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sábado, 11 de octubre de 2014

Isla de los Pinos; la despedida del paraíso


La Bahía de Kôdaa, nuestra siguiente parada, es como una Bahía de Halong a pequeña escala salpicada de pequeños islotes de roca calcárea cubiertos de vegetación y fondeados en un mar de un profundo color turquesa. Y de nuevo lugares lejanos y solitarios donde no es posible encontrar a nadie que no sea alguno de los afortunados habitantes de esta isla paraíso. Cuesta trabajo creer que en un mundo tan globalizado, donde el turismo de masas se ha popularizado hasta límites insospechados, puedan aún existir lugares en el planeta como la Isla de los Pinos. Y verdaderamente espero y deseo que pueda continuar así en el futuro, como un reducto único de cómo era la vida cotidiana en el Pacífico y preservar de esa forma su privilegiado entorno natural.

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martes, 23 de septiembre de 2014

Isla de los Pinos; recorriendo la Bahía de St-Maurice



Una vez visitada la pequeña población de Vao teníamos que decidir si esperar a que regresara el expatriado francés con su destartalado Renault Twingo o bien intentar buscar otro medio alternativo para continuar visitando la Isla de los Pinos. De todas formas regresar con él significaba que volvíamos a la zona del barco de nuevo, corriendo el riesgo de que no tuviéramos ningún medio de transporte para seguir conociendo la preciosa isla. Así que a una de nuestras amigas argentinas se le ocurrió parar a uno de los habitantes locales que estaba con su Peugeot en la plaza de la Iglesia de Vao y pedirle si quería hacer de guía improvisado para nosotros. A esas alturas yo me había acercado a la ventanilla del sorprendido conductor que  no sabía muy bien que contestación darnos, entre otras cosas porque sólo hablaba un peculiar francés, aunque para entonces ya se había incorporado el espabilado de la isla que hacía de intérprete y al que aconsejaba qué debía cobrarnos. Al final llegamos a un acuerdo económico auspiciado por el listillo al que conocíamos de la zona del desembarque del Oosterdam, y que no nos generó buenas vibraciones. El caso es que ya estábamos los cuatro sentados en el revuelto interior del Peugeot 206 ante la incredulidad de nuestro guía ocasional. Y aunque reconozco que el comienzo fue difícil para él, tengo que decir que al final de nuestro contacto de cuatro horas (o más, no lo recuerdo exactamente) por todas las bahías de la Isla de los Pinos, a la que además circundamos en todo su perímetro, estoy convencido que se va a replantear su futuro profesional  y complementar los ingresos de sus plantaciones con los de guía turístico ocasional.

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jueves, 18 de septiembre de 2014

Isla de los Pinos; el paraíso en color turquesa


Y llegamos a la Isla de los Pinos. La mañana se presentaba soleada con algunas nubes sueltas, pero el viento soplaba con fuerza así que ese iba a ser el principal motivo de preocupación para nosotros. La presencia del ciclón tropical "Luci", aunque bastante lejana aún, se dejaba sentir en forma de fuertes vientos que complicaba en exceso el desembarque en los pequeños tenders del Oosterdam, y al parecer era motivo de gran preocupación del capitán del barco como es lógico. De hecho el desembarco se llevó a cabo con cierto retraso sobre el horario previsto, pero finalmente pudimos desembarcar entre los primeros grupos de pasajeros a pesar de que las rachas arreciaban por momentos. Para agilizar el proceso no se permitió desembarcar a la tripulación del Oosterdam. Ya en el muelle del barco los tenders golpeaban violentamente con la estructura del mismo, y las olas superaban en ocasiones el nivel del muelle del Oosterdam mojándonos los pies en varias ocasiones, y eso que desde el puente de mando intentaban mantener el costado de babor a sotavento y lo más protegido posible. Es de agradecer el esfuerzo que la tripulación del Oosterdam hizo ese día para que pudiéramos disfrutar de una de las visitas estrellas del crucero, la Isla de los Pinos.


Resulta difícil describir tanta belleza natural concentrada en tan poco espacio. Quizás uno de los últimos paraísos del Pacífico que aún no ha sido invadido por el turismo y que permanece casi virgen. El muelle donde se desembarca en la isla está situado en la Bahía de Kuto, y la fotografía ilustra lo primero que nuestros ojos contemplaron de esta preciosa isla. Una larga playa de arenas blancas como si de harina se tratara, prácticamente desierta con unas aguas de un profundo azul turquesa y rodeada de vegetación y alguno de los típicos pinos columnares, endémicos de Nueva Caledonia. A pie de embarcadero un vistoso grupo de baile nos recibió ataviados con con sus típicas pinturas corporales y complementos de paja., todo un espectáculo visual.

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lunes, 30 de junio de 2014

Lifou; entre el cielo y la tierra


Continuamos con la visita por Lifou. Queríamos ir a otros lugares de la isla, y para ello había una estación de autobuses, tal como nos indicaba el letrero, pero en esta isla las cosas fluyen con otra velocidad y otros tiempos, más ralentizados como la propia vida, y esperar a que llegara una furgoneta era perder el tiempo. Así que, a pesar del calor reinante a medio día, preferimos ir caminado por la carretera en busca de otra de las poblaciones. Porque otra de las opciones eran alquilar un par de bicicletas, pero por el precio que pedían por una hora de alquiler más valía comprarse una. No se si  te cobraban esas barbaridades debido a la solera que tenían las susodichas bicicletas, unas auténticas antiguallas oxidadas.

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domingo, 22 de junio de 2014

Lifou; en las Islas de la Lealtad


Otro maravilloso día amanecía en el paraíso. El Oosterdam fondeó en la Bahía de Santal  frente a Easo, la pequeña población que se encuentra junto al embarcadero. Las vistas que ofrecía la costa de la Isla de Lifou , perteneciente a Nueva Caledonia, nos dejaron boquiabiertos. Una espesa selva de un profundo color verde daba paso primero a unas playas de arena blanca de origen coralicio que eran bañadas por unas aguas de un increíble color turquesa, que en conjunto creaba la imagen más cercana al paraíso que jamás hubiéramos podido contemplar. Estábamos en las Islas de la Lealtad. Nuevamente el Pacífico Sur nos volvía a regalar otro soleado y caluroso día, y ese sol se encargaba de sacar la mejor paleta de colores de la Isla de Lifou, isla que es el mayor atolón del mundo. Nosotros por nuestra parte ya habíamos desayunado y estábamos a la espera de poder desembarcar del Oosterdam, cosa que pudimos hacer con bastante rapidez ya que todos los tender del barco los botaron con prontitud. Ya sólo quedaba prepararnos para explorar la maravillosa Lifou.

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martes, 17 de junio de 2014

Noumea; un último vistazo antes de zarpar



La Catedral de St Joseph se yergue en lo alto de una colina desde la cual se domina todo el centro de la ciudad de Noumea. Su construcción a lo largo de más de diez años se terminó en el año 1887 y fue realizada con mano de obra de los convictos que cumplían pena en Nueva Caledonia. Una parte importante de la construcción lo llevó el relleno con terrazas de tierra para elevar aún más la futura catedral, ya que es sabido la preferencia por construir las catedrales sobre terrenos más elevados que el resto de construcciones. Curiosamente los planes de su construcción también partieron de un convicto. Se trata de una catedral colonial típica y sus dos torres son bien visibles desde casi cualquier punto y seguramente las vistas panorámicas que se disfrutan desde lo más alto de las mismas serán espectaculares, pero no vimos la posibilidad que fueran visitables. De hecho las puertas principales de la catedral se encontraban abiertas de par en par, pero en su interior no había ningún alma, exceptuándonos a nosotros mismos, claro está. Sus interiores son bastante sobrios, aunque si que destacan algunas coloridas vidrieras, pero sobre todo lo demás, lo que más llama nuestra atención son las numerosas tallas de madera y el vistoso coro y púlpito, el atril tallado en madera, la tribuna del órgano y varias imágenes también talladas en maderas nobles. Una visita interesante, y que además nos sirvió para refrescarnos en un día demasiado caluroso. 
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miércoles, 11 de junio de 2014

Noumea; Centro Cultural Jean Marie Tjibaou


Si hay algo que no podíamos dejar de hacer en este viaje, entre otras muchas cosas claro está, sin duda era el poder conocer de primera mano y contemplar la arquitectura espectacular del Centro Cultural Jean Marie Tjibaou, cuyo nombre coge del político local de Nueva Caledonia, y que fue asesinado en un atentado en 1989 durante su campaña por la independencia de Francia. Esta obra del afamado ganador del premio Pritzker, Renzo Piano, reúne la modernidad con las culturas del Pacífico, y lo hace integrando de una manera muy natural un conjunto arquitectónico en el entorno de una maravillosa península que es parque natural. Pero el lugar elegido también tiene un significado simbólico porque fue donde Jean Marie Tjibaou organizó el primer festival de la cultura del Pacífico en 1975. El respeto a la cultura y tradición del Pacífico, la sensibilidad de esta construcción con la naturaleza hace de esta obra un ejemplo de la arquitectura mundial. Nunca jamás hemos podido contemplar una construcción tan integrada y de tanto respeto con el entorno en el que se alza. Y digo tan tajante aseveración porque verdaderamente impresiona hasta niveles insospechados, y creo que ninguna persona interesada o con inquietudes por la arquitectura moderna debería perderse. Soy muy consciente de que Nueva Caledonia está muy muy lejos (lo se por experiencia propia), pero ofrece tantas cosas y tan bellas que merece la pena el esfuerzo. Es el maravilloso Pacífico sur.

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domingo, 8 de junio de 2014

Noumea; Place des Cocotiers, el lugar de encuentro



Y ahí estaba, la primera escala del crucero, Noumea, la capital del lejano archipiélago de Nueva Caledonia. Después de dos días de navegación y 1.074 millas marinas recorridas, la mañana nos saludó con un espléndido día soleado en esta parte de la Melanesia. Las vistas de las que disfrutábamos desde las cubiertas altas del Oosterdam nos hicieron presagiar que íbamos a disfrutar de una preciosidad de ciudad con pinceladas coloniales. Y el recibimiento a pie del crucero por un vistoso grupo de danzas tribales ataviados con una explosiva ornamentación y pinturas en sus cuerpos  nos dejó claro que estábamos en el maravilloso Pacífico Sur. Un lugar conocido por el carácter amigable y cercano de sus gentes y pueblos, pueblos que por otra parte y hasta hace no demasiado practicaba el canibalismo como forma cultural de poseer el alma de sus enemigos en la busca de fortalecer el suyo propio. Pero eso fueron otros tiempos.  Las vistas de las numerosas bahías que rodean  Noumea, con sus cristalinas aguas de color turquesa, no hicieron apresurarnos en desembarcar del Oosterdam. Como casi siempre tantas cosas bellas por ver y tan poco tiempo.

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