Día de navegación
Otra de las citas que reunió a más pasajeros. Fiesta psicodélica de los 60´S con imitación de los Beatles incluida en el atrio principal Gran Foyer. Acabó en la discoteca con bastante gente, al menos durante media hora, para alegría del Dj.
Atenas
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Este jornada fue de navegación. Nos dedicamos a disfrutar del barco tranquilamente en un día soleado y con buena temperatura. Si a ello añadimos que el Solstice navegaba muy despacio, pues no había casi ni viento generado por el avance del barco, mientras realizaba una navegación turística a pocas millas de la costa. Navegamos frente Mikonos nuevamente, y la derrota del Solstice nos llevaba a bordear la isla de Tinos, la de Dilos y Syros, y disfrutamos de una jornada de golf y otros juegos.
Navegando frente a la isla de Tinos
Mikonos Town en la distancia
Atardecer en el Egeo
Navegando frente a la isla de Andros
El recibimiento que nos hacían los camareros en el Grand Epernay
Otra de las citas que reunió a más pasajeros. Fiesta psicodélica de los 60´S con imitación de los Beatles incluida en el atrio principal Gran Foyer. Acabó en la discoteca con bastante gente, al menos durante media hora, para alegría del Dj.
Y llegamos a El Pireo. Esta escala, en un principio, también la habíamos planteado de una forma tranquila. Era la tercera vez que estábamos en Atenas y al final decidimos volver a entrar a la Acrópolis. Nos fuimos dando un paseo desde la terminal A, que es donde nos dejó el shuttle ya que el Solstice atracó en la lejana terminal B, y llegamos a la estación de metro del Pireo. Una vez llegamos a la parada de Akropoli, en Atenas, lo primero que hicimos es subir a la colina de las ruinas y comprar la entrada a las mismas. Había que aprovechar que todavía era pronto y el sol no apretaba. Porque aunque sea noviembre el sol aprieta en Atenas generalmente. Esta vez la visita fue más pausada, sentándonos en algún banco tranquilamente y disfrutar de la preciosa vista que ofrece el Partenón . La última vez que entramos en las ruinas fue hace cinco años y las vimos de una forma un poco más apresurada.
Teatro de Dioniso
El Ágora
El Templo de Zeus visto desde la Acrópolis
El Erectión
Cuando terminamos la visita, descendimos hasta el barrio de Plaka, donde estuvimos callejeando y curioseando un poco. Nos sentamos en una de las terrazas y disfrutamos de unos riquísimos cafés frappes con licor 43. Hay que ver lo bien que hacen los cafés los griegos y además bastante baratos. Casi sin darnos cuenta , viendo la vida pasar y charlando, se nos pasa la hora del cambio de guardia de los Evzones en la Plaza Sintagma. Así que para allá nos fuimos y disfrutamos de ese vistoso y sobre todo turístico cambio de guardia. La verdad que al pobre chaval que estaba de guardia en el lado del sol estaba a punto de darle un sincope. Todo colorado y sudando la gota gorda.
La visita al parque nacional, llamado Zapion y la zona del parlamento y el Templo de Zeus, estaba tomado por la policía, (pero cientos de ellos), el parque cerrado a cal y canto y grupos de estudiantes reunidos por los alrededores. La céntrica calle Amalias y las adyacentes cortadas al tráfico. Así que con ese ambiente y como no sabíamos muy bien que es lo que pasaba, decidimos bajar por la calle que bordea el parque nacional y llegar hasta el Estadio Olímpico. Básicamente te mueves por el triángulo formado por la Plaza Sintagma, la Plaza Omonia y el barrio de Plaka. Como punto de máximo interés fuera de ese triángulo estaría el Museo Arqueológico Nacional.
El estadio Olímpico
El Templo de Zeus
Ya para finalizar nuestros últimos momentos en Atenas, nos volvimos a sentar en otra terraza para disfrutar de otro riquísimo y enorme café frappe, y de paso descansar las piernas. Porque aunque pensábamos que este iba a ser un crucero de lo más relajado, al haber estado en la mayoría de los puertos, al final te das cuenta que siempre quedan cosas que no has visto y otras que quieres volver a ver, y terminas de lo más cansado. Regreso en el tren al Pireo como sardinas en lata de la gente que había. Yo no se si debimos coincidir en hora punta o qué, pero pesábamos que nos quedábamos en el andén. La ventaja era que sin agarrarte tampoco te caías. Así tenía las manos libres para proteger los bolsillos, la cartera, etc.. Toda precaución es poca. Cuando subimos a bordo, mientras nos duchábamos, aproveché a pedir al room service una comida ligera que disfrutamos en el balcón de nuestro camarote en una tarde preciosa
Zarpando de El Pireo
Después de zarpar del Pireo, la tripulación preparó un bufet de chocolates y frutas por la noche en el Sky Observation. Nosotros sólo curioseamos ya que casi acabábamos de cenar y nos fuimos a nuestro rincón a tomarnos una copa. Es curioso ver como muchos de los pasajeros no parecen tener fondo en el estómago. Bandejas llenas de pasteles, frutas bañadas en chocolate, postres en copa. Yo no se como no cogen una indigestión de aupa. Y de esa forma transcurrió la noche.
Al día siguiente era un día de navegación rumbo a la última escala de este crucero, Nápoles. El día amaneció precioso, supongo, porque nosotros estábamos en la cama y nos levantamos muy tarde. Eso si, cuando corrimos las cortinas un espléndido sol se colaba por el balcón de nuestro camarote y con una temperatura exterior fantástica. De esa manera decidimos tomarnos un café “aguachirri” solamente para desayunar y acudir pronto a comer. El resto del día transcurrió de lo más relajado (que falta nos hacía), dando paseos por cubierta, perdiendo la mirada en el horizonte, charlando animadamente, jugando al mini golf, tomando un cafetito en el café Al Bacio… y contemplando nuestro penúltimo atardecer.
Dormitando en la Solstice Deck
Pasando la tarde en el Lawn Club
Precioso atardecer con la isla de Sicilia al fondo antes de atravesar el Estrecho de Messina
El banco de diseño que yo tendría en mi jardín si tuviera dinero para comprarlo... y si tuviese jardín.
Esta noche previa a la llegada a Nápoles era la última cena de gala. Lo tengo que decir.. mi mujer iba guapísima de largo con un vestido negro, aunque esté mal que yo lo diga, lo que pasa que no tengo permiso para subir fotos suyas. La tripulación del restaurante nos organizó una pequeña fiesta, bajando por las escaleras del Grand Epernay, cantando y volteando las servilletas, incluido nuestro camarero Omar.
Al hilo de las cenas de gala y de los códigos de vestimenta quería comentar unas apreciaciones que nos hemos llevado del Solstice en cuanto a la vestimenta de los pasajeros. Si bien es cierto que las noches de gala el pasaje cumplía las normas establecidas por la compañía en un 90%, de una manera más o menos afortunada, el resto de las noches era harina de otro costal. Nos hemos encontrado con una gran parte del pasaje que acudía a cenar con vaqueros, zapatillas deportivas, camisetas y hasta con gorras de béisbol, algo que por otra parte está perfectamente indicado su prohibición y no permitido por las normas de la compañía. E increíblemente les permitían el acceso al restaurante. Es lo mismo que si yo me enciendo un cigarro en el restaurante entre plato y plato. Seguro que en ese caso se me echarían encima, y lo único que estaría haciendo de la misma forma es incumplir una de las normas que establece la compañía. Recuerdo que el primer día que bajamos a cenar, mi mujer vio la cola que había para entrar al restaurante ( pasaba del atrio Grad Foyer), y como vestía la gente y se le cayó el glamour a los pies. Esperábamos una vestimenta un poco más cuidada. Nuestro camarero nos comentó al cabo de los días que siempre íbamos muy elegantes. Tampoco era para tanto. Yo llevaba pantalón de vestir, camisa de vestir de manga larga y a veces americana sin corbata (básicamente como vestía en la Ncl), aunque mi mujer si que cuidó más su vestimenta. El comentario de aquel colorido zoo que nos dio fue que eran americanos. No estuvimos muy de acuerdo, ya que en Ncl (también americana) me atrevería a decir que se vestía un poco mejor, y además en varias ocasiones hemos visto no permitir la entrada al restaurante principal grande por no cumplir las normas de la compañía en el ámbito de la vestimenta e invitarles a acudir al bufet o al otro restaurante principal más pequeño. Otro detalle es el pulular de pasajeros por las cubiertas con el albornoz del camarote puesto. Un día vimos a un tío en albornoz y chanclas por la cubierta 4, la de botes. Eso significaba que para llegar allí había estado por las cubiertas públicas donde están el Martini bar, el teatro, el Michael´s club, el café Al Bacio… ¡¡ Qué hacía ese tío de esa guisa por esos sitios!! Pero bueno, esta es una simple mención anecdótica de la vestimenta durante nuestro crucero.
En este precioso atardecer navegando, nos ocurrió una divertida y sorprendente anécdota. Estábamos en la Solstice Deck abrazados y contemplando la maravillosa puesta del sol cuando al cabo de un rato, mientras yo encuadraba con la cámara de fotos, una pasajera norteamericana se acercó a mi mujer sin que yo me percatara de la situación y le soltó una parrafada en inglés que ella no entendió. Viendo esta pasajera que mi mujer no la había entendido, la enseñó la pantalla de su cámara fotográfica y la sorpresa fue mayúscula. Rápidamente mi mujer me llamó de una forma apresurada y me enseñaron la pantalla de la cámara. La escena le había parecido muy romántica a esta pasajera y nos había sacado en esa actitud a contra luz con la puesta de sol como fondo. Mantuvimos una pequeña conversación, la que me permite mi limitado conocimiento del inglés, en la que me pidió mi correo electrónico para enviarnos la fotografía. Hace unos días recibí un correo de esta pasajera (se llama Judy y es de Maine, USA) en el que nos remitía dicha foto. La verdad que Judy ha sido muy amable y nos ha dado mucha pena el no hablar bien inglés para poder haber mantenido una conversación más larga con ella.