Amanecía un nuevo día y nos encontrábamos navegando por el concurrido estrecho de Malaca. Esta especie de cuello de botella entre la península de Malasia y la isla indonesia de Sumatra soporta un intenso tráfico marítimo repleto de mercantes portacontenedores, petroleros y grandes cocheros, y a todo ello se unen centenares de pequeñas embarcaciones pesqueras de las poblaciones ribereñas. Una navegación plácida y sobre todo entretenida precisamente por el intenso tráfico y por maniobras de buques de guerra y patrulleros que vigilan la ruta. No hay que olvidar que estas aguas son territorio de piratas y saqueadores.
Parte de las horas matutinas las pasamos practicando algo de marcha por la fantástica cubierta promenade del Volendam, a la par que disfrutábamos de las vistas y los quehaceres diarios de las pequeñas barcas de pesca. Los pescadores calaban largas redes que mantenían verticales por medio de flotadores de corcho blanco y que los mercantes y el propio Volendam atravesaba por el medio. Supongo que con tanto tráfico marítimo tengan algún sistema que evite acabar con las redes de pesca hechas trizas día si y día también.
Y casi sin darnos cuenta tras haber navegado toda la noche y parte de la mañana, el
Volendam arribaba al enorme y saturado puerto de
Singapur. Disfrutando del acercamiento a la terminal de cruceros de
Singapur pudimos ver como el
Volendam, con el práctico del puerto ya a bordo, zigzagueaba entre los barcos que navegaban en busca del
golfo de Tailandia, los que buscaban las aguas del
estrecho de Malaca y las decenas de buques fondeados en las inmediaciones. Todo un espectáculo muy entretenido y no carente de dificultad, donde te das cuenta del valor real y lo que supone este gran puerto asiático para este pequeño país, y todo con el skyline de
Singapur ya al alcance de la vista.
Cuando hace tres años estuvimos por primera vez en
Singapur ni se nos pasó por la cabeza dedicar parte de nuestro tiempo en ir a visitar la
isla de Sentosa. No lo consideramos de nuestro interés, y seguíamos sin estar demasiado convencidos en esta ocasión. Pero también es verdad que el hecho de conocer bastante la ciudad del anterior viaje, de disponer de tiempo por la tarde y tener al
Volendam atracado a unos cientos de metros del tren monoraíl que te introduce en la isla, sumado a que además íbamos a pasar tres días en
Singapur nos decidió a ir a conocer esta mezcla extraña de parque temático con hoteles de lujo, diversas atracciones, pequeñas playas en la parte sur de la isla y demás parafernalias extrañas y que generalmente nos causa bastante indiferencia.
Una vez dentro de la isla una de las primeras atracciones que nos encontramos fue este simulador de paracaidismo, el Fly Singapore. Por las caras de los que salían parece que la experiencia merece la pena. Quizás en otra ocasión.
En cuestión de cartelería los asiáticos son únicos reflejando los motivos representados en ellos.
Las
playas en Sentosa, y en general en
Singapur, no es que sean gran cosa. Y eso unido al hecho de ser poco recomendable el baño por la posible contaminación del agua debido a los centenares de buques mercantes que navegan diariamente cerca de la costa, y otros muchos que repostan abarloados a barcos gasolineras que hacen de las playas sean poco menos que decorativas. Aunque todo lo anterior no quita para que la población local de
Singapur las utilice para reunirse y esparcirse con familia y amigos, y los más valientes incluso bañarse. Nosotros visitamos la
playa Siloso de las tres de que dispone la
isla de Sentosa, y que están situadas una a continuación de otra, para ver in situ como disfrutan de ellas los singapurenses y los visitantes de otras partes.
Las playas disponen de puestos de socorristas al más puro estilo australiano y californiano, con sus tablones de surf para rescatar a los bañistas y sus torres de vigilancia para dar servicio a unos pocos centenares de metros de playa. Y a pesar de no ser demasiado recomendable el baño, a muchos singapurenses no parece importarles mucho, e incluso muchos adolescentes se bañaban vestidos.
Continuando el recorrido a pie por la isla nos encontramos con una avenida recorrida por una larga fuente claramente inspirada en el arquitecto español Antoni Gaudí, una especie de parque Güell a la oriental con alegorías a dragones y serpientes marinas y que resulta de las cosas más atractivas con las que te puedes topar en la isla. Esta avenida te lleva desde la zona de playa hasta el enorme Merlion de Sentosa que sirve de cafetería donde picar alguna cosa o hidratarse con una fría cerveza.
El museo de
Madame Tussauds es otra más de las atracciones de
Sentosa. Esta franquicia de las figuras de cera presente en muchas grandes capitales del mundo con más de veinte museos ofrece al visitante un paseo por las figuras de cera de personajes famosos, ya sean cantantes, actores, realeza o políticos entre otros, algo que por otra parte no nos parece demasiado interesante. Lo que si que es verdad es que a esas alturas de la tarde, y con el calor húmedo de
Singapur atacando nuestros cuerpos y mentes, ya nos empezaba a afectar al raciocinio y sólo faltaba cruzarnos con un espejo de formas geométricas para desatar nuestra vena friki-oriental.
Cuando el sol comenzó a ocultarse por el horizonte decidimos que ya habíamos invertido suficiente tiempo en conocer esta "isla lúdica" de tanto éxito entre sus visitantes. La experiencia resultó curiosa, y para el que disfrute de este tipo de lugares al estilo de parques temáticos puede estar bien. Ofrece restaurantes y clubs de playa, la experiencia del paracaidismo, carreras de cochecitos, telesillas, telecabinas, paseos en coches eléctricos, alquiler de kayaks, etc, etc...y por supuesto el recinto de
Universal Studios de Singapur. Nuestra impresión es que es absolutamente prescindible, salvo que dispongas de muchos días.
Singapur es una ciudad maravillosa y espectacular por si sola y llena de atractivos, y la
isla de Sentosa no es de los mejores.