La ciudad amurallada de Saint Malo presume a lo largo de los siglos de una larga y abultada historia, pero también bastante convulsa, y en ocasiones trágica. Había leído que se la solía apodar como la ciudad corsaria y desde luego, una vez conocida, el apelativo le encaja como un guante. Ya en los siglos XIII y XIV los habitantes de Saint Malo se dedicaban a la piratería de barcos enemigos, y hasta llegaron a ser una ciudad independiente. También a lo largo de los siglos la configuración de sus calles entorno a la catedral han cambiado en parte debido a los incendios sufridos por la ciudad en el pasado hasta llegar a la Saint Malo que hoy conocemos. De todas formas, y a pesar de la destrucción sufrida en la Segunda Guerra Mundial que arrasó el 80 por ciento de la ciudad intramuros, Saint Malo luce hoy como nunca y es uno de las ciudades turísticas de Bretaña que más interés despierta. Las vistas de la ciudad desde la zona del puerto deportivo son fantásticas. Varias puertas dan acceso a la ciudad amurallada, la más antigua es la Grand Porte, imponente con sus dos torres almenadas, mientras que la de Saint Vincent hoy en día es el principal punto de entrada a intramuros.