jueves, 4 de marzo de 2010

Norwegian Jade. Izmir, Efeso y Estambul

Izmir ( Efeso)


En la escala de Izmir, nosotros optamos por coger la excursión del barco en inglés que nos llevaba a Efeso, y como no tenemos demasiados conocimientos de inglés andábamos a nuestras anchas sin tener que prestar atención al guía.


Al ser primeros de noviembre nos libramos de los ríos de gente que deambulan en temporada alta. Es decir que utilizamos la excursión como un servicio de traslado con la entrada a Efeso incluida. La que había en español te llevaba también a la casa de la Virgen María, y a parte de que costaba más del doble, no nos interesaba demasiado.También se puede tomar un taxi desde el puerto hasta Efeso. Tienen los precios publicados en un tablón y para cuatro personas merece la pena, ya que creo recordar que costaba unos 80 euros ida y vuelta.




Cuando regresamos al puerto tomamos un taxi hasta el bazar de Izmir y el centro de la ciudad. Costaba 10 euros. El centro de Izmir es una ciudad totalmente occidentalizada, con lo que la priva del exotismo de una ciudad árabe. Después de esta visita regresamos de nuevo a Jade en taxi (otros 10 euros), y después de reponer fuerzas con una ligera merienda, nos preparamos para la partida de Izmir o Esmirna.




Estambul


Estambul, que en nuestro caso fue la última escala de nuestro crucero, es una de las ciudades que mejor recuerdo me ha dejado. A pesar de permanecer dos días el Jade en ella, nosotros prolongamos la estancia en la ciudad para tener más tiempo para conocerla. Ha sido, y hoy en día sigue siendo, una puerta entre Asia y Europa. Es una ciudad que conserva un halo de misterio que le confiere un carácter muy especial, y situada en un emplazamiento único a caballo entre dos continentes.



Es curioso como existe un cierto recelo e inseguridad por parte de conocidos y amistades nuestras a visitar esta maravillosa ciudad por libre. Y puedo asegurar que son totalmente infundados. En pocos lugares nos han tratado con tanta educación y amabilidad. Por lo tanto, es una escala que se puede hacer perfectamente por tu cuenta. La forma más eficiente y barata de moverse es en tranvía. En taxi puedes llegar a desesperarte con los monumentales atascos que hay en la ciudad. Una vez que cambies a liras turcas, en todas las paradas hay una taquilla donde comprarás las fichas para el tranvía. Utilizarás la misma línea que te lleva desde el Gran Bazar hasta el funicular que asciende hasta Taksin (tener en cuenta que las fichas del funicular son distintas a las del tranvía).


El primer día nos dedicamos a conocer Sultanahmet en el llamado Cuerno de Oro, donde visitamos la Mezquita Azul y Santa Sofía.  La Mezquita Azul, o Mezquita del Sultán Ahmet, fué terminada en el año 1616 sobre los cimientos del antiguo palacio imperial de Bizancio. La única mezquita rodeada de seis minaretes posee una impresionante decoración interior a base de azulejos en color blanco, verde y azul formando unos elegantes dibujos.





Santa Sofía (Aya Sofia) fué construída por el emperador Constantino en el año 326 dc, aunque más tarde fué reconstruida por Justiniano tras sufrir varios percances. Posee una de las cúpulas más grandes del mundo, con una altura de 67 metros y un diámetro de 33 metros. Inicialmente construída como iglesia, pasó más tarde a convertirse en mezquita tras la conquista de la ciudad por parte de los turcos en el año 1453. Hoy en día es un museo en donde los mosaicos de La Virgen y otras imágenes, cubiertos durante el periodo en que esta edificación fue una mezquita, han vuelto a la luz.


Son dos visitas imprescindibles (particularmente nos gustó más la Mezquita Azul y Santa Sofía la visitamos por dentro al día siguiente).


Casi pegado a Santa Sofía tienes las cisternas, dedicadas a almacenar el agua potable y donde se encuentran las famosas cabezas de medusa. Después continuamos callejeando por Sultanahmet y fuimos descendiendo hasta el puerto de los ferries, en donde podrás contemplar el devenir de la vida diaria de los habitantes de Estambul, los puestos callejeros de pescado ,la mezquita de la madre del sultán y las decenas de pescadores en el Puente de Gálata. Se nos echaba la hora de cenar encima ,así que nos encaminamos al barco para cenar y descansar de una dura jornada.



El segundo día en Estambul se planteaba con cierta tristeza, ya que era el día del desembarque del jade. Una vez desembarcados, nos encaminamos hacia nuestro hotel para poder dejar las maletas y continuar con la visita a esta gran ciudad. Aprovechando que nos hospedábamos en el Barceló Saray, situado frente al gran bazar, fue éste el objetivo de nuestra primera visita del día. Impresionante y de gran belleza, y con cerca de siete mil tiendas, puedes llegar a perderte en él literalmente. Aunque de carácter turístico creo que su visita es imprescindible. Los vendedores Turcos tienen un carácter comercial muy diferente a los “plomos” de los Egipcios o Magrebies. De hecho, como ellos mismos dicen, son Otomanos no tienen nada que ver salvo que son musulmanes. Entramos dentro de Santa Sofía, que había quedado pendiente del día anterior. También visitamos la mezquita de Solimán el Magnífico, si bien ésta se encuentra en restauración y no era posible su visita al interior, salvo una pequeña sala de oración en donde pudimos contemplar en fotografías la grandiosidad de la misma.


Después de comer los obligados kebabs, tomamos dirección hacia el bazar de las especies, lleno de coloridos y aromas de toda clase, en donde pudimos probar y comprar las típicas delicias turcas, y charlar animadamente con algunos de los vendedores de especias que nos mostraban sus productos y esas maravillosas hebras de azafrán, pimientas de toda clase, comino, clavo, etc…, y otras que ni siquiera había oído hablar de ellas. Muy bonito también el mercado del pescado por su presentación, en los exteriores del bazar.


Avanzada la tarde, tomamos de nuevo el tranvía y después el funicular que nos dejaría en plena plaza de Taksin, parte moderna de Estambul con la calle comercial más grande de la misma, con cadenas de tiendas multinacionales y una gran cantidad de restaurantes y auténticas mareas de gente. Sin mayor interés, al menos para nosotros, terminamos cenando allí.


Los otros dos días los dedicamos, primero a visitar el Palacio de Topkapi, enorme en tamaño y cuya visita pausada lleva varias horas. Rodeado de mitos y leyendas, y de misterios ocultos en torno al interior del harén por su carácter secreto y morboso, que deja volar la imaginación asemejándolo a un paraiso terrenal. Posee multitud de salas en las que, a lo largo del tiempo, se han ido acumulando riquezas procedentes de conquistas y botines.



           


  El Norwegian Jade atracado en los muelles de Estambul


Visitamos también el barrio de Gálata, callejeamos sin rumbo fijo, y descansamos nuestras maltrechas piernas después de tantos días de viaje en algún que otro café, fumándonos esas maravillosa pipas de agua con sabor a manzana verde que tienen. El paseo en barco por El Bósforo y otras muchas cosas nos las reservamos para la próxima visita a Estambul. Tampoco es cuestión de verlo todo, que si no se nos acaban las excusas para regresar de nuevo.

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