La Catedral de St Joseph se yergue en lo alto de una colina desde la cual se domina todo el centro de la ciudad de Noumea. Su construcción a lo largo de más de diez años se terminó en el año 1887 y fue realizada con mano de obra de los convictos que cumplían pena en Nueva Caledonia. Una parte importante de la construcción lo llevó el relleno con terrazas de tierra para elevar aún más la futura catedral, ya que es sabido la preferencia por construir las catedrales sobre terrenos más elevados que el resto de construcciones. Curiosamente los planes de su construcción también partieron de un convicto. Se trata de una catedral colonial típica y sus dos torres son bien visibles desde casi cualquier punto y seguramente las vistas panorámicas que se disfrutan desde lo más alto de las mismas serán espectaculares, pero no vimos la posibilidad que fueran visitables. De hecho las puertas principales de la catedral se encontraban abiertas de par en par, pero en su interior no había ningún alma, exceptuándonos a nosotros mismos, claro está. Sus interiores son bastante sobrios, aunque si que destacan algunas coloridas vidrieras, pero sobre todo lo demás, lo que más llama nuestra atención son las numerosas tallas de madera y el vistoso coro y púlpito, el atril tallado en madera, la tribuna del órgano y varias imágenes también talladas en maderas nobles. Una visita interesante, y que además nos sirvió para refrescarnos en un día demasiado caluroso.