Este nuevo día en Oporto iba a ser una jornada de lo más completa. Aún nos quedaban por conocer algunos de los monumentos más emblemáticos de esta ciudad bañada por el río Duero, y sobre todo deleitarnos con las vistas de la ciudad que ofrece la otra orilla del Duero, imágen de postal por excelencia de Oporto. Iniciamos nuestra andadura por los alrededores el hotel, bajando por calles empinadas hacia la orilla del río. Desde algunas esquinas podíamos ver la estampa de la majestuosa Catedral de Oporto, que parece presidir la ciudad desde su privilegiada atalaya. En un breve espacio de tiempo ya habíamos llegado a la Plaza del Infante D Henrique, verdadero centro neurálgico de esta parte baja de la ciudad. En ella llama poderosamente la atención el mercado Ferreira Borges, y no sólo por su llamativo color rojo, sino por las columnas y estructuras de hierro colado, y porque en su interior también es posible visitar exposiciones culturales. Al lado también se levanta otro edifico emblemático de Oporto, el Palacio da Bolsa, un enorme edificio de estilo neoclásico antigua sede de la bolsa de valores de Oporto, y ya desaparecida.