jueves, 10 de julio de 2014

Port Vila; Capital de la joven Vanuatu.


Continuamos el recorrido por la Isla de Éfaté. Hasta ese momento nuestra experiencia a través de las selvas de Vanuatu había sido una experiencia de lo más gratificante. Toda esas gentes que nos cruzamos caminando por las orillas de la carretera, tan diferente a lo que estamos acostumbrados, en rasgos, costumbres y forma de vida, la espesura de la selva con algunas cabañas salpicadas entre las arboledas  y esas lagunas, estaba eufórico con aquellas escenas. Pero ahora tocaba otra faceta en el recorrido por los alrededores de Port Vila. A través de pistas de barro y piedra (lo que más abunda en Vanuatu) con charcos como lagunas que llegaban a sumergir las ruedas de la furgoneta casi por completo, y en las que no parábamos de botar en nuestro asiento, conseguimos llegar después de un largo trecho a una zona costera en la que existe un centro de recuperación de tortugas marinas. Este complejo ha sabido adaptarse y combinar la faceta de recuperación de animales con la de ofrecer alojamientos sencillos y humildes (que no baratos) a los pocos visitantes que se llegan a adentrar hasta este maravilloso lugar.






Con una pequeña infraestructura turística que aún está en desarrollo, este lugar es un buen sitio donde pasar dos o tres noches de relajación absoluta, practicando el buceo en los cercanos arrecifes coralinos que dan cobijo a una gran fauna marina, incluidas mantas raya y tiburones de los que no muerden nunca, o casi nunca, como comentaba una de las chicas que regentaban el negocio.


El centro de recuperación está compuesto de varios grandes tanques, como si de piscinas se tratara, en donde en función del tamaño se crían tortugas marinas con el objetivo de liberarlas más tarde en las aguas del océano. Los tamaños iban desde tortugas poco más grandes que un dedo gordo de la mano hasta otras de 30 o 40 centímetros. En una gran piscina de rocas se encontraban otros ejemplares adultos de gran tamaño que estaban en recuperación, y además de carácter muy amigable, sobre todo si las ofrecías trozos de frutas y las rascabas detrás del cuello.




En el lugar también pudimos contemplar un enorme ejemplar de cangrejo del coco. Puede llegar a pesar más de cuatro kilos y quedamos absolutamente alucinados con la facilidad que se adhiere a los troncos de las palmeras y como escalan buscando su alimento preferido, el coco. Tenía dos enormes pinzas con las que rompe fácilmente la dura cáscara de un coco. Un animal muy curioso, ya que es como un gigante cangrejo ermitaño que vive en la tierra.


Y ya aprovechando, y para hacer más atractiva la visita al centro de las tortugas, también tenían en una grandes jaulas a unos zorros voladores. Este animal es el murciélago más grande de todos, casi dos metros de envergadura, pero tranquilos que sólo come fruta principalmente. Y, aunque este ejemplar, muy macho él, no me dio su mejor cara precisamente, por Vanuatu es muy apreciado...como plato principal y muy asadito.


Junto al complejo de las tortugas se levantaba un pequeño poblado típico de las islas de Vanuatu. Un conjunto de cabañas con hojas de palmera trenzadas y techos de paja, dispuestas una tras otra a lo largo de pequeñas calles de tierra y barro. Por supuesto no pueden faltar sus tótem protectores llamados "Tikis" muy abundantes en la cultura de Vanuatu y de las culturas Polinesias y Melanesias del Pacífico Sur. Muchas veces delimitan lugares sagrados que no se si éste era el caso.




A lo largo de todo el viaje pudimos comprobar que, si bien no era muy habitual, tampoco era excepcional encontrarse sobre todo niños de corta edad con los rasgos claramente melanesios o polinesios, pero con el color de pelo muy rubio. Algo que nos llamó poderosamente la atención.


Resulta fascinante como los melanesios son la raza humana que tiene la piel más oscura, si exceptuamos a la población africana, y por contra entre un 5 y 10 por ciento de ellos poseen el pelo rubio, que es la mayor población de rubios fuera de Europa del mundo. La explicación no era sencilla, y muchos pensaban que era por algún tipo de mezcla con los primeros colonizadores europeos. Los propios melanesios dicen que es por la exposición al sol y por la dieta a base de pescado. Unos estudios más recientes de varias universidades que analizaron muestras genéticas dicen que es por un gen único que nada tiene que ver con los rubios europeos. Lo dicho, fascinante.








Un viejo tractor oxidado permanece varado en el poblado como símbolo de un progreso que parece no ir con Vanuatu y sus gentes, ni con su forma de encarar e interpretar la vida. 


El interior de las cabañas del poblado es muy sencillo. Una pequeña cocina y unas esterillas para dormir. Una distribución que ya habíamos podido contemplar con anterioridad en Noumea, en Nueva Caledonia, en la visita que efectuamos al Centro Cultural Jean Marie Tjibaou y a la cultura canaca del Pacífico.


Un día de emociones que requería una parada en una playa maravillosa, y con un bar de moda junto a ella donde poder descansar unos momentos delante de una helada cerveza "Tusker", una cerveza elaborada en Vanuatu. Además con wifi (gratis y extraordinariamente lento) para poder comunicar con casa que todavía seguíamos de una pieza. Y con precios casi europeos. Desde luego que en Vanuatu hay que tener mucho cuidado con tus vatu (moneda oficial de la República) porque literalmente vuelan del bolsillo.




Y es que, como ya había comentado, Vanuatu tiene maravillosas playas donde no va nadie cuando vas tu, de aguas cristalinas y de fina arena blanca, tiene tranquilidad para cultivarnos paz interior, y las gentes más felices del mundo que nos contagiaran su alegría y entusiasmo por la vida, y de enseñarnos que hay otra manera de afrontar nuestra existencia. Personas que se prestan a ayudarte en todo lo que necesites, y siempre, siempre, con una sonrisa en sus rostros. Es la gente de Vanuatu, el país más feliz del mundo.


Antes de regresar al barco tuvimos oportunidad de pasar por el mercado central de Port Vila, una gran estructura de hormigón y tejabanas de chapa donde se venden toda clase de productos frescos locales. Algunos puestos exponían sus tubérculos y hortalizas directamente en el suelo sobre esterillas de paja. Y por supuesto el coco, presente a montones en estas islas del Pacífico.




También aprovechamos una parada cerca de la residencia del Presidente de la República de Vanuatu, y justo frente al blanco edificio del Banco de la Reserva. Un mirador nos ofreció unas bonitas vistas panorámicas de Port Vila, la capital de la joven Vanuatu, donde pudimos hacernos una buena idea de esta pequeña capital. También conocimos la Universidad del Pacífico. Una calle principal y la población dispersada en multitud de casas disimuladas por la espesa vegetación, y todo en un precioso enclave entre bahías y alguna isla.


Los veteranos ferry de Vanuatu.



Y los momentos previos al embarque

El entorno que rodea Port Vila es realmente bello, con pequeños peñascos anclados a la costa


Sería alrededor de medianoche cuando salimos a cubierta a dar un paseo y a disfrutar de la brisa y las cálidas temperaturas exteriores, cuando pudimos contemplar unos de las escenas más espectaculares que jamás pensamos que pudiéramos vivir. En la navegación hacia nuestro siguiente destino en la Isla del Espíritu Santo un volcán en plena erupción nos sorprendió en mitad de la oscuridad de la noche. No era la primera vez que veíamos un volcán  navegando a bordo de un crucero, ya que en un par de ocasiones vimos pequeñas erupciones en la Isla de Stromboli en Italia. Pero la violencia de la erupciones de este volcán que se reflejaban en la oscuridad de las aguas realmente nos dejo hipnotizados durante largo tiempo. Se trataba de la Isla de Ambrym, y de su volcán Marum. Teniendo en cuenta que Vanuatu está sobre el anillo de fuego del Pacífico, y que es una de las regiones volcánicas del mundo más activa, el Marum es un volcán que se caracteriza por sus violentas erupciones y por tener un colosal lago de lava burbujeante de más de cien metros de diámetro. Es uno de los volcanes más activos del mundo. Lástima que resulte casi imposible sacar fotografías nocturnas nítidas con un barco en movimiento y una velocidad de obturación larga, y aunque no reflejan fielmente lo que nuestras retinas si que contemplaron, al menos pueden servir un poco de muestra. Impresionante espectáculo nocturno el que tuvimos la suerte de disfrutar.




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