La Bahía de Kôdaa, nuestra siguiente parada, es como una Bahía de Halong a pequeña escala salpicada de pequeños islotes de roca calcárea cubiertos de vegetación y fondeados en un mar de un profundo color turquesa. Y de nuevo lugares lejanos y solitarios donde no es posible encontrar a nadie que no sea alguno de los afortunados habitantes de esta isla paraíso. Cuesta trabajo creer que en un mundo tan globalizado, donde el turismo de masas se ha popularizado hasta límites insospechados, puedan aún existir lugares en el planeta como la Isla de los Pinos. Y verdaderamente espero y deseo que pueda continuar así en el futuro, como un reducto único de cómo era la vida cotidiana en el Pacífico y preservar de esa forma su privilegiado entorno natural.