Un buen día de finales de abril, se nos ocurrió la idea de ir a esquiar y visitar esta localidad del pirineo francés. Lo más lógico hubiera sido reservar uno de los encantadores hotelitos que pueblan este precioso pueblo, y el pasar el fin de semana en él. Lo que pasa es que nos pareció más aventura, casi rozando la insensatez, el levantarnos a las cuatro de la madrugada, echarnos a la carretera y recorrer las casi seis horas que nos separan de esta estación. Una vez en destino esquiar durante siete horas seguidas, visitar el pueblo más tarde, tomarnos unas cañitas ("sans alcool", por supuesto) y regresar a Santander a las tantas de la madrugada. Afortunadamente, mi coche cuenta con regulador de velocidad, lo cual agradecí ya que hubiera sido incapaz de llevar el pie todo el tiempo en el acelerador a la vuelta.
Y todo debido a que nuestra coqueta estación de sky de Alto Campoo ya se encontraba cerrada en esas fechas, y la posibilidad de hacer unas bajaditas para dar por terminada nuestra temporada, y las ganas de una pequeña aventura de más de veinte horas nos sedujo al momento. Todavía conservamos el espíritu aventurero, aunque algunos lo califican como brotes de locura. Pero al fin y al cabo son estas pequeñas locuras las cosas que se recuerdan con más cariño con el paso del tiempo.
Salimos de Santander de madrugada, de noche por supuesto, y una vez pasado el tapón de la circunvalación de Bilbao (ya a esas horas hay circulación lenta, aunque parezca mentira), entramos más adelante a la preciosa, y cara, autopista del sur de Francia. Nos desviamos en Tarbes en la salida (sortie) de Lourdes, y una vez dejada atras en poco más de veinte minutos llegábamos a nuestro destino, Cauterets. Rápidamente nos colocamos nuestros equipos y nos dirigimos raudos al telecabina que accede a uno de los dominios; el sector de Lys. Las vistas del pueblo que te brinda el telecabina en el ascenso son espectaculares. Y con esas llegamos a la estación. Después de deleitarnos con las fantásticas vistas y de tomar nuestro primer contacto con la nieve de esta parte del Pirineo, al telesilla y a disfrutar por las pistas. A medida que avanzaba la mañana tuvimos que ir despojándonos de parte de la ropa, la temperatura ambiente subiendo poco a poco, y al final descendiendo por las pistas en manga corta y con la cazadora anudada a la cintura. No me extraña que la gente se dedicara más a tomar el sol que a lanzarse por las pistas. Si es que estábamos en el Caribe, y yo pensando que estaba en una estación de sky.
Una vez que dimos, con mucha pena y mucho cansancio, por finalizada la jornada de sky, nos montamos de nuevo en el telecabina para descender al pueblo de Cauterets. Nos habíamos ganado una merecida merienda, regadita eso si, con unas buenas cervecitas, que el calor seguía apretando. Paseamos por las calles de este encantador y elegante pueblo que a primera vista podría ser un pueblecito más del Pirineo, pero que se diferencia por la elegante arquitectura de sus edificios. Eso le hace ser único. La arquitectura del siglo XIX de las termas, los hoteles, muy parecida en estilo a las de París o Burdeos, ya te hace sospechar que fue una villa famosa en otros tiempos y con asiduas visitas célebres y hasta reales. Víctor Hugo, la duquesa de Angoulême, hija de Louis XVI, la Reina Hortensia de Beauharnais, son entre otros un ejemplo de personalidades que han desfilado por Cauterets.
Sin duda un lugar para visitar en algún fin de semana, incluso en verano, ya que la naturaleza que la rodea es espectacular. Senderismo, hoteles-spa, mountan bike, no hay lugar para el aburrimiento, a menos que uno quiera. Por cierto que la mascota de Cauterets es "la Marmote". Omnipresente en todas las tiendas. Hasta yo caí en comprar una taza de desayuno con la imagen de la marmota. Si es que las viejas costumbres no se pierden.
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