La idea de hacer una corta escapada de fin de semana en las circunstancias que estábamos viviendo en estos últimos dos meses era demasiado tentadora para dejarla escapar, además de absolutamente necesaria para meter un pequeño paréntesis en las mismas. Un par de días para evadirse en la ciudad francesa de Biarritz, 22 años después de nuestra última visita, se presentó como la opción ideal, y con la ventaja de la relativa cercanía de la región de Aquitania con respecto a nuestra ciudad. Y a pesar del tiempo transcurrido, Biarritz no ha experimentado grandes cambios en su centro urbano, al menos como yo la recordaba y las antiguas fotos delataban, y sigue resultando un placer pasar un un fin de semana en esta elegante ciudad del suroeste francés. Antes de lanzarnos a bucear en el bullicio de las calles de Biarritz, dejamos aparcado el coche frente al céntrico hotel familiar que habíamos elegido en esta ocasión. El hotel Edouard VII, una pequeña mansión francesa del siglo XIX llena de encanto y ubicado en el centro de Biarritz, donde pasamos una estancia muy cómoda y agradable, y donde disfrutamos de la maravillosa decoración de todas las estancias del hotel y de su bonito jardín. Fue la casa de varios personajes célebres, también del alcalde de Biarritz y consultorio médico donde acudía Napoleón III cuando se encontraba en la ciudad. Un trozito de la historia de Biarritz.