sábado, 6 de marzo de 2010

Norwegian Jade. Alejandría, Heraklión, Santorini y Mikonos

Alejandría


El segundo día en Alejandría le dedicamos a visitar la ciudad por nuestra cuenta. En el mismo puerto encontrareis taxis que os acercarán hasta la biblioteca, o bien si queréis os pueden hacer un tour por la ciudad.



Yo soy más partidario de hacer lo primero y luego regresar caminando en dirección al puerto. En ese paseo por el malecón te encontrarás con elegantes edificios, algunos de ellos hoteles, y con unas maravillosas vistas.
La Corniche es el malecón alejandrino, un lugar donde dar un agradable paseo al aire libre junto al Mar Mediterráneo. Sentados en este paseo se puede contemplar el caos circulatorio y tomar el pulso de la ciudad y sus gentes. La verdad, que estos ratos relajados los disfrutamos un montón, y son uno de los recuerdos que nos hemos traído a casa. Desde la plaza de Sa'ad Zaghloul se llega al fuerte Qaitbey, que ocupa el mismo lugar del legendario antiguo Faro de Alejandría, una de las edificaciones que no os podéis perder, y con unas vistas espectaculares. El camino atraviesa el barrio de Anfushi, con sus mezquitas y su vida callejera, y donde se encuentra la mezquita de Al-Mursi.


Hay que decir que aunque muchas de las zonas están sin asfaltar y tienen bastante suciedad, existen otras bien cuidadas y con plazas (Midan Orabi y Midam Sa'ad Zaghloul) y fuentes propias de una ciudad occidental, de donde salen las rutas para iniciar nuestra exploración. Sharia Salah Salem es una calle comercial, donde todavía es posible contemplar comercios ya desaparecidos en otras ciudades. En esta zona se situan la sinagoga, las catedrales ortodoxa, católica y anglicana, además de la mezquita Attarine y las famosas pastelerías Pastroudis, Athineos, Délices y Trianon.


Aunque yo me quedo con el otro espíritu mayoritario de esta ciudad cuna del islam y que tiene un gran encanto. Una vez superadas un poco las reticencias y la novedad inicial de una ciudad no muy acostumbrada al turismo, sólo queda disfrutarla. Además dispone de algunas mezquitas particularmente bonitas.

Una observación. El tráfico en Alejandría es caótico, y aunque es un elemento de distracción y que hay que contemplar sentados en el malecón,  hay que prestar especial atención al cruzar la calzada y las calles para no llevarse un disgusto.

Y con las mismas regresamos al Jade a comer al great outdoors, o casi merendar, y desde esa privilegiada atalaya disfrutamos de nuestros últimos momentos en esta ciudad que nos gustó mucho (aunque esta opinión no la compartían algunos de los pasajeros con los que hablamos). Pero en fin, para gustos… El número de opiniones distintas acerca de una ciudad es proporcional al número de ojos que la contemplan.



Heraklion

Después de otro día completo de navegación el jade llegaba muy pronto a Herakion con un espléndido amanecer.


Desayunamos en el balcón de nuestro camarote y más tarde desembarcamos y nos subimos a uno de los autobuses lanzaderas que te dejan fuera del puerto. Caminamos unos diez minutos a mano derecha según sales del puerto, se encuentra la estación de autobuses donde tomamos la línea número tres, cuya última parada es Knossos. Los billetes se compran en el quiosco que hay al lado. Una vez llegados al destino directos a comprar las entradas y a disfrutar de una de las civilizaciones y ruinas que más curiosidad nos despertaban. Creta es la mayor isla del Mar Egeo. Del año 3000 al 1200 a. C. fue el centro de una próspera civilización denominada civilización minoica, contemporánea de Egipto y Mesopotamia, que desapareció probablemente como consecuencia de la erupción del volcán de Santorini.  Las ruinas del palacio minoico de Knossos conservan unas excepcionales pinturas murales, baños, columnatas y la Villa de Ariadna. Nos dejó impresionados e ilusionados el hecho de contemplar esa estampa que tantas veces habíamos visto en los libros de historia en el colegio y en multitud de guías. Seguro que contribuyó el precioso día soleado y, hasta caluroso. La verdad que no nos podemos quejar de la suerte que tenemos con el tiempo casi en la totalidad de nuestros viajes.


Según la mitología griega Rea ocultó a Zeus en el monte Ida ( el mayor pico de la isla ). Cuando Zeus raptó a Europa la llevó a Creta y de su unión nacieron tres hijos, uno de los cuales fue Minos, cuya esposa dio a luz al Minotauro que fue encerrado en el Laberinto. Teseo mató al Minotauro y escapó del laberinto ayudado por Ariadna, hija del rey Minos.



Una vez pasada gran parte de la mañana, tomamos el autobús de regreso y como no teníamos el billete de vuelta pagamos al conductor, que en ese momento debe ser que no le apetecía tener que estar dándonos el cambio y nos dejó viajar de “gorra”.





Ya de regreso en la capital, nos dedicamos a explorarla. Heraklión fué bastión veneciano durante la edad media. Nos pareció que tenía bastante encanto, agradable de pasear ,con algunas iglesias ortodoxas como Agía Ekaterini (no hay que perdérsela), bonitas plazas, numerosas terrazas y sobre todo con mucha vida, como casi todo en Grecia. La fortaleza veneciana es visita obligada y su estado es perfecto. En resumen, una escala de lo más agradable y sencilla de hacer por libre.




Santorini

En Santorini ya habíamos estado anteriormente, así que nos dedicamos a hacer las cosas que nos habían quedado pendiente. Entre esas cosas se encontraba la visita pendiente a Oía. Desembarcamos del Jade en tenders que nos dejaron en el pequeño puerto de Fira. Una vez allí, y descartado el ascenso al pueblo en burro, nos dirigimos a comprar los billetes del funicular.


Ascendimos en el funicular a lo alto de Fira, alquilamos un quad y tomamos carretera hacia Oía, parando y disfrutando de las preciosa vistas que ofrece la misma. Oía es un pueblo encantador con unas casas preciosas e inmaculadas en cal blanca, las archifamosas cúpulas azules y un paseo peatonal y estrecho plagado de tiendas que te conducen hasta el mirador colgado sobre la caldera, lugar de parada obligatoria para las fotos de rigor.
Después de pasar la mañana en Oía, deshicimos el camino andado, y en otra nueva parada en un mirador sobre la parte este de la isla,a mitad del camino, había un pequeño restaurante escondido a mano izquierda, del cual salían unos norteamericanos que nos comentaron que se comía fantásticamente. Por cierto, que peligro tenían estos americanos sesentones con los ciclomotores de alquiler. Mi mujer pensaba que no llegarían sanos a Fira.


Pues bien, después de ser fuertemente azotados por los vientos egeos, devolvimos el quad, y nos encaminamos a explorar Fira como cuatro años atrás, cumpliendo con otra asignatura que nos quedó pendiente, la compra de un velero de cristal griego, para mí una de las mejores artesanías de esta isla. Fira es un pueblo bellísimo colgado sobre un abismo en la caldera. No te cansas de verla. Podríamos volver mil y una veces y siempre nos trasmitiria la misma emoción y sensaciones. Una vez callejeado lo suficiente por los laberínticos pasajes y callejones, sólo nos quedaba disfrutar de las bonitas terrazas, tomarnos unas cervezas bien frías, y perder la vista en el atardecer sobre la caldera , con los volcanes Nea Cameni y Palea Kameni con sus aguas calientes (esto sí que es un espectáculo de la naturaleza). Para la próxima visita dejaremos la visita de las playas de Perivolos, Kamari y de Perissa, playa de Pori (con un puertecito encantador) y la zona sureste de la isla. Luego descendimos andando hasta el pequeño puerto, donde embarcamos en un tender que nos llevaría de nuevo al Norwegian Jade.



La escala del Jade era bastante larga, pero yo recomiendo si no es tan larga, centrarse y disfrutar tranquila y profundamente de Fira. Ir a Oía puede ser tortuoso en autobús, sobre todo si se juntan varios cruceros, y puede complicarse la vuelta (peleas incluidas entre pasajeros de distintos cruceros).


                               






                                                                         Atardecer en Santorini




Mikonos

En Mikonos, la estancia en puerto del Jade era muy larga, con lo cual podíamos dedicar la mañana a visitar el santuario de Delos. Desgraciadamente no pudo ser, a pesar de que acudimos pronto por la mañana que

es cuando suelen hacer los ferríes su única salida en esas fechas, al ser lunes no hacían salida alguna. Otra vez será. De esa forma, y una vez descartado el alquilar un coche o moto para recorrer la isla, nos dedicamos a recorrer la capital, Mikonos Town, con toda la tranquilidad del mundo. Merece la pena disfrutar de la magia de sus calles laberínticas y sus casitas encaladas, subir al barrio del Castro en la parte alta y luego bajar a visitar los famosos molinos de viento, emblema de la isla junto a la pequeña Venecia y Petros, el pelícano que camina por el pueblo en total libertad. Es un simpático personaje que se deja fotografiar con total profesionalidad, pero cuidado con tocarle porque cuando lo intenté me tiró un bocado a mi mano. Explorar todos y cada uno de los rincones de sus callejuelas, almorzar en la pequeña Venecia una típica ensalada griega o un pulpo a la parrilla, con el preceptivo “sablazo” a la cartera, admirar las tiendas de artesanía local y vuelta a la pequeña Venecia a tomarnos un delicioso café griego en el Sunset bar, mientras contemplábamos la puesta de sol.



Un detalle. El Jade atracó en el nuevo puerto a unos kilómetros de Mikonos y disponíamos de lanzaderas gratuitas. Muchos pasajeros optaron por volver al barco a comer. Pero es posible que en época alta coincidan varios cruceros y el desembarque sea en tenders y que el barco en el que estés no atraqué en el puerto, ya que sólo tiene una línea de muelle.









Como opción alternativa se puede alquilar cualquier medio de transporte y visitar las numerosas playas de la isla y otras pequeñas poblaciones.

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