Este enriquecedor viaje a Oriente Próximo surgió por casualidad, casi de rebote. En un principio nuestra idea para el viaje de invierno era volar al sudeste asiático para visitar el último país que nos queda por conocer de ese maravilloso trozo del planeta, pero el precio de los vuelos nos hizo desistir de nuestros planes iniciales. No obstante no renunciamos en los meses finales del año a la esperanza de encontrar alguna buena oferta que al final no acabó de surgir. Así vistas las cosas decidimos cambiar de tercio, y aprovechando la buena colección de "avios" de que disponíamos ambos, decidimos adquirir unos vuelos con Iberia desde Santander a Tel Aviv vía Madrid y profundizar en nuestro conocimiento de Tierra Santa, esa zona del mundo cargada de tanta historia y con tanto sufrimiento a sus espaldas. Tras unos días de lecturas de blogs de viajes y alguna que otra guía de viaje adaptamos una ruta muy completa -pero también tranquila y desahogada de tiempo- a los nueve días de vacaciones de que disponíamos.Y tal como la planificamos decidimos que la mejor opción era hacer un completo "road trip" con un coche de alquiler a través de esas tierras bíblicas, ya que el transporte público nos iba a robar demasiado tiempo al no ser tan eficaz en la mayoría de las visitas que queríamos hacer.
La estancia en Israel la distribuimos en bases. La primera fue la ciudad santa de Jerusalen, donde permanecimos cinco noches debido a sus innumerables puntos de interés tanto en la propia ciudad como en sus alrededores. Aquí nuestra elección de hotel pasó por una recomendable opción en la parte árabe de Jerusalen. El National Hotel Jerusalem resultó una buena elección por su relación calidad precio -el parking del coche es gratuito- , en un animado barrio de la parte árabe de la ciudad y a poco más de cinco minutos a pie de la Puerta de Herodes que da acceso a al Ciudad Vieja de Jerusalen y a menos de quince minutos de la famosa Puerta de Damasco y la estación de autobuses. Contrariamente a lo que algunos se piensan la parte árabe es completamente segura. Desde la base de Jerusalen visitamos, a parte de la propia ciudad, el Mar Muerto, Masada o la Fortaleza de Herodes, la ciudad de Belén y el Desierto de Judea.
La siguiente base la establecimos en Nazaret. Antes de atravesar una gran parte de los territorios palestinos de Cisjordania para alcanzar nuestra segunda base visitamos el Monasterio de San Jorge, extraviado en el fondo de un cañón que a su vez se encontraba perdido en mitad del desierto, fue como una visión irreal, quizás un espejismo debido al calor que azotaba estas zonas inhóspitas de esas tierras bíblicas. En Nazaret nos alojamos en una enorme habitación de una antigua casa particular con toda clase de comodidades -incluida una gran bañera de hidromasaje- en pleno centro de la ciudad y con aparcamiento gratuito, Muy recomendable sin lugar a dudas. En esta etapa conocimos el lugar donde se apareció a la Virgen María el Arcángel San Gabriel , el pequeño centro histórico y los alrededores con el Mar de Galilea y sitios históricos como grandes protagonistas.
Una tercera base para pernoctar fue la fabulosa ciudad templaria de Acre. Una magnífica elección para disfrutar de esa antigua y animada ciudad con tantas cosa por ver y hacer. El céntrico hostel Hi Akko resultó muy cómodo, amplia habitación una terraza con vistas de quitar el sentido. Además aparcamiento gratuito en una ciudad complicada para aparcar. Es un placer pasear por las estrechas calles empedradas tan repletas de historia. Además dispone de buenos lugares para comer y degustar la comida de Oriente Próximo. Desde Acre también a provechamos para conocer la cercana ciudad portuaria de Haifa y sus espectaculares jardines ubicados en el Monte Carmelo.
Y ya para finalizar nuestro "road trip" por Tierra Santa el destartalado Kia de alquiler -merece capítulo aparte el lamentable estado de aquel coche- nos llevó hasta la capital de Israel, la cosmopolita Tel Aviv y a la histórica ciudad portuaria de Jaffa, hoy en día casi un barrio más de Tel Aviv. Resulta increíble las diferencias tan enormes que encontramos entre Tel Aviv y Jerusalén, las dos grandes ciudades de la zona. Y no me refiero a nivel arquitectónico, histórico o de monumentos donde obviamente destaca Jerusalén , sino al carácter de los israelíes que habitan en ellas. En Tel Aviv la gente es más abierta de mente, cosmopolita y más o menos acogedora pero en Jerusalén nos hemos topado con israelíes verdaderamente desagradables tanto en su trato como en comportamiento hacia el viajero, y no han sido casos aislados ni mucho menos. Probablemente haya sido la sorpresa más desagradable de este precioso viaje que se volvió a confirmar en los controles de salida en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv con militares que apenas superan la adolescencia impertinentes, antipáticos y prepotentes. Ya podéis ir con tiempo de sobra antes de la salida del vuelo.
Este es un pequeño resumen del viaje por carretera que hicimos por Tierra Santa. En entradas venideras iré desarrollando el viaje detalladamente y daré algún que otro dato o "consejillo". Nos quedaron algunas cosillas por ver, como acercarnos hasta la costa del Mar Rojo, pero tampoco queríamos abarcarlo todo en el tiempo de que disponíamos y quedarnos con la sensación de ir demasiado deprisa sin poder procesar lo visto. En otros casos fue el propio ejército de Israel el que nos impidió entrar en algunos enclaves de Cisjordania como fue el caso de la ciudad bíblica de Jericó. Aquí una barrera de vehículos militares con armas automáticas tenía bloqueados todos los accesos a la ciudad y nos conminaron de muy malas maneras a que diéramos la vuelta y regresáramos por donde habíamos venido. Lo dicho, pura dulzura y empatía (sarcasmo).