Shirakawa-go es una tranquila aldea situada en pleno corazón de las montañas de los Alpes Japoneses. Su principal peculiaridad, a parte de de conformar un bucólico conjunto que nos transporta a siglos atrás, es el método de construcción tradicional utilizado en sus casas fiel al estilo gassho-zukuri. Su escasez y su formidable estado de conservación le ha valido ser declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Al observar las casas de cerca lo más llamativo de su construcción es la enorme inclinación de sus tejados, según los japoneses similar a unas manos en posición de oración-gassho- y que facilitan la precipitación de la nieve al suelo para no acumular demasiado peso en el tejado.
Llegamos a Shirakawa-go en autobús, la única forma de llegar ya que el tren no pasa por estos valles tan aislados, tras un precioso recorrido que nos brindó unas vistas increíbles de los valles y las cumbres de las montañas nevadas, atravesando unos doce túneles, algunos con más de diez kilómetros de longitud. Es increíble la cantidad de pequeñas aldeas salpicadas que pudimos contemplar por el camino, con minúsculos campos de arroz inactivos a finales de febrero. El autobús se coge junto a la estación de trenes de Takayama y el billete en una máquina expendedora en la acera. Si se tiene problemas para adquirirlos el chófer estará encantado de ayudarte. No hay demasiadas frecuencias y es conveniente madrugar algo para poder prever que se llenen algunos autocares y tener que esperar demasiado tiempo. También existe la posibilidad de adquirir por internet un billete combinado y con plaza reservada con el que visitar tres pueblos más, aunque yo no lo recomiendo porque apenas te deja un par de horas para conocer Shirakawa-go y claramente es insuficiente.
Y por fin, tras más de hora y media en el autobús, llegamos a uno de los lugares más esperados en este viaje a Japón. Sí, se que una pequeña aldea no puede competir con la modernidad, la vida trepidante y la grandeza de Tokio u Osaka, o con la tradición y templos de Kyoto, pero para mi el encuentro con Shirakawa-go fue especial. Tras bajarnos del autocar un puente colgante sobre el río Shogawa comunica el pueblo con el aparcamiento y, si exceptuamos las vestimentas actuales de los visitantes y algún que otro pequeño coche o tractor, este lugar te transporta a más de docientos años atrás.
De cerca se puede apreciar con detalle sus gruesos tejados de paja que soportan la pesada carga de la nieve en los meses invernales y unos peligrosos y puntiagudos carámbanos de hielo. Periódicamente los residentes de Shirakawa-go se reúnen para cambiar los tejados y sustituirlos por material nuevo, generalmente avanzada la primavera-verano aprovechando los cálidos y largos días.
En Shirakawa-go lo mejor que se puede hacer es perderse por los diversos senderos que dan acceso y comunican las casas entre si. Es increíble que a pesar de las grandes nevadas caídas en días pasados los caminos y las carreteras estuvieran completamente despejadas de nieve y muchos regatos y pequeños estanques rebosaban de agua, aguas limpias y transparentes para disfrute de las numerosas truchas arco iris que nadaban despreocupadas en ellos. También resulta increíble el gran número de turistas que pululaban por las calles, y eso que era entre semana y a finales del invierno. No quiero ni imaginarme lo que tiene que ser esta pequeña aldea en primavera y en fin de semana cuando acude mucho turismo japonés desde las ciudades.
Uno de los lugares favoritos de los visitantes de Shirakawa-go es sin duda el mirador de Shiroyama desde donde se disfruta de una preciosa vista panorámica de la aldea y del conjunto del valle. Se puede acceder a pie por un empinado camino que asciende por la ladera de una de las montañas que rodean el pueblo, o si no te gusta caminar también existen autobuses lanzadera que, creo recordar por 300 yenes, te dejan en el mismo mirador. Habitualmente en invierno el camino suele estar cerrado, pero nosotros pudimos acceder ya que el sol llevaba varios días instalado sobre la aldea.
Permanecimos un rato largo disfrutando de las vistas, intentando grabar en nuestras retinas cada detalle de esta bellísima aldea y del espectacular entorno que la rodea y a la vez la aísla, gracias al cual ha permanecido casi inalterable hasta nuestros días. Desde aquí se podía ver serpentear el río Shogawa por el pueblo y la carretera que cruza de norte a sur Shirakawa-go.
Abandonamos el mirador y nuevamente nos encontramos entre las casa de la aldea. Ahora nuestro objetivo pasaba por conocer más de cerca las casas gassho-zukuri, ver cómo eran por dentro y poder comprobar in situ el increíble método constructivo de estas enormes y bellas casas.
Y precisamente una de las casas de mayor tamaño existentes en Shirakawa-go se ha destinado a museo para poder ser admirada por los visitantes de la aldea, en su mayoría japoneses que no quieren perderse una parte muy importante de su historia. La casa de la familia Wada, Patrimonio Nacional de Japón, es una visita imprescindible en cualquier recorrido por Shirakawa-go. La entrada cuesta 300 yenes por persona y ofrece la oportunidad de conocer de primera mano las estancias, la decoración, las vajillas y sobre todo descubrir cómo se han construido estas maravillosas viviendas
En la planta baja los paneles japoneses tapan los troncos que sirven de pilares de la casa. En ella diversas estancias acogen la vida en familia. Pero ya en la primera planta los enormes troncos de madera lucen a la vista y se aprecia las uniones con cuerdas de cáñamo a los travesaños que a su vez sustentan el tejado de paja. Es sorprendente cómo en su construcción no se ha utilizado un solo clavo. Realmente deseaba poder verlo con mis propios ojos desde que pude visionarlo meses atrás en un documental de viaje del "Viajero Empedernido". Continuando con la visita de la casa Wada, un hueco en el techo al que se accedía por una endeble escalera de madera revelaba la última planta de la vivienda que, generalmente, se utilizaba para la cría del gusano de seda. Lo dicho, una grandísima experiencia que uno no se debe perder.
Cruzando el puente sobre el río Shogawa, junto al aparcamiento donde esperan los autocares, está emplazado un museo al aire libre Gassho-Zukuri Minkaen. El museo lo componen 25 casas que estaban abandonadas en diversos parajes de la región y que fueron trasladadas hasta este lugar para preservarlas de la destrucción. En ellas se puede participar en talleres de fabricación y tinte de tejidos, de trabajos de alfarería y hasta la elaboración de los fideos de pasta tradicionales, los soba.
río Shogawa
Y tras un inolvidable día en Shirakawa-go nuestras caras eran reflejo de la satisfacción de haber disfrutado de un día que sabíamos muy especial en nuestro viaje en tren por tierras del Japón. Ya empezábamos a acusar el cansancio de un día muy intenso así que decidimos ir en busca del autocar de vuelta a Takayama. Alrededor de las cuatro de la tarde se suelen formar colas para subir a uno de ellos y hay que andarse con cuidado porque el que se despiste con la hora corre el riesgo de quedarse tirado en Shirakawa-go y sin alojamiento. Por cierto, no lo había comentado pero el billete de autobús de ida y vuelta desde Takayama cuesta la friolera de 4.420 yenes por persona. Muy caro sin duda, pero dinero bien invertido.
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