En vista de que el día anterior nos había ido de perlas con la moto que alquilamos para ir al Uluwatu, sin imprevistos de averías o problemas con la policía, regresamos de nuevo al chiringuito que alquilaba motos frente a nuestro hotel. Tras negociar una bajadita de precio de 20.000 rupias al ser nuestro segundo día de alquiler, nos enfilamos por la carretera de Legian en busca de una de las joyas del sur de Bali, el Templo de Tanah Lot. El trayecto por la saturada carretera pasó de la saturación y contaminación de los camiones en los aledaños de Kuta y Legian a los paisajes costeros despejados y bellos, ya en las cercanías del templo. Una vez allí volvemos a comprobar el negocio que se tienen montados los balineses. Hay que pagar por aparcar la moto, para más tarde pagar por acceder a los acantilados y la playa del Templo de Tanah Lot, al que por cierto no se puede acceder. Aunque ésto último también es matizable porque hay unos "guardianes" del templo que previo pago te dicen que puedes acceder al templo. Nosotros lo observamos escépticos y de inmediato Ceci se dio cuenta del truco, así que pasamos del tema. En realidad sólo puedes subir unos cuantos escalones dando la curva a la roca hasta una valla cerrada que impide el paso, y ahí se quedan. Con dicho truco liman unos billetes a montones de turistas. El Templo de Tanah Lot es una verdadera belleza al igual que su entorno.