La ciudad amurallada de Saint Malo presume a lo largo de los siglos de una larga y abultada historia, pero también bastante convulsa, y en ocasiones trágica. Había leído que se la solía apodar como la ciudad corsaria y desde luego, una vez conocida, el apelativo le encaja como un guante. Ya en los siglos XIII y XIV los habitantes de Saint Malo se dedicaban a la piratería de barcos enemigos, y hasta llegaron a ser una ciudad independiente. También a lo largo de los siglos la configuración de sus calles entorno a la catedral han cambiado en parte debido a los incendios sufridos por la ciudad en el pasado hasta llegar a la Saint Malo que hoy conocemos. De todas formas, y a pesar de la destrucción sufrida en la Segunda Guerra Mundial que arrasó el 80 por ciento de la ciudad intramuros, Saint Malo luce hoy como nunca y es uno de las ciudades turísticas de Bretaña que más interés despierta. Las vistas de la ciudad desde la zona del puerto deportivo son fantásticas. Varias puertas dan acceso a la ciudad amurallada, la más antigua es la Grand Porte, imponente con sus dos torres almenadas, mientras que la de Saint Vincent hoy en día es el principal punto de entrada a intramuros.
Caminar por lo alto de las murallas es la mejor manera de poder disfrutar de las vistas del estuario, las playas y los maravillosos edificios de piedra gris que forma la ciudad intramuros. Tras los devastadores estragos que la guerra hizo en la arquitectura de Saint Malo, después del conflicto armado se pudo reconstruir la ciudad fielmente para que hoy luzca como pocas.
La playa du Môle está resguardada de los habituales vientos que azotan Saint Malo y protegida por el espigón del puerto. Como consecuencia de ello es una de las más solicitadas con unas bonitas vistas del estuario del río La Rance y de la vecina localidad de Dinard. Y los mismos muros que protegen hoy en día a los bañistas, antaño protegían a la ciudad con la ayuda de grandes cañones de bronce apostados en lo más alto de los muros. Hoy son un adorno y recuerdo del pasado de Saint Malo.
Continuando el paseo por lo alto de las murallas una construcción en un islote vecino nos llamó la atención. Sobre él se levanta una fortificación que da protección y seguridad a la ciudad corsaria de Saint Malo. Se trata del monumento Fort National, construido en granito y que hoy alberga un museo que explica su historia. Como dato curioso los horarios de apertura son variables ya que su acceso depende de las mareas, sólo se puede llegar a la fortaleza en bajamar. Desafortunadamente nosotros no pudimos acceder al Fort National, y ya no por el museo en si sino más bien por las increíbles vistas que seguramente se pueda disfrutar desde ese punto de Saint Malo.
Seguimos algo más de tiempo caminando por lo alto de las murallas, contemplando la ciudad desde su elevada perspectiva que permitía ver sus edificios, las calles, sus terrazas y la gente de otra manera. La Catedral de San Vicente destacaba sobre las demás edificaciones con sus sobrio estilo mezcla de románico y gótico. El templo que vemos hoy es el resultado de multitud de reconstrucciones, las más recientes tras la Segunda Guerra Mundial.
Cuando abandonamos las murallas nos dedicamos a callejear por el entramado de calles de la ciudad intramuros de Saint Malo. A medida que la tarde avanzaba muchos de los visitantes iban abandonado la ciudad, pero a pesar de ello las terrazas, plazas y restaurantes se encontraban a reventar. La verdad que el emplazamiento de Saint Malo es fabuloso, entre el estuario del río La Rance, el puerto en el sur de la ciudad y el Canal de la Mancha en el norte, no es de extrañar que sea uno de los polos de atracción de la Bretaña ¿Quién no sucumbiría ante la belleza de esta ciudad?
En los alrededores de la Catedral de San Vicente pequeños puestos de delicias locales gourmet tientan a los paseantes. Algunas eran una gozada, con los productos alineados perfectamente en las estanterías, mermeladas artesanales, mantequillas saladas, caramelos artesanos, quesos, chocolates, en fin, un mundo de sabores, olores y colores.
Y cómo no, las creperías y bistrós llenos de encanto. Pegado a la muralla este de Saint Malo se alinean una serie de locales de restauración que ofrecen todo tipo especialidades locales. Es un sitio fantástico donde degustar una docena de ostras de Bretaña, mejillones y una gran variedad de pescados, y por supuesto, las famosísimas galettes rellenas de casi cualquier cosa que se te pueda ocurrir. Son una verdadera institución en Bretaña. En nuestro caso unas riquísimas galettes rellenas de salmón y queso philadelphia. Nuestro recorrido por Bretaña estaba llegando a su fin, al día siguiente otra región de Francia nos esperaba de camino a casa.
0 comentarios :
Publicar un comentario