Continuamos el recorrido por la Isla de Éfaté. Hasta ese momento nuestra experiencia a través de las selvas de Vanuatu había sido una experiencia de lo más gratificante. Toda esas gentes que nos cruzamos caminando por las orillas de la carretera, tan diferente a lo que estamos acostumbrados, en rasgos, costumbres y forma de vida, la espesura de la selva con algunas cabañas salpicadas entre las arboledas y esas lagunas, estaba eufórico con aquellas escenas. Pero ahora tocaba otra faceta en el recorrido por los alrededores de Port Vila. A través de pistas de barro y piedra (lo que más abunda en Vanuatu) con charcos como lagunas que llegaban a sumergir las ruedas de la furgoneta casi por completo, y en las que no parábamos de botar en nuestro asiento, conseguimos llegar después de un largo trecho a una zona costera en la que existe un centro de recuperación de tortugas marinas. Este complejo ha sabido adaptarse y combinar la faceta de recuperación de animales con la de ofrecer alojamientos sencillos y humildes (que no baratos) a los pocos visitantes que se llegan a adentrar hasta este maravilloso lugar.