jueves, 30 de enero de 2014

Reykjavik; la pequeña capital de Islandia


El último día en Reykjavik lo aprovechamos, precisamente, para conocer la pequeña capital de Islandia. Entregamos el coche de alquiler a primera hora de la mañana ya que de poco nos iba a servir en nuestra visita a la ciudad, porque su pequeño tamaño y el hecho de la que la mayoría de los puntos de interés estén muy concentrados la hace totalmente abarcable a pie y sin necesidad de utilizar el transporte público. Y como buenos amantes de la arquitectura que somos (sobre todo de la arquitectura moderna y de vanguardia), y lo que a priori más interés nos suscitaba era el impactante centro cultural "Harpa", esa fue la primera parada que hicimos en nuestro recorrido por Reykjavik




El interior del "Harpa" desvela unos grandes espacios donde la luz natural y la fachada de cristal son los protagonistas, ofreciendo unas vistas completas y sin obstáculos de la ciudad y del puerto de Reykjavik. Desde esos mismos interiores pudimos apreciar claramente la fachada de formas geométricas, a modo de compleja celosía que deja pasar grandes cantidades de luz, y que está inspirada según dicen en las formaciones basálticas de Islandia. Nada más entrar en el interior del edificio el gran vestíbulo ya nos  hizo presagiar que nos encontrábamos delante de un gran edificio, donde ha primado la innovación constructiva, la versatilidad de usos que amortice el alto coste del edificio, y desde luego la belleza. Nos encanta encontrarnos con la arquitectura moderna y de vanguardia en nuestros viajes.


Un posterior recorrido por las calles más comerciales de la ciudad nos llevó hasta la enorme y peculiar iglesia luterana de Reikjavik, la Hallgrímskirja, visible desde casi cualquier punto de la ciudad. A menudo es confundida por los visitantes como la Catedral de Reykjavik cuando en realidad no es así, ya que sólo se trata de una iglesia, grande y majestuosa es verdad, pero una iglesia más. Algunas de sus calles se convierten en peatonales a determinadas horas, y hasta las barreras que utilizan para cerrarlas son objeto del diseño más desenfadado e ingenioso muy propio de los países del Norte de Europa, particularmente de los escandinavos.


La verdad que no se puede decir que la estética constructiva de la Hallgrímskirja deje indiferente a nadie que haya podido contemplarla de cerca. Ya sea por su imponente tamaño, o por sus extrañas formas que se inspiran en las columnas de basalto abundantes en algunos rincones de Islandia, como en la cascada Svartifoss, no deja de sorprender e hizo lo propio con nosotros. Además es el edificio más alto de Reykjavik y de toda Islandia y motivo recurrente en las postales de la capital. Esta mole de cemento y hormigón tardó casi cuarenta años en poder concluirse y extraña la sencillez de sus interiores, casi desprovistos por completo de cualquier ornamentación, y donde el gran órgano fue quizás lo que más llamó nuestra atención.






Conviene darse un paseo alrededor de la iglesia Hallgrímskirja para poder disfrutarla desde distintas  perspectivas y contemplar sus volúmenes.



Para el proyecto de la Iglesia Hallgrimskirkj , Beating Time , se adhirió fotografías a las cuatro caras translúcidas del reloj en el campanario de la iglesia . Los relojes de un diámetro aproximado de 2,75 metros se alinean con los cuatro principales puntos de la brújula , norte, sur, este y oeste. Las caras de reloj interiores son de cristal translúcido. En la sección central, una series conectadas de imágenes fotográficas , tomadas en la carretera de circunvalación de Islandia, representan una mano con objetos cotidianos tales como cables y fragmentos de vidrio que sugieren la colocación o alineaciones físicas, y quizás metafóricas, con el sol y el paisaje circundante. Desde el exterior de la iglesia sólo se ve una esfera blanca tras las agujas de los relojes ya que las fotografías sólo son posible apreciarlas desde el interior de la torre. Ya en la calle de nuevo nos cruzamos con más ejemplos de arte y esculturas que se reparten por diferentes rincones de la ciudad, como estos maniquíes cubiertos de cientos de pedazos de vidrio.















Pero sin duda, una de las mejores cosas que nos ofreció la Hallgrímskirja fue la posibilidad de subir a su campanario por un módico precio, y desde esa elevada plataforma de observación disfrutar de unas fabulosas vistas de Reykjavik, de su bahía y de los alrededores de la capital. Allí arriba, durante un largo rato,  pudimos situar los diferentes barrios de la capital y de sus zonas de más interés, y nos ayudó a seguir planificando la visita por la ciudad.








Desde la torre también pudimos apreciar con claridad el moderno Ayuntamiento de Reykjavik, cuyo edificio está suspendido en parte en el lago artificial que está situado delante de él. Más tarde pudimos entrar al edificio del ayuntamiento, donde la mayoría de las veces hay exposiciones de pinturas, escultura y fotografía, para conocer la gran maqueta en tres dimensiones de la isla que está expuesta en uno de sus salones.


Parte del  moderno edificio del Ayuntamiento de Reykjavik se adentra en el lago Tjörnin

Las aves migratorias utilizan el lago como zona de descanso y socialización con las residentes



A lo largo del paseo que hicimos por la parte histórica de Reykjavik pude fotografiar muchas de las edificaciones más antiguas y representativas de la ciudad, la mayoría de estructura de madera y anteriores al siglo XIX. La ciudad no tiene un gran casco histórico como otras capitales europeas, pero a cambio ofrece una urbe muy compacta y agradable de pasear y con la naturaleza más salvaje que uno pueda imaginar a un solo paso de ella. El aire es límpido y el entorno natural formidable con la preciosa bahía y las montañas que se levantan frente a ella, y con una gran vida nocturna, sobre todo en los largos días del verano austral. A parte ofrece un sorprendente y elevado número de museos además de variadas galerías de arte, animados bares y cafés, y cómo no, las omnipresentes piscinas termales a las que son tan aficionados los islandeses. La Catedral de Reykjavik es una pequeña iglesia de 1796 sede de la iglesia oficial del obispo de Islandia y jefe de la Iglesia Luterana del país. Es muy habitual que pase desapercibida a los visitantes que desconocen que esta pequeña y blanca iglesia es la verdadera catedral. 








Uno de los mercados con multitud de productos artesanales que pudimos probar

Otra de las edificaciones que llaman la atención en la ciudad de Reykjavik es una mole geométrica acabada con una gran cúpula. Es el edificio Perlan, levantado sobre una de las colinas de la ciudad, es bien visible desde muchos de sus puntos. En el exterior de su cúpula hay un mirador que ofrece buenas vistas de Reykjavik, y cuyo interior aloja uno de los restaurantes de más prestigio de Islandia y el Museo de las Sagas


La escultura Sólfar Suncraf, el barco vikingo convertido en símbolo de Reykjavik

Nuestros dos días en Reykjavik habían llegado a su término y ya nos encontrábamos embarcados de nuevo a bordo del Infinity. La navegación por la Bahía de Reykjavik (que literalmente significa bahía humeante) nos ofreció unas bonitas vistas del frente marítimo de la ciudad, aunque debido a algunos bajíos y pequeñas islas existentes en la bahía, ésta se desarrolló algo alejada de la ciudad. Así todo no perdió encanto y pudimos contemplar el edificio del Harpa desde otra perspectiva diferente.




Una vez abandonada la Bahía de Reykjavik, emprendíamos la navegación por un calmado Mar de Groenlandia,  mientras el brillante sol del atardecer teñía de rojo la blanca estructura del Infinity desde el horizonte marino.


Navegación costera por la Península de los Fiordos Occidentales

Tan sólo unas horas después de haber zarpado de Reykjavik y de circunnavegar la costa oeste de Islandia, comenzaba a vislumbrarse el perfil de la costa de la Península de Snaefellsnes, y algo más tarde comenzábamos una maravillosa navegación costera a escasas millas de los fiordos occidentales de Islandia, en la región de Vestfiroir. Un zona remota de la isla en forma de penacho de plumas cuyos brazos de tierra se adentran profundamente en el lejano Mar de Groenlandia, y por extensión en pleno Océano Ártico. La espectacularidad de los paisajes fue tal que muchos de los pasajeros del Infinity (entre los que yo me encontraba) desafiamos en las cubiertas más altas los fuertes vientos reinantes con el único propósito de grabar en nuestras retinas aquellos increíbles paisajes que la naturaleza nos brindaba. Lástima no disponer de la cámara de fotos en ese momento, ya que la del teléfono móvil no ofrecía la misma calidad y además me privó del zoom adecuado.


Esta región de los Fiordos Occidentales apenas está habitada por unos pocos miles de habitantes, que se dedican principalmente a la pesquería y agricultura. Una región poco explotada para el turismo a pesar de ser increíblemente bella, pero es que su dificultad para acceder a ella por las escasa pistas de tierra que tiene, echa para atrás a casi cualquier turista, a no ser que se sea un avezado aventurero.


Los fiordos se adentran profundamente en estas salvajes y semi desérticas tierras 



A pesar de estar a mediados de julio las nieves permanecen inalterables en las cumbres de las montañas



Ya en estas latitudes tan septentrionales y con el Círculo Polar Ártico muy cercano, las noches dejaban de ser tales para formar parte de los días inacabables  propios del verano ártico.



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