lunes, 5 de marzo de 2012

Singapur, el dragón de las prohibiciones.



Diecinueve horas después de despegar del aeropuerto de Barajas, aterrizábamos en esta ciudad-estado situada al sur de la península de Malaca, y considerada como uno de los territorios más meridionales de Asia continental. El paso por inmigración llevó casi una hora, con lo que nada más salir ya estaba el equipaje esperándonos y pudimos ir a tomar un taxi que nos llevará al hotel. Durante el viaje en el taxi ya habíamos sacado dos conclusiones de Singapur;  la primera es que íbamos a pasar bastante calor, pero me refiero a esos  calores pegajosos que en realidad no nos abandonaría hasta casi el final de nuestro viaje. La segunda es lo extremadamente cuidada que luce esta ciudad de Asia, en la que sorprende que  hasta las vallas o quitamiedos  que están a lo largo de la autopista se encuentren ocultos tras una cortina de plantas y coloridas flores.



En poco más de media hora de trayecto desde el aeropuerto de Changi, nuestro taxi llegó al hotel Pan Pacific Singapore, el estupendo hotel donde nos alojamos en la zona de Marina Bay, y donde nos dispensaron un trato excepcional, y donde nos dieron una gran sorpresa con la amplia habitación que disponía de unas vistas privilegiadas al Marina Bay Sand y al precioso skyline de Singapur. Una reparadora ducha, y ya estábamos preparados para explorar la ciudad y verlo todo. Una curiosidad de esta zona de Singapur es que puedes salir del hotel hacia pasarelas elevadas que cruzan las calles, o salir directamente a centros comerciales que comunican el Pan Pacific con el Mandarín Oriental y con la zona de la Esplanade y la Marina Bay a cinco minutos.


Y justo delante de la Esplanade, se nos abría la espectacular visión del hotel casino Marina Bay Sand y la bahía que forma la desembocadura del río Singapur. Y además, todo acompañado de los aromas de los puestos de comida callejera que abundan en esa parte de la ciudad, y que ya no nos abandonaría en todo nuestro viaje por el sudeste asiático. Porque una cosa en la que todo viajero que haya estado por esta parte del mundo coincidirá es que Asia huele a comida, sea cual fuere el país en el que te encuentres, y generalmente bastante barata y abundante.




Pasamos un buen rato disfrutando de las vistas que la Esplanade nos ofrecía, con el continuo ir y venir de los barcos turísticos, y los preparativos del concierto de música que se preparaba para esa noche en el auditorio al aire libre. Pero, a pesar de lo a gusto que nos encontrábamos, poco a poco comenzaba a caer la noche, y teníamos que visitar el distrito financiero, con los rascacielos alzándose al cielo y compitiendo por las mejores vistas de la bahía. Antes pasamos por el Hotel  Fullerton, un hotel de lujo de principios del siglo XX, cuya clásica arquitectura parece querer destacar del skyline de Singapur. Y en un breve paseo llegamos a los pies del rascacielos One Raffles Place. En su azotea está el bar-terraza Altitude, que ofrece unas vistas panorámicas espectaculares de Singapur, y donde nos refrescamos con sendos "destornilladores" mientras nos recuperábamos del taponamiento de oídos que nos había provocado la rápida subida en el ascensor. Cuando finalizó su construcción era el edificio más alto del mundo fuera de los Estados Unidos. Y la experiencia fue más que gratificante, sobre todo cuando está anocheciendo y Singapur parece iluminada por miles de antorchas, la música chill out, jardines con plantas y unos cómodos sofás donde disfrutar de la compañía y de la brisa que sopla a 280 metros del suelo. Visitar esta terraza es algo obligatorio en una estancia en Singapur, pero hay que ir bien vestido, ya que no se admite el acceso en shorts o camisas de tirantes.



El cansancio de los largos vuelos, y la noche ya avanzada, nos hizo ir a la caza y captura de un buen restaurante para cenar. La temperatura nos empezaba a dar tregua, y comenzamos mirando la colección de restaurantes que pueblan las orillas del río de Singapur. Muchas luces de neón publicitando sus platos en grandes fotografías, y pesados camareros intentando pescarnos con sus ganchos, nos hizo desistir de seguir mirando por esa zona. Finalmente regresamos a los pies de la bahía, y una increíble terraza con fabulosas y privilegiadas vistas de la zona de Marina Bay, nos dio más garantías de disfrutar de una buena cena. Y así fue, bien asesorados por los camareros que nos tocaron en suerte, pudimos disfrutar de unos suculentos y abundantes platos, todo regado con unas frías cervezas muy apropiadas para el calor de Singapur. Y lo más maravilloso de todo poder disfrutar en primera línea del espectáculo de fuego, luces y música que el hotel Marina Bay Sand ofrece cada hora y media. Como colofón, y antes de levantarnos de nuestra mesa para ir al hotel a descansar, fuegos artificiales lanzados desde los alrededores de la noria panorámica. No se a que se debían los mismos, o que es lo que celebraban, pero en broma nosotros lo atribuimos a que los lanzaron como signo de bienvenida a esta maravillosa ciudad.






Al día siguiente, después de desayunar, nos fuimos a visitar la excepcional arquitectura del hotel Marina Bay Sand, convertido en icono de la ciudad de Singapur,y del complejo adyacente compuesto por un espectacular centro comercial con las tiendas y diseñadores más exclusivos, en el que destaca el bonito edificio de Louis Vuitton que se alza como una isla en la bahía, y el museo de Arte y Ciencia, una edificación en forma de flor de loto. Llegamos a través del moderno puente peatonal, llamado The Helix Bridge, que completa el moderno y futurista entorno de esta parte de Singapur. Aquí hay que detenerse un buen rato ya que ofrece de nuevo preciosas vistas de los rascacielos, el teatro de la Esplanade, la zona de los lujosos hoteles donde  se levantan el Swissotel, el Mandarín Oriental, el Pan Pacific Singapore, el Rittz Carlton...y el propio complejo del Bay Sand.  Cuando estuvimos  justo a los pies de las tres torres del hotel, no pudimos más que alucinar, una construcción aún más absolutamente espectacular, quizás de lo mejor que hayamos podido contemplar con nuestros propios ojos, y cuyo interior tampoco defrauda. Varios restaurantes, música clásica en directo, tiendas, y un movimiento constante de cientos o miles de personas, le hacen bonito de visitar y extremadamente incómodo alojarse en cualquiera de sus más de 2.500 habitaciones. A pesar de haber disfrutado el día anterior de la vistas de pájaro en la terraza del Onerafflesplace, no nos pudimos reprimir y subimos al mirador de la torre tres del Marina Bay Sand, donde a parte de contemplar las vistas desde otro punto distinto, pudimos ver la espectacular piscina desbordante, de uso exclusivo para los huéspedes el hotel.








Las distancias dentro del centro de Singapur no son muy grandes, y permiten agradables paseos, pero los taxis son tan baratos que muchas veces compensa tomarlos en cortas distancias. Nuestra siguiente parada fue el barrio chino, donde pudimos disfrutar de bonitos edificios coloniales, mezclados con el exotismo de espectaculares templos y horrorosas torres de apartamentos donde supongo se hacine la abundante población china. En este barrio hay un gran ambiente en las calles, donde las tiendas de recuerdos, ropa, artesanía y comida se reparten equitativamente. Gran éxito deben de tener las camisetas que lucen las prohibiciones más conocidas en esta ciudad, ya que están presentes en todas las tiendas, y que no deja de ser una gran curiosidad. Por otra parte dichas prohibiciones en mi opinión, no dejan de ser más que  la buena educación hecha ley porque por lo visto ésta no debía abundar, aunque también quede mezclada con ellas una excesiva criminalización del chicle. Sancionar el orinar en la calle, o escupir al suelo, o comer en los transportes públicos, o arrojar desperdicios o comida en la calle, parecen actos de convivencia y sentido común.  En el camino de vuelta por el North Bridge Road pudimos ver las edificaciones de la época colonial, como la Catedral de Sant Andrew, el Ayuntamiento de Singapur, el edificio del capitolio, en claro contraste con los rascacielos que se levantan cerca e ellos.







Y cómo no íbamos a visitar otro de los símbolos de Singapur, más pequeño en altura, pero símbolo a fin de cuentas. El famoso Hotel Raffles. Una maravilla colonial de edificaciones, corredores, patios y jardines, construida en el siglo XIX, y que conserva un ambiente especial propio de otros tiempos. La verdad que disfrutamos un montón sentados en esas butacas de mimbre, empapándonos de ese ambiente, mientras nos refrescábamos y relajábamos a la sombra. Tanto es así, que tuvimos que salir casi a la carrera hacia el Pan Pacific a recoger nuestro equipaje, que gentilmente nos habían guardado, y de allí rápidamente en un taxi hasta la terminal de cruceros de Singapur, situada frente a la Isla Sentosa, donde nos estaba esperando con su bonito casco azul el Zaandam. Sería nuestra casa los siguientes quince días.


El Río de Singapur

La arquitectura del teatro ópera de la Esplanade levantó muchas polémicas por su original cubierta de aluminio

El espectáculo de luz y sonido del  Bay Sand que pudimos disfrutar desde las alturas de la terraza del One Raffles Place. Impresionan las luces de los mercantes fondeados que se pierden en la lejanía del horizonte.

Otra vista de la zona de Marina Bay con la noria al fondo

Por la noche Singapur luce más espectacular si cabe. Rascacielos conviviendo con  las pequeñas edificaciones en el entorno del río de Singapur.

Fantásticos platos de la cocina de Singapur...

.....que los pudimos disfrutar en un entorno incomparable frente a Marina Bay.

Estos son los interiores del centro comercial Bay Sand

...y estos los enormes, espectaculares y luminosos del hotel Marina Bay Sand

La isla de Louis Vuitton surge de las aguas de la bahía. Por la noche luce fantástica entera iluminada

Diversos templos...

......pueblan los barrios chinos e hindúes  

Uno de los múltiples usos que hemos descubierto en este viaje de las motos

6 comentarios :

Gracias Nacho por las bonitas fotos de Singapur, sobre todo las nocturnas. Me ha encantado ver con vuestros ojos el espectacular "barco de las alturas" desde arriba.

Dos cositas: una, que esa camiseta de prohibiciones se vino para casa; la segunda es que la criminalización del chicle tiene una razón, y es que la gente los plantaba donde les daba la gana, y no solo como en España que tenemos unas calles que dan asquito, también lo pegaban en las puertas del transporte, del metro principalmente, y éste en muchas ocasiones no podía cerrarlas, así que ¡fuera chicles!, además hay prohibición de importarlo y todo.

Es que decir que Singapur de noche es bonita es quedarse corto, y desde lo alto del OneRafflesPlace ya es alucinante. Creo recordar que costaba 15 euros por persona con copa incluida, pero merece la pena de lejos. Es como Hong Kong, mejora mucho de noche.

En el tema de los chicles, y siendo de esa manera, no me extraña lo de la persecución. Cuando no se ha aprendido educación y el sentido común es inexistente, no queda más remedio que regular y/o prohibir

Estupendo relato, me apunto la escala para cuando dé la vuelta al mundo.

¿Lo vendemos todo y nos vamos a recorrer el mundo Enrique? Imagino que no pueda haber nada más enriquecedor para el espíritu. A ver si algún día lo podemos cumplir

Singapur oh Singapur, me encanta.
Los paseos nocturnos por Clarke Quay y River side, tomando un par de Margarita Frozzen en cualquiera de las terrazas, es....impagable.
Muy buen artículo y fotos.....excelentes.
Saludos

Es que lo que dices son palabras mayores: ..Margarita...Singapur...noche....terraza....buena temperatura.....Ay, que me vuelvo ahora mismo. Gracias por tus palabras Gildo

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