lunes, 12 de junio de 2017

Belfast; cicatrizando las heridas, mirando al futuro


Cuando uno piensa en la ciudad de Belfast irremediablemente le vienen a la cabeza las imágenes de la violencia extrema y sin sentido vivida durante más de tres décadas, y que aún persiste en nuestros días de manera esporádica y muy aislada. Había pensado en un primer momento abrir esta entrada con una fotografía de los graffitis que abundan a lo largo del muro de hormigón que sirve de separación entre los barrios católicos y protestantes, pero pensé que era mejor abrirla con una fotografía del futuro que Belfast anhela y necesita a toda costa para cicatrizar heridas de un terrible pasado todavía demasiado reciente. Así que en cabecera coloqué la fotografía del nuevo edificio del Museo Titanic, en el viejo puerto de Belfast, y una de las primeras imágenes que pudimos contemplar al arribar a los muelles del puerto en la travesía desde Liverpool -leer aquí el artículo de Liverpool-. Pero Belfast es más que una historia de violencia y desencuentros o un edificio de vanguardia, y procuraré contar lo que pudimos hacer en un día de visita en Belfast, pero sin obviar algunas cosas de lo ocurrido.


Un autobús lanzadera gratuito que pone el Puerto de Belfast nos llevó hasta el centro de la ciudad. Allí consultamos en la oficina de turismo por la forma de llegar a algunos lugares del extra radio de la ciudad a los que queríamos llegar. Nuestra primera parada en Belfast iba a ser uno de los barrios católicos situados al oeste de la ciudad. Para ello preguntamos a los amables conductores del servicio público de transportes por el número de la línea y nos montamos en el autobús que nos iba a acercar a las afueras. Durante el trayecto una amable y entrañable anciana nos preguntó con mucha curiosidad por nuestra procedencia, cuanto tiempo íbamos a estar en la ciudad y que pensábamos hacer. La extrañaba mucho que dos turistas anduviéramos por esas partes alejadas del centro turístico de la ciudad. La explicamos que queríamos ver los barrios católicos y visitar el cementerio de Milltown y que después también iríamos a patear los barrios protestantes. La anciana, con claros signos de estupor y quizás de desasosiego, nos aconsejó que no fuéramos bajo ningún concepto, que no era seguro. No olvidaremos sus palabras: "Es un lugar horrible". Ciertamente nos dejó un poco intranquilos.


Nos apeamos del autobús y justo frente a la parada estaba el cementerio de Milltown. Este lugar que debiera ser símbolo de descanso y de paz vivió unos acontecimientos trágicos. En marzo de 1988 tres terroristas del IRA fueron tiroteados y muertos en Gibraltar por el ejército británico después de que colocaran un coche bomba que se consiguió desactivar más tarde. Sus cuerpos fueron entregados a sus familias que celebraron los funerales en la parte católica de Belfast y después llegaron al cementerio de Milltown acompañados de más de 10.000 personas para proceder a su entierro. Justo en el momento en que bajaban el tercer ataúd a la fosa común un hombre comenzó a disparar a la muchedumbre allí congregada y también lanzó varias granadas matando a tres personas e hiriendo a varias decenas. Aún recuerdo las imágenes en televisión del ataque. Historias que no debieran repetirse nunca.




Tras visitar el cementerio de Milltown regresamos de nuevo a zonas más céntricas de Belfast en autobús a través de la calle Falls Road -esta vez pillamos sitio en la parte de arriba del bus- hasta llegar a los aledaños de la Catedral de San Pedro. Esta catedral de estilo neogótica es sede  de la diócesis católica de Connor y fue construida hacia mitad del siglo XIX. Se puede visitar todos los días y su interior rebosa luminosidad gracias a sus ventanales y vidrieras. Se encuentra cerca del muro que separa los barrios católicos y protestantes a los que se puede acceder andando desde el templo y contemplar los murales pintados por diferentes artistas internacionales.




Dejamos los barrios católicos y caminamos por las calles de los barrios protestantes de Belfast hasta llegar a una de las calles principales de esa parte protestante de la ciudad, Shankill Road. Desde luego que los centenares de banderitas británicas dejaban claro en que parte nos encontrábamos y enseguida llegamos a una esquina donde se alzaba otro memorial. En el año 1975 una facción del IRA atacó el pub Bayardo, lugar de parada de paramilitares protestantes, donde colocaron una bomba y después tirotearon a la multitud que huía en represalia por un ataque efectuado dos semanas antes a un grupo de música dublinés y en el que murieron tres de sus miembros a manos de los paramilitares terroristas protestantes del UVF. Cinco personas fueron asesinadas en este bar, cuatro de ellas civiles y un miembro del UVF.






Estuvimos un par de horas paseando por los barrios protestantes en dirección al muro de hormigón y sus murales, y pasando por muchos bares, comercios y urbanizaciones donde se concentran los protestantes de Belfast. La verdad que el ambiente que se respiraba por esa zona de la ciudad no nos agradó en exceso. Quizás el hecho de que estuvieran en algún tipo de celebración británica y que abundara el alcohol y bastante gente con síntomas de embriaguez no ayudó demasiado, y nos vino a la cabeza las palabras que nos dirigió la anciana católica en el autobús. Nos miraban con una mezcla de indiferencia e incomodidad con nuestra presencia y la cámara de fotos que llevaba en mi mano. Además no nos cruzamos con un solo turista en todo nuestro recorrido. Los únicos visitantes que pasaban por allí iban montados abordo del autobús turístico.


Observando las hileras de viviendas pudimos comprobar como la mayoría de ellas se encontraban rodeadas en todo su perímetro por altas y robustas vallas rematadas en su parte superior con alambradas de cuchillas. Muchas de esta viviendas adosadas tenían instaladas cierres con persianas metálicas en sus ventanas, al estilo de los establecimientos comerciales. Nos dejó sobrecogidos pensar en esas condiciones de vida. También me sorprendió ver a los Land Rover blindados de la policía patrullando las calles. Pensaba que habían pasado a la historia. 




Y para acabar con la parte menos amable de la historia de la ciudad de Belfast paseamos a lo largo de un segmento del muro de hormigón de separación de las dos comunidades -hoy llamado Peace Wall Belfast- admirando algunos de los murales estampados en su superficie. Por él circula el autobús turístico como parte de su ruta, como se puede ver en la fotografía, pero también se puede observar las aceras vacías de gente. Para llegar al muro desde la parte protestante tuvimos que atravesar las puertas de control de Lanark Way. No hay policía física controlando el paso pero está lleno de cámaras de seguridad. Al caer la tarde estas puertas se cierran al paso de personas hasta la mañana siguiente.




De regreso al centro de Belfast nos dispusimos a patear sus calles más comerciales y las que albergan algunos de sus símbolos más reconocibles. Dejada atrás la reciente y turbulenta historia, Belfast hoy quiere centrarse en su patrimonio histórico y en los nuevos símbolos de la ciudad, como el Museo del Titanic. Y eso se nota y mucho en la ciudad. El centro de Belfast nos resultó muy agradable de pasear, todo está muy cerca pues su casco es muy compacto, y además sus gentes son amables y dispuestas a recibir calurosamente a los visitantes. La Catedral de Santa Ana en el barrio más antiguo de la ciudad, Cathedral Quarter, también es conocida como la Catedral de Belfast. y ahora pretenden desde la alcaldía recuperar y relanzar culturalmente este barrio del centro. De hecho ya se han instalado un puñado de galerías de arte y algunos bares y restaurantes. En el año 2007 se añadió a la catedral una enorme aguja de acero de 40 metros de altura. Esta aguja se puede contemplar desde el interior del templo, en la zona del coro, ya que atraviesa la cubierta transparente instalada en el techo. Esta aguja llamada "Spire of Hope" -agujero de la esperanza-  y por la noche queda iluminada por la luz de la esperanza. Según nos contaron la esperanza de no retornar a la violencia tras los acuerdos de paz de Viernes Santo alcanzados unos pocos años antes.








En el mismo centro de Belfast están los almacenes Victoria Square. Un gran espacio comercial donde encontrar casi cualquier comercio y donde poder comer alguna cosa ya que también alberga negocios de hostelería. Pero lo más interesante de este gran centro comercial es su cúpula de cristal en lo alto del edificio. Desde ella se puede disfrutar de unas bonitas vistas panorámicas de Belfast, y lo mejor de todo, totalmente gratis.










El enorme edificio del Ayuntamiento de la ciudad de Belfast sorprende, precisamente, por su gran tamaño. Sin duda este edificio de estilo eduardiano es uno de los iconos de la ciudad y punto de partida de los circuitos turísticos cuando preparas las rutas por Belfast. De hecho en su plaza confluyen muchas rutas del transporte público, están las bicicletas de alquiler y para los que gusten también pueden unirse a los tour turísticos gratuitos a pie.


Y si hay algo que ha contribuido de una forma importante a cambiarle la cara a Belfast sin duda ha sido el edificio del Titanic Belfast. Un edificio cuyo diseño resulta impactante, un edificio de empaque simulando cuatro proas del "Titanic" con la altura exacta que poseía el transatlántico desde la quilla hasta el puente de mando y que alberga en su interior un completísimo museo interactivo de este mítico buque, la mayor en su clase en el mundo. Esta ambiciosa construcción simula en su fachada con un complejo revestimiento de aluminio con formas geométricas las olas del Atlántico reflejadas en el casco de este mítico barco y las placas de hielo..










Los interiores del Titanic Belfast no dejan de ser menos sorprendentes. Nada más entrar nos encontramos con un enorme hall que da servicio a las seis plantas de altura del edificio y cuyo revestimiento seguía haciendo guiños a la construcción del transatlántico con planchas metálicas oxidadas, cristal y vigas de hierro. La exposición recorre todas las etapas en la vida del "Titanic", desde el inicio de la construcción en los enorme astilleros de Harlan&Wolff pasando por la primera singladura, y de la colisión con el iceberg y posterior hundimiento del buque hasta el descubrimiento del pecio que reposa a casi  4.000 metros de profundidad. Los fanáticos del "Titanic" podrán satisfacer sus deseos en la tienda de recuerdos del Titanic Belfast. Eso sí, es muy recomendable reservar por internet una hora de visita al tener un aforo limitado, porque cuando llega un crucero suelen copar casi todas las horas de visita. Si queréis saber más de cómo es la experiencia visita esta preview del vídeo del Titanic Experiencie pinchar aquí


Junto al Titanic Belfast también se puede visitar el "SS Nomandic", el único buque que se conserva de la ya desaparecida compañía White Star Line. Fue construido un año antes que el "RMS Titanic" para dar servicio como transbordador a éste y a sus hermanos gemelos el "RMS Olympic" y el "RMS Britannic". Ahora tras su restauración es un barco museo.




Desde la explanada urbanizada del puerto donde se alza el Titanic Belfast se tiene unas amplias vistas del puerto comercial de Belfast. Junto al museo aún perduran las enormes grúas puente del reconocido astillero Harlan&Wolff donde fue construido el "Titanic" y su gemelos. Justo al norte del espacio del Titanic Belfast, en pleno puerto comercial está el buque de guerra "HMS Caroline" anclado en el Alexandra Dock. Botado nada más y nada menos que en el año 1914, es decir, sólo dos años más tarde que la botadura del "Titanic", aún continúa en activo en la Royal Navy como buque de entrenamiento. Un veterano que participó activamente en la Primera Guerra Mundial y que los británicos han tenido a bien a conservar.




Y casi sin darnos cuenta había pasado el día. Un día interesante, muy intenso y donde pudimos comprobar como Belfast está cambiando, mutando, pasando de una ciudad con una historia reciente cruel y sin sentido a una Belfast que quiere mostrar su cara más amable y moderna y que cada vez recibe más y más visitantes dispuestos a disfrutar de esta ciudad norteña y de sus atractivos. El "Caribbean Princess" largaba amarras y ponía rumbo a su próximo puerto de escala, la desconocida Glasgow. Atrás quedaba la isla de Irlanda.





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