La última vez que estuvimos en Túnez, dedicamos la mayoría del tiempo a conocer en profundidad las ruinas romanas de Cartago y el Museo Nacional Bardo, con la mayor colección reunida de mosaicos en el mundo. También dedicamos algo de tiempo a una visita un poco apresurada a Sidi Bou Saïd con la noche ya encima. Nos permitió ver este encantador pueblo con sus calles y tenderetes iluminados, pero nos perdimos la maravillosa luz que se disfruta en un día soleado y que hace resaltar el colorido de las puertas y ventanas de cada una de las casas de Sidi Bou Saïd.
Así que esta vez estábamos dispuestos a poner remedio y disfrutar de las demás cosas importantes que se nos quedó en el tintero la última vez. Llegamos a La Goulette pronto por la mañana. Un antiguo pueblo de pescadores frente al Golfo de Túnez y sin ningún atractivo importante. Esta vez teníamos muy claro a qué queríamos dedicar las horas de estancia de que disponíamos en Túnez y completar nuestro conocimiento de esta capital norteafricana. Desembarcamos rápidamente a puerto, no sin antes sufrir una pequeña decepción, ya que esta vez no nos sellaron la visa en el pasaporte como la otra vez. Sirvió con un cartoncillo de visado temporal que luego había que entregar a la policía antes de volver a subir a bordo del Lírica. Pues bien, fuimos directamente a los taxis que esperan dentro del recinto portuario y que tienen tarifas fijas que abonas al regreso a puerto. Con un coste de 40 euros si quieres visitar La Medina o bien Cartago y Sidi Bou Saïd, y de 60 euros si visitas los tres lugares, nuestra siguiente misión era encontrar otra pareja de pasajeros que quisieran compartir taxi, y por lo tanto gastos con nosotros. Después de tres intentos fallidos hablamos con una pareja que accedió encantada a venir con nosotros en el mismo taxi y nos dirigimos a La Medina de Túnez con el Carlos Sainz del Magreb al volante de un curtido VW Vento con varios cientos de miles de kilómetros sobre su carrocería. En menos de media hora ya nos encontrábamos en una de las puertas de La Medina y comenzábamos la exploración, no sin antes rechazar varias veces la oferta de los servicios del guía improvisado que nos esperaba a instancias del taxista.
Aunque en un principio pueda parecer, o te hagan creer, que en La Medina es fácil perderse, para nada es cierto. Está ordenada longitudinalmente, con callejuelas transversales y es bastante fácil orientarse dentro de ella. Además se respira historia y tradición por todas partes, con multitud de comercios de todo tipo, sin duda alguna los mejores son los de artesanías y marroquinería, junto con otros de perfumes y aceites aromáticos en el zoco de los perfumes. También conviven con los de souvenir y falsificaciones que a nosotros no nos interesan nada en absoluto. Siempre preferimos lo auténtico y lo local de los lugares que visitamos. Dentro de La Medina, que merecidamente es Patrimonio de la Humanidad, siempre encontrarás guías improvisados que con variopintos motivos se ofrecerán a realizarte un tour guiado. Pero si hubo uno que nos sirvió de gran ayuda y que se ofreció amablemente y “gratuitamente”, por supuesto. Sabíamos que existía algún comercio desde cuya azotea se podía contemplar unas excepcionales vistas de toda La Medina y de las mezquitas, pero no éramos capaces de encontrarle. Así que este amable señor nos condujo hasta el comercio, concretamente a La Maison D`Orient, donde pudimos disfrutar desde su terraza adornada con coloridos mosaicos de las privilegiadas vistas a toda La Medina, a la Gran Mezquita y la Mezquita Otomana y la parte más moderna de Túnez, todo ello acompañado por las precisas explicaciones de este improvisado guía. Cuando ya bajamos a la calle, y tal como suponía, nos dijo si podíamos darle algo de propina , cosa que ya tenía yo preparada porque se la mereció el buen hombre. Entonces decidimos ir hacia la salida de La Medina por la Puerta de Francia, una de las zonas más bonitas de Túnez capital, con muchos edificios coloniales franceses con sus balcones y rejas en color azul, y donde nos esperaba nuestro particular Carlos Sainz, que nos llevaría raudo y veloz a través de las principales avenidas de la ciudad hacia nuestro siguiente destino.
De camino a Sidi, hicimos una breve parada frente a la laguna, un bonito espacio abierto donde pasear y contemplar las bateas de ostras y las vistas que ofrece. La otra parada que nos hizo nuestro rápido y eficiente taxista fue en la fastuosa Mezquita Moderna, aislada de Túnez capital y con unas bonitas vistas del Mediterráneo. A instancias nuestras obviamos la visita a Cartago, las cisternas y a la Catedral de San Luís, a parte de que ya lo conocíamos, queríamos centrarnos y disponer de tiempo en Sidi Bou Saïd. Y nada más llegar a este encantador pueblecito comenzamos a callejear y disfrutar de todos los maravillosos rincones que ofrece, de sus galerías de arte, sus calles con docenas de tiendas de cueros, artesanos del cobre y objetos de lo más variopinto. Y es que, como dije al principio, tiene una luz especial, quizás aportada por el reflejo del Mediterráneo, o por la blancura de sus fachadas encaladas y el contraste del azul de sus puertas y ventanas, o probablemente por ambas cosas. Hicimos una parada con nuestros ocasionales compañeros de viaje en Túnez, Tono y su novia brasileña, en el famosísimo Café Des Nattes, donde frente a un denso y fuerte café turco pudimos charlar y conocernos un poquito. Resultó que Tono era de la Isla de Cerdeña (hemos conocido a italianos nativos de muchas partes pero este era el primer Sardo que conocíamos) y, según nos contaron, lo curioso es que su novia no vivía con él. Por lo visto se habían conocido a través del facebook, y para celebrar el encuentro personal habían decidido hacer un crucero juntos ¡Qué cosas tiene esto de internet! Lo que si que sacamos en claro es que eran unas personas encantadoras y muy divertidas e hicieron nuestra estancia en Túnez más agradable si cabe.
Y de esa forma iba acabando nuestra estancia en Túnez, no sin antes que nuestro particular Carlos Sainz del Magreb, o sea el taxista, nos diera un susto de muerte y estuviéramos a punto de atropellar cuando íbamos a toda velocidad hacia La Goulette a una pedazo de oveja negra, que parecía más un búfalo que una oveja por el descomunal tamaño que tenía. Hasta aprendimos cómo se decía en italiano oveja, y es que Tono, que iba en el asiento delantero, decía “ Ya me veía con la pecora empotrada en el parabrisas y en mis brazos, ¡uff! ”. Supongo que esto son cosas que pueden ocurrir y que afortunadamente quedan en una anécdota. De todas formas el taxista se portó muy bien y gracias a su velocidad pudimos disponer de más tiempo en los distintos lugares y se mereció una propina. Antes de embarcar en el Lírica, con un calor que empezaba a ser sofocante, fotitos de rigor con los camellos que tienen en exhibición en el puerto y paseo a lomos de uno de ellos por parte de Tono y su novia (nosotros pasamos de la experiencia) y abandonar este país, del que nos hemos llevado mejor impresión y que hemos disfrutado y nos ha gustado muchísimo más en esta ocasión que en la otra que estuvimos.
Puerta de Francia
Una de las entradas a La Medina
Lo más cerca que pudimos estar del patio de la Gran Mezquita
La fastuosa Mezquita Moderna. Todo un derroche de materiales nobles
Encantadoras y caras viviendas en Sidi fuera del circuito turístico
0 comentarios :
Publicar un comentario