Continuamos con la visita por Lifou. Queríamos ir a otros lugares de la isla, y para ello había una estación de autobuses, tal como nos indicaba el letrero, pero en esta isla las cosas fluyen con otra velocidad y otros tiempos, más ralentizados como la propia vida, y esperar a que llegara una furgoneta era perder el tiempo. Así que, a pesar del calor reinante a medio día, preferimos ir caminado por la carretera en busca de otra de las poblaciones. Porque otra de las opciones eran alquilar un par de bicicletas, pero por el precio que pedían por una hora de alquiler más valía comprarse una. No se si te cobraban esas barbaridades debido a la solera que tenían las susodichas bicicletas, unas auténticas antiguallas oxidadas.