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sábado, 3 de julio de 2010

Celebrity Solstice. Atenas y navegación.

Día de navegación


Este jornada fue de navegación. Nos dedicamos a disfrutar del barco tranquilamente en un día soleado y con buena temperatura. Si a ello añadimos que el Solstice navegaba muy despacio, pues no había casi ni viento generado por el avance del barco, mientras realizaba una navegación turística a pocas millas de la costa. Navegamos frente Mikonos nuevamente, y la derrota del Solstice nos llevaba a  bordear la isla de Tinos, la de Dilos y Syros, y disfrutamos de una jornada de golf y otros juegos.



                     
  Navegando frente a la isla de Tinos
                         

  Mikonos Town en la distancia


  Atardecer en el Egeo
 
 
  Navegando frente a la isla de Andros




   El recibimiento que nos hacían los camareros en el Grand Epernay



Otra de las citas que reunió a más pasajeros. Fiesta psicodélica de los 60´S con imitación de los Beatles incluida en el atrio principal Gran Foyer. Acabó en la discoteca con bastante gente, al menos durante media hora, para alegría del Dj.




Atenas


Y llegamos a El Pireo. Esta escala, en un principio, también la habíamos planteado de una forma tranquila. Era la tercera vez que estábamos en Atenas y al final decidimos volver a entrar a la Acrópolis. Nos fuimos dando un paseo desde la terminal A, que es donde nos dejó el shuttle ya que el Solstice atracó en la lejana terminal B, y llegamos a la estación de metro del Pireo. Una vez llegamos a la parada de Akropoli, en Atenas, lo primero que hicimos es subir a la colina de las ruinas y comprar la entrada a las mismas. Había que aprovechar que todavía era pronto y el sol no apretaba. Porque aunque sea noviembre el sol aprieta en Atenas generalmente. Esta vez la visita fue más pausada, sentándonos en algún banco tranquilamente y disfrutar de la preciosa vista que ofrece el Partenón . La última vez que entramos en las ruinas fue hace cinco años y las vimos de una forma un poco más apresurada.


  Teatro de Dioniso


   El Ágora


  El Templo de Zeus visto desde la Acrópolis


El Erectión



Cuando terminamos la visita, descendimos hasta el barrio de Plaka, donde estuvimos callejeando y curioseando un poco. Nos sentamos en una de las terrazas y disfrutamos de unos riquísimos cafés frappes con licor 43. Hay que ver lo bien que hacen los cafés los griegos y además bastante baratos. Casi sin darnos cuenta , viendo la vida pasar y charlando, se nos pasa la hora del cambio de guardia de los Evzones en la Plaza Sintagma. Así que para allá nos fuimos y disfrutamos de ese vistoso y sobre todo turístico cambio de guardia. La verdad que al pobre chaval que estaba de guardia en el lado del sol estaba a punto de darle un sincope. Todo colorado y sudando la gota gorda.







La visita al parque nacional, llamado Zapion y la zona del parlamento y el Templo de Zeus, estaba tomado por la policía, (pero cientos de ellos), el parque cerrado a cal y canto y grupos de estudiantes reunidos por los alrededores. La céntrica calle Amalias y las adyacentes cortadas al tráfico. Así que con ese ambiente y como no sabíamos muy bien que es lo que pasaba, decidimos bajar por la calle que bordea el parque nacional y llegar hasta el Estadio Olímpico. Básicamente te mueves por el triángulo formado por la Plaza Sintagma, la Plaza Omonia y el barrio de Plaka. Como punto de máximo interés fuera de ese triángulo estaría el Museo Arqueológico Nacional.

 El estadio Olímpico


  El Templo de Zeus


Ya para finalizar nuestros últimos momentos en Atenas, nos volvimos a sentar en otra terraza para disfrutar de otro riquísimo y enorme café frappe, y de paso descansar las piernas. Porque aunque pensábamos que este iba a ser un crucero de lo más relajado, al haber estado en la mayoría de los puertos, al final te das cuenta que siempre quedan cosas que no has visto y otras que quieres volver a ver, y terminas de lo más cansado. Regreso en el tren al Pireo como sardinas en lata de la gente que había. Yo no se si debimos coincidir en hora punta o qué, pero pesábamos que nos quedábamos en el andén. La ventaja era que sin agarrarte tampoco te caías. Así tenía las manos libres para proteger los bolsillos, la cartera, etc.. Toda precaución es poca. Cuando subimos a bordo, mientras nos duchábamos, aproveché a pedir al room service una comida ligera que disfrutamos en el balcón de nuestro camarote en una tarde preciosa
 
 
 
 Zarpando de El Pireo
 
 
Después de zarpar del Pireo, la tripulación preparó un bufet de chocolates y frutas por la noche en el Sky Observation. Nosotros sólo curioseamos ya que casi acabábamos de cenar y nos fuimos a nuestro rincón a tomarnos una copa. Es curioso ver como muchos de los pasajeros no parecen tener fondo en el estómago. Bandejas llenas de pasteles, frutas bañadas en chocolate, postres en copa. Yo no se como no cogen una indigestión de aupa. Y de esa forma transcurrió la noche.
 
 
 



 
Al día siguiente era un día de navegación rumbo a la última escala de este crucero, Nápoles. El día amaneció precioso, supongo, porque nosotros estábamos en la cama y nos levantamos muy tarde. Eso si, cuando corrimos las cortinas un espléndido sol se colaba por el balcón de nuestro camarote y con una temperatura exterior fantástica. De esa manera decidimos tomarnos un café “aguachirri” solamente para desayunar y acudir pronto a comer. El resto del día transcurrió de lo más relajado (que falta nos hacía), dando paseos por cubierta, perdiendo la mirada en el horizonte, charlando animadamente, jugando al mini golf, tomando un cafetito en el café Al Bacio… y contemplando nuestro penúltimo atardecer.


  Dormitando en la Solstice Deck


  Pasando la tarde en el Lawn Club


Precioso atardecer con la isla de Sicilia al fondo antes de atravesar el Estrecho de Messina




El banco de diseño que yo tendría en mi jardín si tuviera dinero para comprarlo... y si tuviese jardín.


Esta noche previa a la llegada a Nápoles era la última cena de gala. Lo tengo que decir.. mi mujer iba guapísima de largo con un vestido negro, aunque esté mal que yo lo diga, lo que pasa que no tengo permiso para subir fotos suyas. La tripulación del restaurante nos organizó una pequeña fiesta, bajando por las escaleras del Grand Epernay, cantando y volteando las servilletas, incluido nuestro camarero Omar.


Al hilo de las cenas de gala y de los códigos de vestimenta quería comentar unas apreciaciones que nos hemos llevado del Solstice en cuanto a la vestimenta de los pasajeros. Si bien es cierto que las noches de gala el pasaje cumplía las normas establecidas por la compañía en un 90%, de una manera más o menos afortunada, el resto de las noches era harina de otro costal. Nos hemos encontrado con una gran parte del pasaje que acudía a cenar con vaqueros, zapatillas deportivas, camisetas y hasta con gorras de béisbol, algo que por otra parte está perfectamente indicado su prohibición y no permitido por las normas de la compañía. E increíblemente les permitían el acceso al restaurante. Es lo mismo que si yo me enciendo un cigarro en el restaurante entre plato y plato. Seguro que en ese caso se me echarían encima, y lo único que estaría haciendo de la misma forma es incumplir una de las normas que establece la compañía. Recuerdo que el primer día que bajamos a cenar, mi mujer vio la cola que había para entrar al restaurante ( pasaba del atrio Grad Foyer), y como vestía la gente y se le cayó el glamour a los pies. Esperábamos una vestimenta un poco más cuidada. Nuestro camarero nos comentó al cabo de los días que siempre íbamos muy elegantes. Tampoco era para tanto. Yo llevaba pantalón de vestir, camisa de vestir de manga larga y a veces americana sin corbata (básicamente como vestía en la Ncl), aunque mi mujer si que cuidó más su vestimenta. El comentario de aquel colorido zoo que nos dio fue que eran americanos. No estuvimos muy de acuerdo, ya que en Ncl (también americana) me atrevería a decir que se vestía un poco mejor, y además en varias ocasiones hemos visto no permitir la entrada al restaurante principal grande por no cumplir las normas de la compañía en el ámbito de la vestimenta e invitarles a acudir al bufet o al otro restaurante principal más pequeño. Otro detalle es el pulular de pasajeros por las cubiertas con el albornoz del camarote puesto. Un día vimos a un tío en albornoz y chanclas por la cubierta 4, la de botes. Eso significaba que para llegar allí había estado por las cubiertas públicas donde están el Martini bar, el teatro, el Michael´s club, el café Al Bacio… ¡¡ Qué hacía ese tío de esa guisa por esos sitios!! Pero bueno, esta es una simple mención anecdótica de la vestimenta durante nuestro crucero.


 
En este precioso atardecer navegando, nos ocurrió una divertida y sorprendente anécdota. Estábamos en la Solstice Deck abrazados y contemplando la maravillosa puesta del sol cuando al cabo de un rato, mientras yo encuadraba con la cámara de fotos, una pasajera norteamericana se acercó a mi mujer sin que yo me percatara de la situación y le soltó una parrafada en inglés que ella no entendió. Viendo esta pasajera que mi mujer no la había entendido, la enseñó la pantalla de su cámara fotográfica y la sorpresa fue mayúscula. Rápidamente mi mujer me llamó de una forma apresurada y me enseñaron la pantalla de la cámara. La escena le había parecido muy romántica a esta pasajera y nos había sacado en esa actitud a contra luz con la puesta de sol como fondo. Mantuvimos una pequeña conversación, la que me permite mi limitado conocimiento del inglés, en la que me pidió mi correo electrónico para enviarnos la fotografía. Hace unos días recibí un correo de esta pasajera (se llama Judy y es de Maine, USA) en el que nos remitía dicha foto. La verdad que Judy ha sido muy amable y nos ha dado mucha pena el no hablar bien inglés para poder haber mantenido una conversación más larga con ella.
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viernes, 2 de julio de 2010

Celebrity Solstice.Pompeya, Nápoles y la despedida.

Pompeya



El último día de crucero, el Solstice arribó puntual a puerto. Después de un buen desayuno tomamos el camino de la cubierta dos para pisar de nuevo Nápoles. Ya habíamos visto por el balcón de nuestro camarote la proa, pero ya en tierra le vimos por completo. Atracado junto al Solstice estaba el Century, en el que estuvimos a punto de ir si no es porque al final no nos cuadraron las fechas de vacaciones.






Después de saltarnos el asedio de los taxistas que se congregan en la estación marítima de Nápoles, cruzamos la calle al quiosco para comprar los billetes del travía y el tren circumvesuviano . Nuestro objetivo visitar las ruinas de Pompeya, ya que Nápoles ya la conocíamos. Llegamos pronto por la mañana a Pompeya, y a pesar que las visitas guiadas suelen llevar alrededor de dos horas, nosotros permanecimos cerca de cuatro. No nos queríamos perder ningún rincón de esta ciudad completamente sepultada por la erupción del Vesubio el 24 de agosto del año 79, y sobre todo descubrir calles y villas en las que estábamos absolutamente solos. La verdad que quedamos maravillados e impresionados por el gran tamaño de esta ciudad perdida en el tiempo, y como los ingenieros romanos la habían planificado y las soluciones dadas para resolver los problemas estructurales que se presentan en una ciudad, como la evacuación de las aguas pluviales. Recomendable la visita al 100% siempre y cuando el tiempo acompañe, como fue nuestro caso con otro espléndido día. Y también la visita a Herculano, mucho más pequeña y mucho mejor conservada ya que fue cubierta con un alud de barro en vez de lava. Pero esta quedará para la próxima visita .

  Frescos incríblemente bien conservados


El Anfiteatro.


   Impresionan las escenas de como quedaron algunos de los habitantes de Pompeya


Una calle de Pompeya. Al fondo en la carretera se observa las piedras elevadas que hacen la función de un paso de cebra


   El Templo de Apolo


Nápoles



Nápoles es una ciudad fantástica, famosa en todo el mundo por sus tesoros artísticos, naturales e históricos, que se extiende a los pies del Vesubio. Tratada injustamente por muchos de sus visitantes debido al abandono de muchos de sus edificios, pero con un indudable encanto. Como punto de partida, la estancia en el puerto de Nápoles nos da un montón de posibilidades a elegir. Desde una visita a la propia ciudad, a las cercanas ruinas de Pompeya y Herculano, la bellísima costa Amalfitana o la isla de Capri e Ischia.


  Ambiente del barrio Spaccanapoli



En esta ocasión, y debido al escaso tiempo que nos restaba después de la extensa visita a Pompeya, decidimos dar un pequeño paseo para recordar viejos tiempos, callejear un poquito y disfrutar de ese ambiente tan caótico y decadente que le confiere el encanto a esta cuidad. Pero el que la visite por primera vez no debe perderse los tesoros que oculta. El Castel Nuovo, a los pies de la estación marítima; el Palacio Real de Nápoles, construido cuando pertenecía a la Corona Española por el virrey de Nápoles para una posible visita del Rey de España Felipe III (que nunca llegó a suceder); el Duomo de Nápoles que es absolutamente espectacular su interior, no puede estar más ornamentado; las Galerías Umberto I (ahora se encuentran andamiadas y en proceso de restauración), el Museo Nacional Arqueológico (como visita sustitutoria e imprescindible si se llega a Nápoles en un día lluvioso y hace incómoda la visita a Pompeya) y por supuesto el barrio Spaccanapoli el más emblemático y antiguo con calles, tiendas e iglesias increíbles.




Por último una ascensión en funicolare al Castel Sant´Elmo para disfrutar de unas excepcionales vistas de la ciudad, el Vesubio y la Bahía. Como podéis ver, Italia es mucho más que el eje Roma, Florencia y Venecia.

  Vistas panorámicas desde las almenas del Castel Sant´Elmo



Otra cosa. Si bien Nápoles es bastante segura, no hay que bajar la guardia ya que existen bastantes carteristas y descuideros. Ha sido en la única ciudad, al menos que hallamos sido conscientes, en la que mi mujer se percató como nos estudiaban unos magrebíes y rondaban y controlaban si yo llevaba la cartera en el bolsillo de atrás. Teniendo en cuenta que ando ensimismado grabando en vídeo y observando los edificios que me rodean, en principio parezco presa fácil. Lo que pasa es que nosotros llevamos unas reglas de precauciones férreas. A saber, la cartera siempre en el bolsillo delantero, la mochila colgada en la parte delantera siempre que hay concentración de gente, el dinero distribuido en diferentes cantidades y así evitar enseñar grandes fajos a la hora de pagar en tiendas, etc.. Cuando vieron que ella se había dado cuenta de la maniobra desistieron de su seguimiento.


Mientras iniciábamos el camino de acercamiento hacia la estación marítima, aprovechamos para sentarnos en una terraza cerquita del puerto y tomarnos unos capuccinos, y gastar los últimos momentos viendo el ir y venir de los napolitanos y el entretenido caos circulatorio que reina en esta cuidad del sur de Italia.


Después de zarpar de Nápoles bajamos al camarote para preparar las maletas antes de cenar. Después de pensarlo un poco, decidimos dejar en la puerta una de las tres maletas que llevábamos , y bajar nosotros las otras dos. En el próximo crucero que hagamos con Celebrity las bajaremos todas nosotros, ya que nos agobia bastante tener que estar haciéndolas y dejándolas en la puerta antes de las diez de la noche. Preferimos prepararlas cuando ya nos retiramos al camarote tarde por la noche.



Este era nuestro camarote. Amplio, comodísimo, sin duda han conseguido unas cabinas muy logradas


  En el baño había un buen número de amenities



Detalle curioso. En el Solstice no hay cubierta número trece. A lo que llega la superstición.


La despedida


En fin, esa era nuestro última noche en el Solstice. Disfrutamos de la cena pero con una cierta sensación de tristeza. Durante nuestra charla, inevitablemente estuvimos repasando nuestras vivencias en este crucero, repasando los aspectos que más nos habían gustado y los que nos gustaron menos, rememorando nuestras andanzas en los distintos puertos y comparando inevitablemente los diferentes aspectos con anteriores cruceros.


Nos despedimos de nuestros camareros, Omar y Canto, y de Rubén, nuestro somelier, y fuimos casi de los últimos en retirarnos del restaurante, ya que la charla se alargó. Nos sacamos unas fotos todos juntos, bajo la atenta mirada de nuestro “amigo” el ayudante de maitre polaco. Yo quería que las fotos nos las sacara este personaje, pero mi mujer me dijo que me cortara, que haber si iba a meter en problemas a nuestros camareros. Mientras tanto, Omar se partía de risa, literalmente. Les agradecimos mucho la atención que nos habían dispensado y las cenas tan agradables que nos habían hecho pasar. No sé si ya lo había comentado, pero en unas de las primeras noches, hablando con ellos, les hicimos saber lo que nos maravillaba el esfuerzo que dedicaban en su trabajo, el peso de esas enormes bandejas llenas de platos que acarrean de la cocina al comedor y viceversa, sirviéndonos todos los platos puntualmente, pendientes de que no nos falte agua o vino en las copas, o pan, o cualquier otra cosa. Preparando las mesas para el turno siguiente, o si no para el desayuno, durante los siete días de la semana, y todo siempre con una sonrisa dedicada a nosotros. La verdad que ya por entonces, cuando se lo comentamos, la cara que nos pusieron fue de perplejidad, seguida poco después por una de agradecimiento y satisfacción por reconocer su buen hacer. Nos comentaron que la gente generalmente era amable, pero era poco habitual que se reconociera su trabajo y menos el ser consciente de la dificultad y perfecta organización en cocinas para dar de comer y cenar a casi tres mil personas. Ya le comentamos que, desgraciadamente, hoy en día es muy poco habitual que se reconozca el trabajo de las personas, ya sea en la mar, en tierra o en el aire. Al menos pensamos que durante esos doce días les hicimos su trabajo un poco más agradable, ya que tuvieron algún problema con una de las mesas que nunca les gustaba nada de la carta.


Cuando salimos del restaurante ya se respiraba el desembarque en el aire. La tripulación preparando el barco frenéticamente, vaciando los jacuzzis, baldeando las cubiertas, sacando brillo a cristales.. Y el Solstice, vacío de pasajeros, parecía un barco fantasma. Supongo que estarían en la cama descansando para el largo viaje que esperaba a la mayoría. Esta vez no nos tomamos nuestra copita en el Sky Observation, ya que literalmente estaba desierto, no había nadie. Así que nuestros últimos momentos de la noche los pasamos paseando por las cubiertas y mentalizándonos que al día siguiente, desgraciadamente, nos “echaban” .

                                       
   Nuestro último paseo por cubierta en el Solstice


 De camino a nuestro camarote por "el barco fantasma"
 
 
Esperando a nuestro transfer. El hecho se había consumado. Definitivamente nos habían echado y nosotros de vuelta a la monotonía diaria con cara de resignación.


Unos de nuestros amigos siempre nos dicen que no entienden cómo nos podemos gastar el dinero en viajar. Con la de cosas que se puede hacer con ese dinero. Una casa más grande, cambiar de móvil cada dos meses, comprar una televisión de plasma de 50´´, adquirir un armario entero de ropa cada temporada..Comprar y comprar, y siempre lo tendrás ahí. Porque de un viaje una vez pasado ¿Qué te queda? Nosotros les decimos que conoces gente nueva, e interesante, ciudades maravillosas, paisajes únicos, civilizaciones milenarias, atardeceres increíbles. Nosotros compramos recuerdos, experiencias, bienestar, volvemos a revivir de nuevo los viajes a esos lugares cada vez que hablamos de ellos, delante de una buena mesa, o paseando por nuestra ciudad, o viendo una matrícula de un coche de ese país que habíamos estado, y que irremediablemente nos traslada allí. Hace no mucho mi madre, que es mayor, me decía que aprovecháramos, que ahora que teníamos salud y podíamos, que viajáramos y disfrutásemos. Es curioso cómo, me decía, cuando llegas a mayor te das cuenta que lo más valioso que posees son los recuerdos y las experiencias vividas. Y cuanto más tiempo pasa más afloran y se hacen más presentes en la memoria, cuando difícilmente te acuerdas de lo que has hecho hace dos días. Pero como dijo alguien, tiene que haber gente para todo.

Bueno… pues esto ha dado de si nuestro crucero. La verdad que después de muchas fotografías y de relatar las vivencias e impresiones que nos hemos llevado a casa hemos disfrutado mucho compartiendo este viaje con vosotros, de verdad.

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miércoles, 30 de junio de 2010

Túnez. Crucero Msc Lirica


La última vez que estuvimos en Túnez, dedicamos la mayoría del tiempo a conocer en profundidad las ruinas romanas de Cartago y el Museo Nacional Bardo, con la mayor colección reunida de mosaicos en el mundo. También dedicamos algo de tiempo a una visita un poco apresurada a Sidi Bou Saïd con la noche ya encima. Nos permitió ver este encantador pueblo con sus calles y tenderetes iluminados, pero nos perdimos la maravillosa luz que se disfruta en un día soleado y que hace resaltar el colorido de las puertas y ventanas de cada una de las casas de Sidi Bou Saïd.




Así que esta vez estábamos dispuestos a poner remedio y disfrutar de las demás cosas importantes que se nos quedó en el tintero la última vez. Llegamos a La Goulette pronto por la mañana. Un antiguo pueblo de pescadores frente al Golfo de Túnez y sin ningún atractivo importante. Esta vez teníamos muy claro a qué queríamos dedicar las horas de estancia de que disponíamos en Túnez y completar nuestro conocimiento de esta capital norteafricana. Desembarcamos rápidamente a puerto, no sin antes sufrir una pequeña decepción, ya que esta vez no nos sellaron la visa en el pasaporte como la otra vez. Sirvió con un cartoncillo de visado temporal que luego había que entregar a la policía antes de volver a subir a bordo del Lírica. Pues bien, fuimos directamente a los taxis que esperan dentro del recinto portuario y que tienen tarifas fijas que abonas al regreso a puerto. Con un coste de 40 euros si quieres visitar La Medina o bien Cartago y Sidi Bou Saïd, y de 60 euros si visitas los tres lugares, nuestra siguiente misión era encontrar otra pareja de pasajeros que quisieran compartir taxi, y por lo tanto gastos con nosotros. Después de tres intentos fallidos hablamos con una pareja que accedió encantada a venir con nosotros en el mismo taxi y nos dirigimos a La Medina de Túnez con el Carlos Sainz del Magreb al volante de un curtido VW Vento con varios cientos de miles de kilómetros sobre su carrocería. En menos de media hora ya nos encontrábamos en una de las puertas de La Medina y comenzábamos la exploración, no sin antes rechazar varias veces la oferta de los servicios del guía improvisado que nos esperaba a instancias del taxista.

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miércoles, 23 de junio de 2010

Salerno. Crucero Msc Lirica


Este día en Salerno nos despertamos temprano dispuestos a recorrer los rincones más ocultos de esta ciudad. Aunque habíamos valorado la posibilidad de acercarnos a Amalfi, decidimos permanecer en Salerno por creer que sería más difícil volver a esta ciudad que a la propia Amalfi. Para esta última, y la costa amalfitana tenemos nuestros propios planes para un futuro.



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domingo, 13 de junio de 2010

Civitavecchia. Crucero Msc Lirica


La principal razón por la que elegimos este crucero en el Msc Lírica fue por lo poco habitual y originalidad de los puertos de escala, lo que nos permitió vivir un crucero más descansado y relajado. La excepción fue Civitavecchia, una escala que requiere de un largo desplazamiento hasta llegar a Roma. Algo que por otra parte no nos importó, ya que nosotros la conocemos como la palma de nuestra mano, y además siempre es un placer volver a perderse por las calles de la Ciudad Eterna de una forma pausada. Por ese motivo, y porque Roma se merece una entrada única, no me extenderé demasiado.

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miércoles, 9 de junio de 2010

Ajaccio. Crucero Msc Lírica

Cuando pensábamos en Córcega, lo primero que nos venía a la cabeza era, a parte de la isla donde nació Napoleón y de su perfil extremadamente montañoso, la visión de unos rudos habitantes y celosos defensores de su libertad, bastante alejados de los tópicos y arquetipos franceses. Lo que sería equivalente al tebeo de Goscinny-Uderzo, pero cambiando la frase de "esos irreductibles galos" por la de "esos irreductibles corsos". Y, aunque en lo de la cuna de Napoleón y sus montañas no estábamos equivocados, en lo otro sin duda si que lo estábamos.


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lunes, 7 de junio de 2010

Portofino. Crucero Msc Lírica.




Si alguno de los antiguos habitantes de Portofino levantara la cabeza, no daría crédito al ver en lo que se ha convertido hoy en día este pequeño pueblecito de pescadores. De lo que antaño eran viviendas de humildes pescadores y bajos que servían de almacenes de redes y pertrechos, nosotros hemos visto boutiques de lujo y restaurantes ordenados alrededor de la parte baja y el puerto, zona dedicada en exclusiva al turismo. Deambulamos por sus calles y puerto, en las que no falta ningún diseñador internacional que se precie, y aunque parezca mentira, aún queda alguna barca de pesca mezclada en un mar de yates y motoras de lujo.

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Génova. Crucero Msc Lirica

Aunque hayas buscado toda clase de información de Génova antes de iniciar el viaje, visto multitud de fotografías, planificado qué hacer en tu estancia en esta ciudad, que puntos de interés son imprescindibles a visitar y aunque tengas conocimiento de su emplazamiento geográfico, la visión de esta bella ciudad desde la cubierta doce del Lírica sobrecoge. Arrinconada entre el puerto y los montes, las casas se van apilando a lo largo de las laderas. Una vez pasada esa primera impresión, cuando la contemplamos más detenidamente, empezamos a pensar que sería algo caótica y un poco sucia, al menos desde la visión que teníamos en la estación marítima, y que los viejos y destartalados almacenes portuarios (en restauración en estos momentos) también contribuían a crear. Pero tengo que decir que para nada es así. Fue sin duda una de las sorpresas más agradables de las escalas de este crucero.

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jueves, 3 de junio de 2010

Toulon. Crucero MSC Lirica.




Toulon no es una escala especialmente atractiva. Básicamente es una ciudad que ha crecido al abrigo de la mayor base de la armada francesa en el Mediterráneo. Pero a pesar de no contar con grandes alicientes, ni construcciones significativas entre sus calles, si que tiene un entorno natural envidiable entre la maravillosa bahía y los espectaculares montes que la rodean en el que destaca el Mont Faron con sus casi 590 metros de altitud al que se puede acceder en teleférico y disfrutar de espectaculares vistas. Llegamos a esta localidad a bordo del MSC LIRICA y, aunque en algunas ocasiones atraca en el muelle de ferry, en esta lo hizo en la localidad vecina de La Seyne Sur Mer, situada a unos seis kilómetros del centro urbano de Toulon. La compañía puso a disposición de los pasajeros unos shuttle a un precio de diez euros, pero nosotros preferimos tomar un servicio de lanchas con salida desde el puerto viejo de La Seyne y que también tiene parada cerca del LIRICA delante de un viejo almacén portuario abandonado. A un precio de dos euros trayecto, creo recordar, disfrutamos de una excursión marítima por la bahía de Toulon además del propio transporte al paseo marítimo.

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miércoles, 2 de junio de 2010

Crucero MSC LIRICA




Acabamos de regresar de un crucero por el Mediterráneo, no previsto inicialmente, en el MSC LIRICA. Y digo no previsto porque hasta hace poco más de un mes ni sabíamos si nos iríamos de viaje, ni mucho menos en un crucero de MSC por el Mar Mediterráneo. Pero al final pesó más el anhelo de navegar por estas aguas y en una época del año (finales de mayo) en la que no lo habíamos hecho nunca en estas latitudes. Y a pesar de que no soportamos demasiado bien el calor, las temperaturas de 24 a 27 grados y el tiempo soleado en todo el viaje nos han ayudado a traernos un buen recuerdo del mismo. Lo que más nos atrajo de este crucero sin duda fue la ruta tan poco habitual, en su mayor parte, que realiza el LIRICA, saliéndose un poco de los machacados destinos que actualmente copan todas las navieras a excepción de algunas de lujo. Y por otra parte el tamaño racional y la elegante decoración de este barco de cruceros en el que domina los metales dorados, las maderas oscuras y la calidez de la mayoría de las estancias.

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