viernes, 16 de octubre de 2015

Dubai; visitando el Burj Al Arab y Dubai Marina


Continuando con el paseo por la zona del Dubai Creek, en esta ocasión en la orilla sur, nos metimos al Zoco de Bur Dubai. Una colección de establecimientos alineados a ambos lados de la calle envueltos en el humo de las barras de incienso, y el ángulo de los rayos de sol que se colaban por los huecos y que les dotaban de un ambiente muy especial. Ahí pudimos hacer alguna compra de polos con la leyenda de la Expo2020 de Dubai y alguna que otra cosa más. Aquí por regla general los vendedores suelen ser simpáticos y un poco jetas a la hora de negociar, pero en todo caso siempre dispuestos a pasar un buen rato hablando, regateando o discutiendo de fútbol. Se recorre fácilmente al no ser demasiado grande. En los alrededores sastrerías y las viviendas tradicionales de Al Bastakiya para complementar la visita al Bur Dubai.






Cuando abandonamos el Zoco de Bur Dubai y tras pasear por algunas de las calles adyacentes, fuimos paseando a orillas del Creek con Deira como telón de fondo. El tráfico marítimo a lo largo del Creek es intenso. Al constante devenir de las pequeñas barcas que cruzan a la gente de una orilla a otra se une los grandes barco de madera procedentes de la vecina Irán que arriban semi vacíos para más tarde zarpar hacia algún puerto iraní con sus bodegas y cubierta cargadas hasta los topes. Tanto las zonas antiguas de Deira como la de Bur Dubai son las mejores de toda la ciudad para pasear tranquilamente y observar la intensa vida comercial de esta parte histórica de Dubai. Ahí decidimos subir al metro para desplazarnos al sur de la ciudad. Aún nos quedaba pendiente ver alguno de los hitos constructivos por la que es conocida Dubai en todo el mundo, y por la que tomó la delantera a los otros Emiratos Árabes en esta loca carrera constructiva que no se muy bien a donde lleva.


Cuando bajamos del metro en la parada más cercana a la zona de Jumeirah nos encontramos casi en medio de ninguna parte. Un centro de oficinas frente a la parada y al otro lado de la autopista calles repletas de urbanizaciones sin más vida  a la vista. A lo lejos resaltaba la silueta del hotel Burj Al Arab, y la opción de ir andando no parecía demasiado atractiva. Decidimos esperar a un taxi para que nos acercara hasta la playa pública, un acierto a tenor de lo que tardamos en llegar en coche, y al bajar del coche ahí estaba, uno de los edificios o si quieres uno de los iconos de Dubai que más ganas teníamos de ver.


Lo que si que nos sorprendió fue el lamentable estado en el que se encuentra la playa de Umm Suqeim, aunque es uno de los mejores sitios donde contemplar el Burj Al Arab. Años atrás pudimos ver en un programa de viajes como las capas de arena se entremezclaban con otras de aspecto terroso, e incluso aparecían los restos de sacos de rafia que habrían contenido cementos o similares. Pues bien, seis o siete años después esos restos de sacos aún permanecen como parte integrante de una playa poco atractiva para el baño.









Desde la playa, en la lejanía, se vislumbraba la silueta de la mole del hotel Atlantis



En cierta forma el Burj Al Arab nos decepcionó algo, aunque no por el edificio en si. Si bien es cierto que edificio es una preciosidad y la isla artificial sobre la que se alza es otro logro tecnológico, el desarrollo posterior que le han dado a esta zona desde que se construyó el hotel ha sido nefasto desde nuestro punto de vista. El Burj Al Arab ha quedado aislado por los diques de piedra construidos para el puerto deportivo y por una horrible vaya metálica, vieja, cutre y oxidada que separa la playa pública de Umm Suqeim de la playa privada del hotel Jumeirah Beach. Y para terminar de aislar una construcción tan icónica, representativa y fantástica le construyen delante y anexo al Jumeirah Beach un parque acuático para acabar de bloquearlo, el Wild Wadi Water Park. Y todo comunicado por calles enrevesadas ya que el paseo marítimo queda cortado por el hotel Jumeirah Beach. Una planificación de trazado urbano desastrosa nuevamente, algo que ya habíamos podido constatar en otras zonas de Dubai. Una pena.


El hotel Jumeirah Beach

Salimos a la avenida en la parte trasera del hotel Jumeirah Beach donde paramos a un taxi para que nos llevara a lo largo de la Palmera Jumeirah hasta el hotel Atlantis situado en el extremo de la Palmera que sirve de enorme rompeolas. Un largo camino a pesar de estar relativamente cerca y en el que pudimos hacernos una idea de la grandiosidad de esta obra civil de ingeniería. Hay que recorrerla para comprender sus dimensiones y contemplar las decenas de construcciones de apartamentos y hoteles, la mayoría con anodinos colores ocre. La pena de esto es que donde mejor se podría contemplar este prodigio constructivo es desde el aire, por ejemplo en helicóptero, pero claro a razón de 500 euros pareja por un cuarto de hora de vuelo. Como todo en Dubai, se trata de sacar la cartera constantemente.


Y ya que nos encontrábamos en la Palmera Jumeirah había que ver el famoso hotel Atlantis ubicado al final de la misma, aunque sólo fuera sus exteriores. Manteniendo el estilo de su homólogo en Bahamas ofrece mucho más que alojamiento. Un enorme parque acuático, el Aquaventure, con toda clase de tubos de agua, toboganes y casi cualquier cosa relacionada con la diversión en piscinas. Como llegamos ya avanzada la tarde y el sol poco a poco iba desapareciendo vimos desvanecerse la luz diurna desde el rompeolas antes de continuar el paseo por la Palmera Jumeirah.






Vistas desde el enorme rompeolas que sirve de protección a las edificaciones de la palmera

Para ir finalizando el segundo día en Dubai abandonamos la palmera en busca de la nueva zona de moda de la ciudad, esta vez lo hicimos a bordo del caro monoraíl  que recorre la palmera como de si de una columna vertebral se tratase. Después un tranvía recorre el contorno de  Dubai Marina, que no es más que una colección de decenas de altas torres de apartamentos alrededor de una enorme marina artificial y con un largo paseo marítimo repleto de restaurantes a cada cual más caro que el anterior. Ya con la noche bien entrada y con el telón de fondo de los fuegos artificiales que cada día lanzan desde el hotel Atlantis en la palmera fuimos a buscar un restaurante en segunda línea de playa. La primera suele ser para carteras holgadas y con tres semanas de viaje a nuestras espaldas, nuestras carteras estaban pidiendo socorro. Esta zona de Dubai suele estar muy animada al caer la noche y sus terrazas atestadas de gente.


La carretera que recorre la segunda línea de playa suele estar atascada y abarrotado de coches. Es el lugar de moda donde ir a pasear los lujosos y caros deportivos y hacerles rugir sus cientos de caballos para llamar la atención de viandantes y curiosos. En ese lugar nos decantamos por un restaurante de fusión de cocina italiana con tailandesa. Una extraña combinación en la que Ceci paso de experimentos y se pidió una pizza con productos del mar y yo un salmón con una salsa acaramelada y picante acompañada de arroz y verduras. La verdad que tras un largo paseo por Marina Dubai, que nos dejó sin frío ni calor, como otras tantas cosa en Dubai, no se hasta que punto merece la pena desplazarse al sur de la ciudad, salvo que se quieran ver excentricidades y una colección de restaurantes y clubes a la sombra de las torres de apartamentos.


El tercer día íbamos a permanecer en Dubai por la mañana ya que nuestro vuelo partía a primera hora de la tarde. Para no correr riesgos nos quedamos paseando por la zona financiera donde estaba nuestro hotel, tomando un café y aprovechando a cambiar los últimos dirham para pagar el transfer al aeropuerto. Un buen servicio del hotel Rose Rayhaan -por cierto una de las torres que recomiendan visitar en la ciudad por ser el segundo hotel más alto del mundo-  es que te facilitaba el transporte al aeropuerto de Dubai en un lujoso y gran Lexus blanco por el mismo precio de un taxi. Y al aeropuerto llegamos con suficiente antelación para facturar tranquilamente y tomarnos algo. Nos quedó pasar un tarde en el desierto de Dubai entre otras cosas, nos hubiera gustado mucho a pesar de ser una turistada, pero esta ciudad te roba mucho tiempo en los desplazamientos y tampoco nos ha gustado nunca viajar a la carrera. Las otras cosas que ofrece la ciudad tales como parques acuáticos, pista de esquí y otras "macro chorradas" no nos interesaron lo más mínimo


Como siempre la comida en Emirates resulta uno de sus puntos fuertes. Ya estábamos de camino a casa después de un gran viaje que nos había llevado a estar tres días en Singapur, un crucero de quince días de duración que a través del mar de Andamán nos abrió  varios destinos de Malasia, Myanmar y Tailandia, y finalmente nuestro paso por Emiratos Árabes Unidos para conocer Dubai y su opulencia.


Y las azafatas más guapas también están en Emirates 


2 comentarios :

Buen artículo, Nacho. Refrescando nuestra memoria de lo que también fue nuestra experiencia en Dubai. Llevas razón, salvo Deira y el Creek, donde se puede apreciar más la esencia de un Dubai popular, el resto es una continua obra faraónica donde impera el exhibicionismo por el lujo y la pomposidad. Aun así, sin duda, hay que visitarlo para tener opinión propia.

Desde luego que hay conocerlo, coincido contigo plenamente, sobre todo si te apasiona la arquitectura. Pero creo que es suficiente con un "stop over" cuando regresas o vuelas a Asia u Oceanía. No creo que valga la pena viajar exclusivamente a no ser que te guste todas las chorradas que Dubai puede ofrecerte.

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