martes, 8 de agosto de 2017

Edimburgo; la capital cultural de Escocia (Part.I)


Hoy la mañana acompañaba, cielos con nubes altas que permitían vislumbrar el sol de vez en cuando, cosa poco habitual en Escocia por lo que pudimos comprobar en este viaje. Atrás quedó nuestro paso por Inverness -leer aquí la entrada de Inverness-. Madrugar nos recompensó con unos bonitos paisajes y la bella estampa del fabuloso Puente Forth, Patrimonio Mundial de la Humanidad, construido hace más de 125 años gracias a la pericia de los avezados ingenieros de aquella época. South Queensferry es una pequeña población en la orilla sur de la desembocadura del río Forth que da servicio a los ferry que unen  las islas y sirve de punto de entrada para los cruceros que visitan Edimburgo. Tras desayunar desembarcamos abordo de uno de los tender del "Caribbean Princess" que nos acercó hasta unas de las rampas de desembarque junto al Forth Bridge.




La ingeniería utilizada en la construcción del Forth Bridge es impresionante, sobre todo si se mira bajo la perspectiva de la técnica de la época. No hay que olvidar que su acero y sus pilares de piedra soportan el paso de sus más de 125 años años con un esplendor digno de encomio. Me pareció uno de los puentes más bellos y espectaculares de los que conozco hasta la fecha, aunque también es verdad que tengo una especial debilidad por los antiguos puentes de acero, especialmente si son ferroviarios.




Una vez pusimos los pies en tierra en South Queensferry valoramos las diferentes alternativas de que disponíamos para trasladarnos hasta el centro de Edimburgo. Por un lado unos buses esperaban la llegada de los cruceristas hasta completar sus plazas que es entonces cuando arrancaban con destino al centro de Edimburgo, y por otra parte se puede ascender la pequeña colina junto al embarcadero que lleva hasta la estación de tren de Dalmeni, opción ésta última elegida por nosotros por ser más económica y más flexible en cuanto a opciones de horarios. El corto trayecto hasta la estación central de trenes nos sirvió para ir tomando nota del paisaje que envuelve Edimburgo y para, una vez entradas las vías en la ciudad, contemplar por primera vez esa arquitectura tan típica y sobre todo el emplazamiento tan característico sobre el que se alza Edimburgo. La estampa al salir de la estación de trenes es espectacular. Las hileras de edificios que forman las calles encaramándose por las colinas a las que nos dirigimos hacia la parte más lata del casco antiguo de la ciudad.


Una vez situados arriba pudimos comprobar lo fácil que resulta visitar la ciudad de Edimburgo. lo primero que hicimos fue dar un paseo por el casco antiguo de la ciudad para ir situándonos un poquito. Pudimos observar también las chimeneas de los edificios con su peculiar y característica forma estrecha y alargada. Esta zona es una de las de más ambiente de todo Edimburgo y en estos meses de verano -en julio concretamente- cuesta andar por alguna de sus aceras. No quiero ni pensar lo que tiene que ser en agosto en pleno Festival de Edimburgo. El casco antiguo está marcado por la Royal Mile, la calle más famosa de la ciudad y que fuimos recorriendo en su totalidad partiendo del Castillo de Edimburgo.




La Catedral de St Giles fue una de nuestras primeras paradas, majestuosa presidiendo la Royal Mile. Fue construida en el siglo XV y posee una gran belleza y unas impresionantes vidrieras que permiten el paso de una gran cantidad de luz a sus interiores en piedra oscura. De sus interiores me llamó la atención su inmenso órgano con más de cuatro mil tubos, una locura para los melómanos amantes del maravilloso  sonido amplificado de un órgano rebotando por las paredes de piedra de una iglesia. La entrada al templo es gratuita, y recomiendo hacer la visita pronto para intentar evitar los molestos grupos de excursiones organizadas. Los alrededores de la Catedral de St Giles están poblados de estatuas de personajes célebres.







Pero si existe un monumento estrella en una visita a Edimburgo, éste sería sin duda el Castillo de Edimburgo....el monumento con mayúsculas. Situado en una zona elevada del centro histórico, sobre una colina, el Castillo de Edimburgo es visible desde casi cualquier punto de la ciudad, sobre todo desde la parte baja de la misma, de construcción más reciente y desde la que se puede disfrutar de una vista privilegiada del castillo, su entorno y la colina sobre la que se asienta. Este monumento tal como lo conocemos hoy en día, contrariamente a lo que se podría pensar, es de construcción relativamente reciente alrededor de mediados del siglo XVIII. Antes de ese periodo era una simple fortaleza defensiva que fue sometida a multitud de asedios en diversas contiendas a lo largo de los siglos. 




Que el Castillo de Edimburgo sea el monumento más visitado puede ser un verdadero fastidio en estos meses estivales. Nuestra primera intención era acceder a su interior a primera hora de la mañana para visitar sus estancias y patios, pero como nos entretuvimos en otras partes llegamos más tarde de lo deseable, y como se puede comprobar en alguna de las fotografías los puentes y accesos se presentaban colapsados. Si además añades el hecho de que estaba montado el escenario y las gradas en el interior de uno de sus patios principales para los conciertos y actuaciones de verano del Festival de Edimburgo, el lío ya estaba montado. Así que desistimos y preferimos dedicar nuestro tiempo a patear otros lugares interesantes de la Royal Mile y de la ciudad en lugar de perder el tiempo en colas interminables. La Capilla de Santa Margarita o las baterías de cañones tendrán que esperar a otra visita futura a Edimburgo. Salvando las distancias con otras, parece que esta ciudad de Escocia es otra de las muchas candidatas en el mundo a morir de su propio éxito. 





Paseando por la Royal Mile entre sus históricos edificios de oscura piedra en sus fachadas, nos fuimos encontrando con tenebrosos callejones, pequeños, estrechos y repletos de siniestras historias. Una de ellas la Mary King`s Close muy cerca de la Catedral de St Giles, un conjunto de callejuelas donde los fantasmas campan a sus anchas y se dice que habita el espíritu de Annie, una niña abandonada por sus padres en este lúgubre lugar cuando descubrieron que tenía la peste. También pudimos contemplar las bonitas y típicas tabernas y pubs donde saborear una buena pinta mientras descansábamos de tanto ajetreo. 








Tras un minucioso recorrido a lo largo de la Royal Mile y algunas de sus calles adyacentes, un par de paradas para refrescarnos y comer algo, llegamos hasta la parte situada más al este de la ciudad de Edimburgo. Allí se construyó el carísimo y peculiar edificio -arquitectónicamente hablando- del Parlamento de Escocia. En la misma zona se encuentra también el Palacio de Holyroodhouse y el Parque Holyrood, nuestro siguiente objetivo por las fabulosas vistas panorámicas que ofrece de la ciudad de Edimburgo y su maravilloso entorno. Pero eso lo contaré en el siguiente capítulo sobre la ciudad.



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