jueves, 17 de noviembre de 2016

Praga; un último día de disfrute pausado


Anteriormente ya habíamos estado por el barrio de Malá Strana (ver entrada), pero lo hicimos bastante por encima y de paso, camino al hermoso Castillo de Praga. La ventaja de pasar varios días en una ciudad tan increíble como Praga fue que pudimos  regresar  de nuevo a los barrios y rincones más representativos de ella y descubrir rincones, digamos, menos turísticos o conocidos. Y en la primera visita no es que se cumpliera esta máxima precisamente, debido en parte a un gran grupo de gente joven -posiblemente estudiantes- que quisieron dejar plasmado en el muro sus firmas y dedicatorias. Ésto es algo que nunca he llegado a entender del todo, el por qué tener que dejar "huella" por los rincones donde se ha pasado emborronado muchos monumentos con pintadas. Pero en esta ocasión la firma o dedicatoria está disculpada ya que este muro está dedicado expresamente a ese fin, aunque nosotros no hiciéramos uso de este derecho. El Muro de John Lennon se creó por casualidad en los años ochenta como forma de identificación de los checos con las letras de sus canciones, y para reivindicar la paz y la libertad que por aquel entonces el régimen comunista privaba a sus ciudadanos, y cuya máxima fue la frase de "da una oportunidad a la paz". El muro está en la Plaza del Gran Priorato. Es una visita interesante y entretenida porque siempre suele haber algún cantante aficionado ofreciendo algún recital al público presente. 


Muy cerca del Muro de John Lennon, la barandilla de uno de uno de los puentes que salvan los canales aparece cubierta en su totalidad de candados que simbolizan -presuntamente- el sellado del amor de la pareja que los pone. Lo peor que luego arrojan al canal las llaves. Una moda extendida por casi todos los rincones del planeta.


Quizás de las mejores actividades que se pueden hacer en Malá Strana -obviando el Castillo de Praga- es perderse por sus callejuelas y no perder de vista las hermosas fachadas barrocas de los edificios, muchas de ellas ornamentadas con elaborados dibujos y pinturas. Sus empedradas calles y comercios que no estamos acostumbrados a ver a menudo nos regalaron un día muy ameno e interesante de exploración por la bella Praga.






De camino al Puente de Carlos, en una callejuela cercana uno de los canales del río Moldava, una cervecería escondida en un patio interior nos ofreció el descanso del guerrero que consistió en unas cervezas negras muy frías  y un riquísimo plato de diferentes quesos a un precio ridículo. Todo un alivio en aquel caluroso día de verano.






Y de nuevo, el maravilloso Puente de Carlos. Como mínimo sería la décima vez que pasábamos por sus empedrados llenos de historia, pero en esta ocasión nos detuvimos en todas y cada una de sus bellas esculturas que le otorgan ese grado señorial y monumental a este antiguo puente. Treinta esculturas en piedra tallada que adornan ambos lados del puente y que se fueron incorporando desde finales del siglo XVII. La estatua de San Juan de Nepomuceno se alza en el mismo punto donde fue arrojado al río por el rey, tras negarse a desvelar los secretos de confesión de la reina. El Puente de Carlos es, por tanto, una galería de arte al aire libre, junto a las dos torres góticas que dan acceso al puente en la parte de Malá Strana.








Tanto de día como de noche el Puente de Carlos se encontraba muy animado. Los turistas lo recorren en ambos sentidos y los diversos grupos de músicos, artistas pintores, malabaristas y joyerías de plata se encargan de amenizar la visita a este mítico puente. Pero tanta animación no debe despistarnos de lo mejor de todo, las increíbles y bellas vista panorámicas de la ciudad de Praga y del río Moldava, y de los carteristas que suelen rondar este punto.




Y aún quedaba otra visita estrella, subir a la Torre del Reloj del Ayuntamiento de la Ciudad Vieja. Existen otros lugares o puntos altos de observación en Praga donde disfrutar de unas bonitas vistas panorámicas, pero ninguno ofrece el aliciente de ascender la escalinata de un edificio con tanta historia y tan representativo en la ciudad. El tramo final de esta escalinata metálica está regulado con un semáforo ante la imposibilidad de que se crucen por ella dos personas simultáneamente.






Nuestra visita al mirador de la Torre del Reloj coincidió con la hora en punto de las siete de la tarde. En la base de la torre, en el Reloj Astronómico, comenzaba el espectáculo del desfile de las figuras incluida la inquietante figura de la guadaña para deleite de la gran muchedumbre concentrada alrededor. Una vez concluido el desfile, desde lo alto de la torre junto a nosotros el trompetista de la torre se lanzaba a tocar su melodía cuatro veces, una por punto cardinal, con lo que la función se da por concluida hasta la siguiente hora en punto. Con el crepúsculo las vistas de Praga eran insoportablemente bellas hasta un punto difícil de creer, y menos de explicar. Es de esas imágenes que se recuerdan especialmente. Verdaderamente esta ciudad nos atrapó el corazón para siempre. Llevábamos de Praga unas expectativas tan altas que temíamos que nos defraudara, pero desde luego ese no fue el caso. Es maravillosa y muy, muy bella ¡Volveremos!








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