domingo, 3 de enero de 2016

Honfleur; la más bella del estuario del Sena


Honfleur es un pequeño pueblo de pescadores donde la mayoría de sus pintorescas calles acaban en su dársena rodeada de típicas construcciones perfectamente conservadas. Alrededor de la rada del puerto se alinean multitud de restaurantes y bares deseosos de atender a los numerosos turistas que cada verano invaden sus calles empedradas, sus comercios y curiosean por los puestos de los mercados matinales. Honfleur, que antaño fue próspero puerto de intercambio de mercancías y el más importante de la desembocadura del río Sena, perdió su importante condición debido al propio río que con la acumulación de sedimentos a lo largo de las décadas menguó notablemente el calado e hizo imposible que los barcos más grandes atracaran en sus muelles. De ello se benefició la cercana ciudad de El Havre a la que se desvió el tráfico marítimo.




La vida principal de Honfleur se desarrolla alrededor del viejo puerto. Una zona de paseo entre los barcos atracados repleta de restaurantes y algunos comercios de productos típicos.  Toda esta parte, al igual que el resto de la ciudad, ha sabido conservarse casi inalterable con el paso de los siglos, y quizás este sea el motivo del gran éxito turístico que tiene Honfleur entre sus numerosos visitantes veraniegos. En esta zona conocida como el barrio de L´Enclos destacan la Iglesia de San Esteban, los viejos almacenes de sal utilizados como salas de exposiciones y las altas y estrechas casas al borde del puerto.




Honfleur supo atrapar al talento de muchos pintores del impresionismo que quedaron prendados de la luz del estuario del río Sena. De aquel idilio con muchos de estos pintores queda una gran colección de galerías de arte que exponen el trabajo de pintores contemporáneos colgado de sus paredes. A cada paso que dimos por sus callejuelas empedradas nos encontramos con una de estas galerías, en las que por desgracia sus óleos cotizaban demasiado alto para nuestra economía.










Las calles de Honfleur bullen de locales comerciales y de gente entrando en ellos. La mayoría se reparten entre restaurantes y comercios de venta de productos típicos de la gastronomía normanda. Quesos, sabrosos y aromáticos embutidos, licores, mermeladas y otras confituras llenan las estanterías y los escaparates. A mi particularmente los comercios de productos de gastronomía local me vuelven loco y no pierdo la ocasión de entrar en cada uno de ellos. Además, durante las horas diurnas, los mercados al aire libre tan populares y típicos de Francia complementan este espectáculo para los sentidos.




La Iglesia de Santa Catalina es única en su género. En pleno centro del arrabal marinero es la iglesia más grande de Francia construida enteramente en madera. El motivo de esta construcción es que la anterior iglesia fue destruida en la Guerra de los Cien Años, y fueron los propios marineros los que levantaron la nueva Santa Catalina con el casi único material disponible por entonces; la madera de los frondosos bosques colindantes y su cocimiento de construcción naval que aplicaron a la iglesia. Su interior va adornado con esculturas, estandartes y cuadros y sus naves interiores en madera resultan verdaderamente impresionantes.








Obras de gran formato cuelgan de los escaparates de las galerías de arte

Lo bueno de los meses de verano, y de estar en una latitud septentrional, es que anochece tarde y se aprovecha más las horas de luz, pero para nuestro estómago no era ninguna excusa y ya empezaba a protestar. Aunque se hace extraño sentarse a cenar con el sol alumbrando el cielo de Honfleur, comenzamos la búsqueda de alguna bonita terraza a orillas del puerto viejo con alguna mesa libre para nosotros dos, cosa por otra parte nada fácil con tanta afluencia turística. Al final encontramos un buen restaurante, con una buena mesa donde saboreamos unos mejillones típicos, unas vieiras, un pescado y unos profiteroles, todo muy rico.








Al caer la noche los alrededores del puerto viejo de Honfleur cobraban nueva vida y en las tascas y bares no cabía ni un alfiler. Buen lugar para acabar un día intenso. Aunque tampoco nos vamos a engañar, esto es Francia y la animación no se extiende hasta la madrugada. 




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