domingo, 19 de agosto de 2012

La Bahía de Halong. Un encuentro inolvidable


Intentar transmitir las sensaciones que nos han causado  los lugares que hemos visitado, en los viajes que hemos hecho hasta el momento, nunca ha sido fácil. Pero transmitir lo que hemos sentido navegando por la hermosísima Bahía de Halong va ser poco menos que imposible. No se si existirán las palabras adecuadas  para describir esta maravilla natural, o si yo seré capaz de encontrarlas, por lo que este reportaje será sobre todo visual. Es un lugar mágico. Pero para empezar bien el día teníamos que reponer fuerzas con un buen desayuno. Y si es frente a las cristaleras de popa y contemplando aquel maravilloso espectáculo natural, mejor que mejor.





Ese día madrugamos. A pesar de ser una escala muy larga en la que estaríamos hasta bien entrada la noche, queríamos vivir esos momentos desde el principio. El amanecer nos trajo una mañana brumosa, algo bastante habitual en la Bahía de Halong debido a la humedad reinante. Lo primero que quisimos hacer fue subir a las cubiertas más altas del Zaandam,   y desde esa privilegiada  posición hacernos una primera idea del entorno que nos rodeaba de la Bahía. Pudimos ver como ya empezaban a apelotonarse los barcos juncos de las excursiones de la compañía, mientras que en el otro muelle del Zaandam ya habían arriado los tender para los pasajeros que desembarcábamos por libre. En ese sentido los desembarques siempre han funcionado a la perfección, ágiles y bien organizados. 



Mientras, en la popa del Zaandam, fondeaba una pequeña embarcación con una pareja vietnamita y sus dos pequeñas hijas gemelas. Esa pequeña barca era su hogar, donde duermen, donde cocinan, donde almacenan los barreños de agua dulce, donde tienden su ropa y donde también pescarán su principal sustento.


En la popa de la pequeña embarcación estaba situada la "cocina", un pequeño infiernillo y los cacharros y algún cuenco. Para moverse utilizan el motor de una moto adaptado como fueraborda. Algo muy común en todos los países del sudeste asiático, donde usan el ingenio para todo.


Mi asombro fue ver como una de las pequeñas niñas saltaba al pequeño y frágil bote, y con una maestría pasmosa e impropia de su edad, remaba hasta la vertical de la popa del crucero y mendigaba limosna a los pasajeros que se asomaban por cubierta. Fue una escena que me dejó bastante impactado o desconcertado, o yo que se, pero que más tarde viviríamos de nuevo con otro bote de otra familia mendigando ayuda a los pasajeros que llegaban en los tender.


Esta barcaza de transporte de coches varada en una rampa servía de improvisado muelle para los tender. Una manera cuando menos peculiar de desembarcar.




La noche anterior habíamos quedado con nuestros "compis" canadienses para alquilar un junco y hacer un crucero a lo largo de la Bahía de Halong. Nos encontramos en la piscina cubierta del Zaandam, donde la tripulación había montado el bufé de chocolates de medianoche. En un principio pensábamos bajar nosotros solos y negociar por nuestra cuenta un barco para navegar por esta maravilla de la naturaleza que es Halong Bay. Pero ante la insistencia, y además con lo simpáticos que eran, no nos quedó otra que aceptar la invitación, y además encantados. Quedamos al día siguiente para bajar todos a la vez en el mismo tender, y la verdad que todo resultó de lo más fácil. Uno de ellos, que era un buen negociante, estuvo un rato tratando con uno de los intermediarios que rondan las inmediaciones de la rampa donde desembarcamos de los tender, y el resultado final del trato fue un precio de 20$ por persona. En él se incluía los taxis que nos acercarían hasta los muelles donde zarpan los sampan, más los taxis de regreso al pueblo de Hon Gai, un recorrido de más de cinco horas por las islas más representativas de Halong Bay y las entradas a las grutas también incluido en el precio. Además el barco tenía que ser para nosotros, que éramos ocho, y para una pareja de norteamericanos y otra de australianos que conocimos en el crucero. Y nosotros encantados de la vida.


Embarcamos en el sampan y comenzamos la que sería una de las navegaciones más emocionantes y maravillosas de nuestra vida, y hasta misteriosa y fantasmagórica al principio, a medida que la silueta de las islas e islotes aparecían de entre la niebla mientras avanzábamos hasta la Isla de las Maravillas. Allí, tras desembarcar del sampan, pudimos visitar la cueva de las Estacas de Madera y sobre todo la cueva del Palacio Celeste (Dong Thien Cung), a la que se accede después de subir un montón de escalones ya que está a más de 50 metros por encima del nivel del mar. Las cámaras lucen preciosas con una iluminación multicolor que le da más espectacularidad.






Estas galerías ya maravillaron en su día a los franceses.....

.... con  sus espectaculares formaciones de estalactitas y estalagmitas 

Vista de una parte del poblado flotante que más tarde visitaríamos en pequeñas barcas de remo



Una anciana se abarloó con su pequeño bote cargado de frutas y otros alimentos a la pescadería flotante donde nos encontrábamos nosotros con la esperanza de vender algo de género.

Y esta es la pescadería del poblado flotante. Pero aquí el pescado, y el marisco también, se mantiene vivo encerrado en redes en el interior del mar.

Pronto le salió competencia a la anciana. Esta chica también se acercó a probar suerte

El marisco y el pescado más fresco imposible

Cuantas veces he deseado saber lo que pasa por la mente de las personas. Y esta es una de ellas          ¿Qué pensamientos la podrían estar rondando por la cabeza en esos instantes?



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