miércoles, 4 de junio de 2014

Navegando en el ms Oosterdam


Nuevamente nos hemos vuelto a embarcar en una de nuestras líneas de crucero favorita hasta la fecha, hemos regresado otra vez a Holland America Line. Después de haber navegado en el ms Eurodam y en el bonito y coqueto ms Zaandam, para esta increíble aventura por unos de los archipiélagos más espectaculares del Pacífico sur embarcamos en el ms Oosterdam, un barco de la clase vista que posee una decoración de interiores especialmente elegante, predominando las barandillas doradas y los colores pasteles y tonos suaves, una gran profusión de lienzos y obras de arte y con una impactante decoración del atrio principal presidido por un espectacular globo terráqueo. Por otra parte teníamos cierta curiosidad por conocer si, en una época de aguda crisis bastante complicada económicamente hablando en la que se suele hacer bastantes ajustes, la compañía seguía en la línea de calidad que la caracterizaba en anteriores años. Y ciertamente puedo decir que se mantiene en la misma  línea  que aún la caracteriza.




Pero para todo ello antes teníamos que volar a la otra parte del mundo,  a las antípodas, en un viaje que nos llevó 34 horas entre los diferentes vuelos y las esperas en aeropuertos. El hecho de aterrizar en Sydney a las siete de la mañana nos permitió disfrutar de todo el día en la ciudad, superando el brutal "jet lag" con grandes dosis de emoción y unas ganas locas de explorar nuevos territorios. Y así durante los seis días que permanecimos en Australia. Pero otra de las partes muy importantes de este fabuloso viaje, y la más larga, iba a ser un magnífico crucero de quince días de duración navegando por el Mar del Coral, y en el que visitaríamos los archipiélagos de Nueva Caledonia, el remoto y todavía semi virgen de Vanuatu y el exótico archipiélago de las Islas Fiji. Reconozco que cuando ya tuve la reserva en firme tanto de los vuelos como de este lejano crucero en Holland America nos invadió el nerviosismo y la excitación. Y qué extraordinaria sensación es.



El embarque en la flamante terminal de cruceros de White Bay fue muy cómodo y rápido, exceptuando los engorrosos trámites del departamento de agricultura australiano, que llegan a ser muy pesados con tantas tarjetas a rellenar. Hoy en día con los documentos express hechos y la tarjeta de crédito registrada desde casa en la web de Holland America, el proceso de embarque lleva menos de cinco minutos, y de ahí a pasar los arcos de seguridad y control por parte de las autoridades. Una vez cumplidos todos los trámites directos a embarcar en el ms Oosterdam, previa parada para la foto de embarque, que curiosamente nos hizo una fotógrafa española, la única de nuestra nacionalidad miembro de la tripulación junto a una encantadora chica granadina que trabajaba en el spa. Poner el pie a bordo del Oosterdam supuso volver a recordar la extremada amabilidad de la tripulación indonesia que nos recibió con una amplia sonrisa. Debido a la hora que embarcamos, pasadas la una de la tarde, lo primero que hicimos fue ir a nuestro camarote (que ya estaba disponible) a dejar el equipaje de mano, para después ir a almorzar al variado bufé del Oosterdam del que ya comentaré algo más adelante. Para evitar contaminaciones cruzadas de los alimentos por el temido norovirus, durante los dos primeros días completos del crucero los camareros y cocineros son los encargados de servir la comida en el bufé, no permitiendo al pasajero tocar ningún plato o elemento del bufé . Una buena norma para intentar proteger la salud de todos los embarcados.



Y efectivamente, desde el momento que comenzó el embarque a las doce del mediodía, ya estaban los camarotes preparados para recibir a los nuevos huéspedes, con lo que se podía dejar el equipaje de mano y asearse algo antes de acudir a almorzar al bufé. En esta ocasión nuestro camarote asignado fue un interior en una de las cubiertas altas del Oosterdam, justo en el pasillo de acceso al puente de mando, con lo que pudimos saludarnos con el capitán en muchas ocasiones. En el sentido estricto de la configuración del camarote, éste que disfrutamos en el Oosterdam sale perdiendo en cuanto al tamaño con los amplios y bien distribuidos de las clases más antiguas de Holland America,  pero aún así resultó muy cómodo y bien distribuido para su tamaño. Eso si, siguen manteniendo la excepcional comodidad de los colchones que parecen abrazarte con el mecer de las olas del océano. Aquí también pudimos comprobar las atenciones, simpatía y diligencia de nuestros "housekeeping", o asistentes de cabina, que nos mantuvieron el camarote en perfectas condiciones de uso, reponiendo sin falta los productos de aseo que se iban acabando, incluidas las lociones corporales de la prestigiosa marca Elemis. Destacaron por su cordialidad y por no faltar ninguna noche algún simpático y elaborado animalito con las tollas. Detalle que se agradece.


Otra de las cosas positivas fue encontrarnos con un ms Oosterdam en muy buen estado de salud. Cuando uno embarca en un barco con más de una década a sus espaldas, puede encontrarse con un barco oxidado y muy gastado en los interiores si no ha seguido un exhaustivo programa de mantenimiento. Pero como he dicho no era el caso del Oosterdam, que sólo presentaba el desgaste natural de todos estos años de navegaciones, sobre todo en las tapicerías de algunos sofás y en las tumbonas de piscina ya que algunas no estaban en buen uso, pero todo impecablemente limpio y las cubiertas sin un sólo punto de óxido. En realidad todo el crucero transcurrió de una forma maravillosa en todos los aspectos, en todo menos en uno, aunque desde luego un problema no desvirtúa el resultado final del mismo . Al fin y al cabo un borrón lo echa hasta el mejor escribano. Al final todo quedó solucionado y tampoco viene al caso rememorarlo.


Pero si por algo destacó la experiencia en el Oosterdam fue por la elaborada oferta gastronómica que por otra parte caracteriza a Holland America. Los desayunos en el bufé fueron variados con multitud de opciones para elegir, destacando los diferentes gustos de huevos benedictine, sabrosísimas tortillas elaboradas al instante bajo demanda, variada bollería, tortitas, frutas, lácteos, salmón ahumado y muchas más opciones, no habiendo demasiados problemas a la hora de conseguir mesa . Las comidas también daban satisfacción al más exigente, con carnes y pescados, pastas, pizzas, sushi (éste no demasiado logrado), y diferentes verduras, ensaladas varias y rincón asiático. En fin, que siempre es posible encontrar algo del gusto. Y todo eso en lo que se refiere al bufé Lido. Pero si alguien aún no encuentra satisfacción en el bufet Lido, o si está tomando el sol o dándose un baño en la piscina central y no desea ir muy lejos para llevarse algún bocado a la boca, en la zona de piscina se dispone de un buen surtido bufet de comida mexicana, y la omnipresente  parrilla de hamburguesas y perritos calientes hechos al momento.



Ahora bien, si ya nos fijamos en la restauración del restaurante principal Vista, y más en concreto en las cenas, no puedo más que hablar del alto nivel que tuvieron todos los platos, en presentación, variedad y preparación, siempre servidos en el punto demandado y en los tiempos que se puede esperar de un restaurante de cierto nivel. Hasta la fecha, siempre he comentado lo mucho que hemos disfrutamos en las cenas de los barcos de Holland America en los que hemos navegado, y las cenas en el Oosterdam no nos han defraudado. Además uno de sus alicientes positivos es el tamaño del comedor que no está sobre dimensionado, su razonable tamaño corresponde lógicamente a un barco de tamaño medio, y proporciona una cierta intimidad. Intimidad de la que no es posible disfrutar hoy en día  en muchos de los enormes barcos que navegan por los mares del planeta, y que se pierde en el bullicio de sus gigantescos comedores.




Mención a parte  merece también el restaurante alternativo de cargo adicional del Oosterdam, el Pinnacle Grill, un soberbio restaurante de estilo francés, con una variada carta, un gran servicio y atención donde poder celebrar una velada especial.   Pero una vez en cada crucero, este fantástico restaurante se convierte sólo por una noche en el afamado restaurante de Nueva York "Le Cirque". Toda la estancia intenta recrear el ambiente de este local neoyorquino, desde la cubertería y vajilla original hasta la moqueta de entrada al restaurante, y cómo no, su carta de platos y vinos.


Y desde luego que nosotros no queríamos dejar pasar la oportunidad de disfrutar de esa experiencia, aunque el cargo extra lo encontré algo excesivo. Para ello, y por si nos encontrábamos con  problemas de mesas, lo reservamos previamente al crucero a través de la web de Holland America, con lo que nos garantizamos no quedarnos sin probarlo (doy fe de que se llena por completo). Y una vez hecho tengo que reconocer que disfrutamos de lo lindo. Siempre acudir a un comedor más íntimo hace la experiencia más especial, en eso creo que no hay la menor duda, pero si es en el Pinnacle a bordo del ms Oosterdam que posee una decoración tan espectacular, original y  elegante, sólo hace falta unos buenos platos y una exquisita atención de nuestros camareros para que el resultado final sea memorable. Y así fue.


En honor a la verdad debo decir que la elección de los platos nos resultó muy sencilla. Cuando nuestro simpático y amable camarero turco, al que le quedaba acabar ese crucero para terminar contrato y regresar a su adorada Estambul, nos tomó nota de nuestra elección de platos, se limitó a escribir los que habían hecho famoso al restaurante Le Cirque en la Gran Manzana. Y como una imagen vale más que mil palabras (o eso es lo que se dice), estos son los exquisitos platos de los que disfrutamos aquella inolvidable noche navegando en busca de la paradisíaca Isla de los Pinos en Nueva Caledonia, a través del lejano Mar del Coral. 

Un aperitivo antes del entrante

Ensalada de langosta "Le Cirque"

Crema de calabaza con arándanos y salvia con chantilly. Este preparación  nos arrancó unas sonrisas, ya que te presentan un plato con los arándanos, la salvia y el chantilly nada más, con lo cual la sorpresa es mayúscula. Pero en un momento regresan con la crema de calabaza y la vierten hasta casi cubrir los arándanos. No fuimos los únicos con cara de sorpresa, ya que ésta fue generalizada en todos los comensales que habían elegido la crema de calabaza, incluso de estupor como en el caso de una señora de una mesa cercana a la nuestra.


La crema de calabaza verdaderamente sabrosa

Un  excepcional "Chateaubriand" cortado "in situ" por el camarero.

"Crème brûlée"  Le Cirque

Soufflé de chocolate

El final de una inolvidable velada con champagne para acompañar los postres

Y también como es nuestra costumbre, acudimos en varias ocasiones al teatro del Oosterdam para disfrutar de los espectáculos nocturnos. La mayor parte fueron montajes de musicales en los que actuaban los cuatro cantantes del Oosterdam, junto al nutrido grupo de bailarines. En su mayor parte, estos musicales fueron imitando el estilo de Broadway, y aunque estaban entretenidos y bastante bien ejecutados con algún montaje escénico bastante vistoso, cuando se ha navegado en muchas ocasiones a bordo de barcos de crucero es raro que algo pueda llegar a sorprender. Pero siempre agrada acudir en alguna ocasión tras la cena, para acabar la velada tomando una copa en el Crown´s Nest en la cubierta más alta del Oosterdam


En el resto de actividades, entretenimientos y música, sin duda el de mayor éxito el piano bar, donde en esta ocasión la pianista interpretaba con gran acierto los temas que desde la barra que hay alrededor del piano le solicitaban los huéspedes, incluido yo mismo, poniéndola en un ligero aprieto cuando la solicité el "don´t you forget about me" de los Simple Minds, a tenor de su expresión en el rostro. Pero lo hizo y quedó bastante lograda la interpretación. Por supuesto, como es habitual en Holland America, no faltó la música clásica en sus salones y loungues en forma de cuarteto de cuerda, y la socorrida orquesta que daba animación a las noches de baile o amenizaba la zona del lido de piscinas en las salidas de puerto. También hubo en esta ocasión un pequeño equipo de animación (muy muy pequeño) que junto al joven director de crucero puso en marcha en alguna ocasión algún juego en la zona de piscinas. Quizás por la predominancia de pasaje australiano, porque en realidad no es algo que el pasajero de Holland demande ni mucho menos.


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