Asakusa, el barrio más tradicional y con más historia de toda la ciudad de Tokio. El ambiente en Asakusa cambia radicalmente con respecto al ritmo trepidante de la metrópolis, y el Templo Sensoji es el epicentro de todo ese ambiente. En muchas zonas parece como si el periodo Edo, con su tradición y sabor añejo, no se hubiera acabado. Es habitual que mucha gente siga utilizando el kimono o el yukata en el caso de los hombres, y muchos adolescentes los alquilan también cuando visitan el Templo Sensoji. Y es que esta zona de Tokio que se extiende al este de Ueno hasta la rivera del río Sumida, los carteles luminosos, los grandes edificios de hormigón y las tribus urbanas dejan paso a la tradición, a la espiritualidad y al sosiego, siempre y cuando las hordas de turistas y la gran afluencia de gente lo permitan.
El acceso principal al Templo Sensoji se realiza por la calle comercial de Nakamise, repleta de tiendas de artesanía, souvenirs o trajes tradicionales. Y tras ella la enorme puerta roja Kaminarimon, con su gran lámpara o linterna colgando del centro y flanqueada por dos estatuas representativas del dios del trueno y del dios del viento. Esta puerta da acceso al complejo de edificios del Templo Sensoji. Se puede aprovechar para purificarse con el humo de incienso, pero no hay que olvidar que algunos estudios científicos han llegado a la conclusión de que el humo producido por la combustión del incienso es más perjudicial que el humo producido por el tabaco.
El templo Sensoji conocido como Asakusa Kannon fue reconstruido después de los daños sufridos en la Segunda Guerra Mundial. Acoge el altar frente al que oran y realizan sus peticiones y deseos los fieles que hasta él se acercan. Tras depositar una moneda comienzan con el ritual de palmadas y oración. Está prohibido sacar fotografías a partir de las escaleras de acceso so pena de llevarse una buena reprimenda por parte de los guardianes que vigilan la zona. Como se aprecia en las fotografías el complejo de Sensoji resulta muy popular entre la gente, y eso a pesar de que ya la tarde estaba bastante avanzada. Por la mañana debe ser muy complicado deambular por sus espacios.
En el complejo de Sensoji destacan el edificio principal llamado Hondo y la vistosa pagoda de cinco pisos de altura. Mientras se recorren los edificios conviene pararse a contemplar con calma los detalles ornamentales, sobre todo sus tradicionales tejados y las vigas y columnas que los sustentan.
Resulta muy común el uso del kimono en la zona de Asakusa. Muchas adolescentes alquilan los kimonos en las tiendas de alquiler, y luego pasan la tarde luciendo las vestimentas tradicionales. En consonancia a la moda de los selfies, todas van armadas con sus palos y sus teléfonos en el extremo del mismo, y no paran de sacarse fotos a cada paso. Tampoco las importó que las fotografiáramos, aunque eso si, con una mano tapando la boca vergonzosamente.
La espectacular puerta de Kaminarimon
La calle Nakamise es un gran corredor de tiendas y puestos que dan acceso a la puerta de Kaminarimon. En muchas de estas pequeñas tiendas es posible adquirir pequeñas tallas de madera de geishas, una de las cuales adorna hoy una estantería de nuestra casa, fabulosos abanicos de madera construidos de forma artesanal, quimonos, etc...,a parte de numerosos puestos de comidas o "snacks" tradicionales.
Tras pasar parte de la tarde en el Templo de Sensoji nos fuimos hacia la zona del río Sumida. Justo en esta zona hay un servicio de barco bus en el que te puedes desplazar hasta el parque de Hamarikyu, donde tienen parada, y llegan hasta la isla de Odaiba, una isla artificial creada a finales del siglo pasado donde tiene cabida desde la réplica de la estatua de la libertad de Nueva York, a centros comerciales, bares y restaurantes, e incluso algún museo. Junto a la estación de metro de Asakusa se disfruta de unas preciosas vistas de la otra orilla del río Sumida, con el distintivo perfil de los edificios del Ayuntamiento de Kyo, el Asahi Beer Tower- la mayor compañía de cerveza del Japón-y la torre Tokyo Skytree al fondo.
Cuando cayó la noche decidimos bajar al metro e ir nuevamente a la zona de Ginza. Ya habíamos estado dos días atrás aunque con luz diurna, y no queríamos perder la ocasión de ver esta bonita zona con sus grandes rótulos iluminados por la noche. En esta zona ocurre como en otras zonas comerciales o de oficinas de Tokio, en la que la mayor parte del día las calles están relativamente vacías de gente, pero a partir de las seis de la tarde las aceras comienzan a inundarse por miles de personas en una especie de tsunami humano. Resulta verdaderamente curioso, más que nada por lo ordenado de la invasión, como todo en Japón orden y disciplina.
Por la noche los edificios de Ginza se visten de luz y sus tiendas se llenan de clientes. El famoso edificio de Sony expone todas las novedades del sector de la electrónica. Tiempo atrás este edificio era el epicentro mundial de la tecnología cuando la marca nipona era líder y la referencia máxima de este sector. Muy cerca están los edificios de las casas de moda de Dior y de Giorgio Armani.
Junto al centro Sony llama la atención un curioso y estrecho edificio levantado en cubos de cristal translúcido. Se trata de la Maison de Hermes, diseñado por el arquitecto Renzo Piano. En alguna esquina de Ginza te encuentras con pequeñas esculturas de bronce que todavía no he descubierto a que obedecen, pero que son simpáticas y dan juego para hacer un poco el bobo.
Aunque en Ginza existe una gran variedad de restaurantes para cenar, la mayoría en plantas superiores de muchos edificios, los precios suelen estar bastante más altos que en otras zonas de la ciudad. Si bien es verdad que buscando puedes encontrar algunos con los precios más ajustados, decidimos mejor ir acercándonos poco a poco hacia la gran estación de Tokio, y precisamente cerca de allí, en unos semi sótanos debajo de las vías del tren, descubrimos un restaurante muy chulo y lleno de gente que servían un menú de carnes bastante apetecible. Lo más curioso es que cada vez que pasaba un tren retumbaba el restaurante completo, cosa que no parecía perturbar a los comensales de las mesas.
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