Sihanoukville fue la siguiente parada de nuestro viaje por Asia, y Camboya uno de los países más exóticos y desconocidos de los que visitamos en el sudeste asiático. Llegamos al puerto de
Sihanoukville en la que iba a ser una espléndida jornada descubriendo la costa de
Camboya. Al desembarcar ya nos estaban esperando los autobuses que nos acercarían desde la cuidada zona portuaria hasta el centro de la población donde verdaderamente tomamos contacto con la realidad de
Camboya. Como curiosidad, los asientos de los autobuses son extremadamente estrechos y yo, sin ser especialmente grande ni grueso, ocupaba casi asiento y medio, y así con todos los demás autobuses de
Camboya y de
Vietnam en los que montamos. Afortunadamente el trayecto era corto...y el autobús iba a poco más de media ocupación. La llegada al centro urbano de
Sihanoukville fue absolutamente caótica. Al colapso circulatorio se unió el asedio a través de las ventanillas por parte de los conductores de tuc-tuc y otros oportunistas varios en busca de dólares. Era como si hubiera empezado a caer el maná de los cielos en forma de turistas americanos. Ante tal perspectiva a algunos americanos del autobús se le quitaron las ganas de explorar la ciudad por su cuenta y decidieron dar media vuelta de regreso al barco. Nosotros bajamos los primeros, y después de unos primeros instantes en los que casi tuvimos que apartar con las manos a tantos entusiastas y ofrecidos camboyanos, nos dirigimos a visitar el mercado central de
Sihanoukville.