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viernes, 23 de noviembre de 2012

Oporto; nostalgia y decadencia (2ª parte)



Este nuevo día en Oporto iba a ser una jornada de lo más completa. Aún nos quedaban por conocer algunos de los monumentos más emblemáticos de esta ciudad bañada por el río Duero, y sobre todo deleitarnos con las vistas de la ciudad que ofrece  la otra orilla del Duero, imágen de postal por excelencia de Oporto. Iniciamos nuestra andadura por los alrededores el hotel, bajando por calles empinadas hacia la orilla del río. Desde algunas esquinas podíamos ver la estampa de la majestuosa  Catedral de Oporto, que parece presidir la ciudad desde su privilegiada atalaya. En un breve espacio de tiempo ya habíamos llegado a la Plaza del Infante D Henrique, verdadero centro neurálgico de esta parte baja de la ciudad. En ella llama poderosamente la atención el mercado Ferreira Borges, y no sólo por su llamativo color rojo, sino por las columnas y estructuras de hierro colado, y porque en su interior también es posible visitar exposiciones culturales. Al lado también se levanta otro edifico emblemático de Oporto, el Palacio da Bolsa, un enorme edificio de estilo neoclásico antigua sede de la bolsa de valores de Oporto, y ya desaparecida.

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lunes, 12 de noviembre de 2012

Oporto; tomándola el pulso (1ª parte)



En octubre del 2011 quisimos hacer una pequeña escapada de tres días para celebrar el cumpleaños de Ceci, y después de barajar varias posibilidades escogimos la ciudad de Oporto. Queríamos conocer esta romántica ciudad lusa bañada por las aguas del río Duero y de paso probar alguna de las decenas de buenas recetas de bacalao de las que presumen nuestros vecinos portugueses. Y además las previsiones meteorológicas eran de lo más propicias, ya que  anunciaban calor y ausencia de lluvias, buenas para hacer turismo pero pésimas noticias para los graves incendios que asolaban en esas fechas al sur de Galicia y el norte de Portugal. Una vez que nos adentramos en estas zonas en nuestro trayecto por la carretera , se podía percibir el olor a quemado, las columnas de humo visibles desde kilómetros y también pudimos ver los vuelos rasantes de los hidroaviones. En fin , en poco más de cinco horas ya nos habíamos plantado en Oporto, y en el desplazamiento por el centro de la ciudad en busca de nuestro hotel, pudimos tener un primera impresión de Oporto. Y esa primera sensación fue de abandono y suciedad, aunque bien es cierto que más tarde, cuando pudimos pasear más tranquilamente y ver el centro con más calma, esa negativa primera opinión  ya quedó más atenuada y pudimos ver más allá del abandono y los desconchados en fachadas y paredes.

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