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martes, 23 de septiembre de 2014

Isla de los Pinos; recorriendo la Bahía de St-Maurice



Una vez visitada la pequeña población de Vao teníamos que decidir si esperar a que regresara el expatriado francés con su destartalado Renault Twingo o bien intentar buscar otro medio alternativo para continuar visitando la Isla de los Pinos. De todas formas regresar con él significaba que volvíamos a la zona del barco de nuevo, corriendo el riesgo de que no tuviéramos ningún medio de transporte para seguir conociendo la preciosa isla. Así que a una de nuestras amigas argentinas se le ocurrió parar a uno de los habitantes locales que estaba con su Peugeot en la plaza de la Iglesia de Vao y pedirle si quería hacer de guía improvisado para nosotros. A esas alturas yo me había acercado a la ventanilla del sorprendido conductor que  no sabía muy bien que contestación darnos, entre otras cosas porque sólo hablaba un peculiar francés, aunque para entonces ya se había incorporado el espabilado de la isla que hacía de intérprete y al que aconsejaba qué debía cobrarnos. Al final llegamos a un acuerdo económico auspiciado por el listillo al que conocíamos de la zona del desembarque del Oosterdam, y que no nos generó buenas vibraciones. El caso es que ya estábamos los cuatro sentados en el revuelto interior del Peugeot 206 ante la incredulidad de nuestro guía ocasional. Y aunque reconozco que el comienzo fue difícil para él, tengo que decir que al final de nuestro contacto de cuatro horas (o más, no lo recuerdo exactamente) por todas las bahías de la Isla de los Pinos, a la que además circundamos en todo su perímetro, estoy convencido que se va a replantear su futuro profesional  y complementar los ingresos de sus plantaciones con los de guía turístico ocasional.

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jueves, 18 de septiembre de 2014

Isla de los Pinos; el paraíso en color turquesa


Y llegamos a la Isla de los Pinos. La mañana se presentaba soleada con algunas nubes sueltas, pero el viento soplaba con fuerza así que ese iba a ser el principal motivo de preocupación para nosotros. La presencia del ciclón tropical "Luci", aunque bastante lejana aún, se dejaba sentir en forma de fuertes vientos que complicaba en exceso el desembarque en los pequeños tenders del Oosterdam, y al parecer era motivo de gran preocupación del capitán del barco como es lógico. De hecho el desembarco se llevó a cabo con cierto retraso sobre el horario previsto, pero finalmente pudimos desembarcar entre los primeros grupos de pasajeros a pesar de que las rachas arreciaban por momentos. Para agilizar el proceso no se permitió desembarcar a la tripulación del Oosterdam. Ya en el muelle del barco los tenders golpeaban violentamente con la estructura del mismo, y las olas superaban en ocasiones el nivel del muelle del Oosterdam mojándonos los pies en varias ocasiones, y eso que desde el puente de mando intentaban mantener el costado de babor a sotavento y lo más protegido posible. Es de agradecer el esfuerzo que la tripulación del Oosterdam hizo ese día para que pudiéramos disfrutar de una de las visitas estrellas del crucero, la Isla de los Pinos.


Resulta difícil describir tanta belleza natural concentrada en tan poco espacio. Quizás uno de los últimos paraísos del Pacífico que aún no ha sido invadido por el turismo y que permanece casi virgen. El muelle donde se desembarca en la isla está situado en la Bahía de Kuto, y la fotografía ilustra lo primero que nuestros ojos contemplaron de esta preciosa isla. Una larga playa de arenas blancas como si de harina se tratara, prácticamente desierta con unas aguas de un profundo azul turquesa y rodeada de vegetación y alguno de los típicos pinos columnares, endémicos de Nueva Caledonia. A pie de embarcadero un vistoso grupo de baile nos recibió ataviados con con sus típicas pinturas corporales y complementos de paja., todo un espectáculo visual.

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