunos sacaban los pies por las ventanillas, otros formaban corrillos fuera de los coches mientras charlaban con resignación, o aprovechaban para echar alguna cabezadita, y yo hacía viajes al maletero de nuestro coche en busca de agua o de algún tentempié, y todo bajo un sol de justicia y temperaturas que superaban los treinta grados. Pero lo más indignante fue que no era porque no cupiéramos los coches en la autopista, o media Europa hubiera decidido salir con el coche en esa dirección. La razón era que había que pasar por el puñetero peaje de Trieste. Una docena de garitas, de las cuales casi la mitad estaban cerradas. Entonces ¿cómo no se iban a formar retenciones kilométricas? En fin, escenas variopintas de las que ya habíamos tenido alguna prueba en otro peaje en Francia, en Montpellier. Allí los siempre dicharacheros holandeses se llevan monociclos en los maleteros de los coches y furgonetas, y se dedican a hacer carreras entre los coches parados en la autopista, mientras se graban en vídeo con los móviles. Supongo que las imágenes acabarán subidas en el Youtube.

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lunes, 18 de octubre de 2010

Padua. Ciudad del arte

Ubicada a escasos veinte kilómetros de Venecia, Padua queda eclipsada en parte por esa bestia del turismo italiano que es la Ciudad de los Canales. Esta ciudad parece haber sido creada especialmente para pasear por sus calles, preciosos rincones a orillas de sus ríos, Bacchiglione y Brenta, e infinidad de monumentos y esculturas de diversas épocas agolpándose en sus calles y que invita recorrerlas pausadamente. Una vez que la hemos visitado, no nos extraña que en algunas guías de viajes la nombren como una de las ciudades más ricas en cultura de Italia después de Roma y El Vaticano. Es la ciudad de San Antonio, y eso se nota en la impresionante Basílica de San Antonio donde se conserva el cuerpo del santo en un no menos impresionante Altar, abarrotado de devotos procedentes de todas las partes del mundo, y en la que pudimos contemplar también frescos de Tiziano.

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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Bologna. La Ciudad Roja





Bologna bien merece dedicarle toda una jornada. Capital de la región de Emilia-Romagna, esta ciudad, cuyo casco histórico es Patrimonio Mundial de la Humanidad, nos sorprendió por la grandiosidad y lo bien conservado que tiene su centro histórico. Es conocida por la Ciudad Roja debido al color de sus tejados y ladrillos de las fachadas de los edificios. La verdad es que ya íbamos avisados sobre la monumentalidad y lo mucho que merecía la pena visitarla, algo que pudimos observar durante la preparación de nuestro viaje, pero nos ha sorprendido por encima de nuestras expectativas y nos hemos traído un muy buen recuerdo. Quizás haya tenido que ver con ello el ambiente que tenía a pesar de las fechas de veraniegas. No hay que olvidar que Bologna es una de las ciudades universitarias por excelencia y eso llenaba las terrazas y bares de vida. Y no precisamente por el turismo que, aunque también lo hay, no es ni mucho menos tan masivo como el de otras ciudades y localidades italianas, que son literalmente invadidas por hordas turísticas.

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viernes, 24 de septiembre de 2010

Módena y Maranello. La galleria Ferrari.




Este día había amanecido con una lluvia perezosa, así que decidimos dedicarlo a visitar Módena y Maranello pensando que, quizás después de visitar La Galleria Ferrari en la que estaríamos a resguardo, el día nos diera una tregua y escampara, como así fue. Maranello es un pequeño pueblo dedicado en su totalidad a vivir y transmitir la pasión roja. Yo llegaba con muchísima ilusión por conocer ese lugar de culto de todos los apasionados al mundo del motor y los coches deportivos más deseados del mundo. Y después de visitarla me dejó con un punto de decepción y no porque estuviera mal montada. Más bien lo achacaría a que no cubrió las expectativas que nos habíamos creado. Pesábamos que un museo como este dedicarían más espacio a esos únicos automóviles de calle creados en los años 60 y 70, con agresivos coupes y roadster de ensueño, pero la realidad es que la competición y la Fórmula 1 llenaban las instalaciones en su mayor parte. De todas formas, estando por la zona y disponiendo de tiempo de sobra, creo que merece la pena la visita aunque sólo sea por el hecho de decir que has estado en el templo del motor. Ver en vivo como es un box de fórmula 1, con pit lane , el pit wal con todas las pantallas de ordenadores y tiempos, una gran colección de fórmulas 1 desde los años 70 al de Felipe Masa del año 2009, una gran colección de motores, la sala de los trofeos y algún que otro modelo de calle (para nuestra desgracia..los menos). Por supuesto no puede faltar una tienda de “merchandising” y la cafetería Ferrari.

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domingo, 12 de septiembre de 2010

Verona. Romantico tutto.


Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!… Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero celeste ante los ojos estáticos y maravillados de los mortales, que se inclinan hacia atrás para verle, cuando él cabalga sobre las tardas perezosas nubes y navega en el seno del aire.

Quizás sea éste uno de los motivos por la que es más conocida y más gente acude en masa a Verona, la obra de William Shakespeare, Romeo y Julieta. Aunque desde luego no fue nuestro caso. Esta romántica ciudad era otra de las muchas asignaturas pendientes que teníamos. Ya me picó la curiosidad hace más de veinte años con motivo de la grabación de un concierto que mi grupo preferido de música, Simple Minds, ofreció en La Arena de Verona. Dicho vídeo venía precedido por imágenes y escenas cotidianas de esta histórica ciudad. Y desde entonces decidí que teníamos que visitarla. En este tiempo muchas cosas habrán cambiado, pero lo que es seguro que no es la imagen que se abrió ante nosotros una vez traspasada la Porta Nuova y recorrimos el Corso de igual nombre; el famoso Listón y la bellísima Piazza Bra y detrás, oculto por un pequeño parque arbolado, La Arena. El conjunto arquitectónico que forma El Listón es una auténtica preciosidad, con sus coloridas casas y las animadas terrazas llenas de cafés y restaurantes, daban unas ganas inmensas de correr y sentarse a tomar un refrigerio viendo tranquilamente a la gente pasar en un día verdaderamente caluroso. Pero bueno, una vez recobrado el juicio de nuevo (acabábamos de llegar y ya tendríamos tiempo de descansar), lo que teníamos que hacer era empezar a recorrer cada rincón de esta joya patrimonio de la humanidad, que son muchos y a cada cual mejor.

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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Turín. Ciudad de soportales

Teníamos ganas de conocer esta ciudad del norte de Italia, capital de la región del Piamonte y la última gran ciudad italiana que nos quedaba por conocer. Era la primera etapa de nuestro viaje, y la más larga en distancia. Atravesamos toda Francia , desde la costa Atlántica hasta la Mediterránea, y de ahí por la autopista que une la Costa Azul con Lyon y París. Nos desviamos en dirección a Grenoble, ciudad que atravesamos al completo en busca de la frontera italiana, y que por lo que pudimos observar desde nuestro coche, creo que merecerá una visita en el futuro. Y en no mucho tiempo íbamos a atravesar una de esas obras de ingeniería que me dejan perplejo y que si te pones a pensar en lo que tienes por encima de tu cabeza, hace que te sientas diminuto, como un pequeño animalito en medio de un océano. Estábamos a punto de entrar en las entrañas de los Alpes; el túnel del Mont Blanc. Una obra de ingeniería de casi doce kilómetros de longitud que discurre debajo de esta emblemática montaña, y que debido a la limitación velocidad de 70 km/h y la obligatoriedad de guardar 200 metros de distancia entre cada vehículo se hace mucho más largo, o al menos fue nuestra sensación. Al acompañante le dan en el peaje un tríptico con las normas e indicaciones a seguir dentro del túnel. De todas formas esas limitaciones tienen su sentido después de ocurrir uno de los accidentes más graves de Europa hace diez años, en el que el incendio de un camión ocasionó un fuego que duró dos días y medio, y en el que perecieron 39 personas atrapadas en sus vehículos. Como curiosidades el que el letrero que marca la frontera entre Francia e Italia se encuentra dentro del túnel, y cómo no, los 36 euros que te cobran de peaje.


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viernes, 27 de agosto de 2010

Una escapada por Europa... de tres semanas

Acabamos de regresar de un inolvidable viaje de 6.230 kilómetros y tres semanas de duración, en el que hemos atravesado ocho países en los distintos desplazamientos, visitado un gran número de ciudades y localidades y en el que hemos contemplado parajes idílicos. Cuando empezamos a planificarlo hace unos meses nos pusimos, como casi siempre, unas premisas a cumplir. En esta ocasión, y aunque me encanta volver a visitar ciudades en las que he estado anteriormente para vivirlas desde otro punto de vista, no íbamos a repetir visita a ningún destino que ya hubiéramos estado, a excepción de Salzburgo en la que pasamos una tarde y cenamos en ella. Estableceríamos bases estratégicamente situadas en distintas ciudades para, bien visitar esa ciudad durante varios días si era grande y con muchos puntos de interés, o bien si en un radio de una hora en coche tenía al alcance distintos lugares intesantes. De esa forma los grandes kilometrajes los haríamos en el primer día desde nuestra ciudad y los dos últimos, ya de regreso a casa. Y además con la ventaja de no tener que cambiar de hotel casi a diario, lo cual se agradece.


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