miércoles, 26 de marzo de 2014

Geiranger: explosión de belleza natural


Después de un día completo de navegación, abandonamos el Océano Ártico para navegar a través del Mar de Noruega hacia uno de los fiordos más bellos y reconocidos del mundo, Patrimonio Mundial de la Humanidad, y que cada temporada estival reúne a multitud de visitantes de todas partes del mundo. El Fiordo de Geiranger es una de esas obras de la naturaleza creada y esculpida por el paso de los tiempos, y que hace del mismo uno de los rincones naturales del planeta digno de visitar y de disfrutar pausadamente. El hecho de que el Infinity tuviera prevista la llegada a la cabecera del fiordo pasadas las once de la mañana, nos permitió disfrutar de toda la navegación desde el principio y sin pegarnos el madrugón padre, cosa que a esas alturas del viaje agradecimos mucho.









A medida que íbamos avanzando por los retorcidos recovecos del Fiordo de Geiranger, fuimos descubriendo poco a poco los altos picos que lo abrazan, y disfrutando de los tímidos rayos solares allá donde conseguían burlar las altas cumbres. Unos rayos de sol que, en ocasiones, se hacían bellamente visibles entre la bruma creada por la humedad matinal. A mediados de julio la nieve aún permanecía impertérrita acumulada en neveros en las partes más altas de las montañas.






Uno de los momentos cumbre de esta pausada navegación por el Fiordo de Geiranger fue la llegada al punto donde la catarata de las Siete hermanas y la catarata del Pretendiente se miran de frente. Según nos había anunciado el capitán del Infinity por la megafonía del barco, y siempre que las condiciones meteorológicas de viento y el tráfico de navegación de otros cruceros nos lo permitiera, tenía la intención de parar la arrancada del barco justo en medio de ambas cascadas, para desde ese punto completar un giro completo de 360 grados que permitiera a todo el pasaje disfrutar de ese espectáculo de la naturaleza de una forma muy especial. Y así ocurrió, y así nos lo trajimos impreso para siempre en nuestra memoria. Fue una experiencia especial y de la que quedamos muy agradecidos, y a la que se sumaron los rayos solares de la mañana coloreando con los colores del arco iris los hilos de agua de la Cascada de las Siete Hermanas.


























Avanzando un poco más, a unos centenares de metros de estas dos últimas cataratas apareció otro importante salto de agua conocido por el nombre del Velo de la Novia, y que completa la leyenda del Pretendiente. Con algo más de 300 metros de altura es quizás de las cataratas más conocidas.






Una vez desembarcados por la nueva y muy cómoda pasarela móvil que tuvimos la fortuna de inaugurar según nos dijeron, y a pesar de que no teníamos muy claro que alternativa escoger para pasar la jornada en Geiranger, al final nos decidimos por la caminata ascendente hasta uno de los miradores que cuelgan del fiordo. Un trekking por un camino empedrado, empinado y en ocasiones resbaladizo por las numerosas torrenteras y pequeñas cascadas que lo atravesaban, y que nos ofreció maravillosos paisajes boscosos,  en ocasiones una apreciada sombra en un caluroso día de julio, y sobre todo al llegar a la parte más alta, unas magníficas vistas del profundo fiordo y las montañas que lo rodeaban.








Estos pequeños torrentes de aguas frías sirvieron para refrescarme y calmar la sed  bebiendo con total tranquilidad de sus claras y límpidas aguas. Algo verdaderamente difícil de poder hacer en otras partes del mundo, o al menos  temerario para la salud.


Una vez que dejamos el bosque atrás, entramos en una campa donde pastaban libremente un rebaño de amigables ovejas que se acercaban a nosotros con curiosidad. También pastaban en un cercado próximo tres llamas, animales que desde luego no esperábamos encontrarnos en la Noruega de los fiordos.


Y por fin nuestro objetivo final por el que nos habíamos esforzado en hacer este formidable trekking. Las vistas que nos ofreció el mirador encaramado en lo alto de la montaña a los pies del fiordo no nos decepcionaron en absoluto, aunque debo confesar que la precariedad del vallado con estacas de madera en no demasiado buen estado me daba cierto vértigo además de mucha desconfianza. Los barcos de crucero fondeados en Geiranger aparecían pequeños y casi insignificantes en la distancia, y las vistas de las cumbres y picos que nos rodeaban aparecían más espectaculares al acortar distancias. Con el zoom de la cámara fotográfica se apreciaba perfectamente la nueva e ingeniosa pasarela móvil estrenada con el Celebrity Infinity y que tanto nos había facilitado el desembarque del crucero. Pasamos un largo rato maravillándonos con el paisaje que nos rodeaba y disfrutando como niños de las imágenes de postal que aparecían mirases en la dirección que mirases. Ya disponíamos de otra nueva instantánea para el recuerdo en nuestra memoria.


Ese día en el fiordo nos acompañaron el "Silver Whisper", el "MSC Poesia", el "Costa Fortuna" y el "Kong Harald" de Hurtigruten. Previamente el "Club Med 2" había cedido su lugar de fondeo al "Silver Whisper". Toda una colección de barcos de crucero junto al nuestro, el "Infinty".






Después de dedicar largo tiempo a contemplar las maravillosas vistas que el mirador nos ofrecía del Fiordo de Geiranger, decidimos regresar por otro camino diferente al que habíamos utilizado para ascender al mismo. Este camino por el que apenas nos cruzamos con un par de senderistas nos volvió a sorprender con bellos paisajes y multitud de pequeñas cascadas y caídas de agua, una explosión de belleza natural de la que disfrutar. La gran Cascada de Kleivafossen, que más abajo atraviesa parte del camping en medio de un gran estruendo sonoro, nos acompañó en parte del recorrido por los estrechos caminos de piedra que en algunos tramos eran casi impracticables.














El río Marákelva en su camino hacia la desembocadura en el fiordo






El trekking de alrededor de quince kilómetros que hicimos en el Fiordo de Geiranger nos pasó cierta factura a nuestras piernas y sobre todo a nuestros pies, incrementado quizás por las altas temperaturas y el sol de justicia que lució durante toda la jornada, pero que nos dejó maravillosas postales grabadas en nuestra retina. Las frías aguas del río Marákelva  fueron un bálsamo para nuestros castigados pies.




En la época estival, en los largos días de luz diurna, el pequeño puerto deportivo de Geiranger se convierte en un improvisado "camping flotante" donde las lanchas y los pequeños yates se apelotonan abarloados unos con otros hasta que no caber siquiera una pequeña neumática.


Algunas construcciones permanecen inalterable a lo largo de las décadas en el fondo del fiordo. En una de esas construcciones, en un edifico con más de cien años de historia, acogen una galería de arte moderno con obras de artistas noruegos principalmente. Otro atractivo es la colección de coches antiguos del Hotel Union y algún que otro comercio de souvenir y artículos locales.


Tan inalterable como esta pequeña furgoneta Volkswagen de los años cincuenta

La jornada había llegado a su final, y de nuevo el Infinity navegaba en busca del Mar de Noruega dejando atrás los maravillosos paisajes que este lugar ofrece al viajero que se acerca a sus dominios.



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