martes, 8 de noviembre de 2011

Stavanger. La capital noruega del petróleo... y algo más



Antes de comenzar nuestro viaje por los fiordos noruegos, y repasando los lugares a visitar en nuestro crucero a bordo del  Queen Mary 2, pensábamos en Stavanger como una ciudad industrializada que ha crecido al abrigo de los hallazgos de gas y petróleo, y con un pequeño barrio de pescadores casi como único punto de interés,  testigo mudo del pasado pescador de esta localidad del sur de Noruega. Y, si bien es cierto que no es el paradigma de la belleza nórdica, si que resulta muy agradable de visitar y al final se convirtió en una de las sorpresas agradables en nuestro recorrido por los fiordos noruegos. El día amaneció soleado, con buena temperatura, pero muy ventoso. Lo primero que decidimos visitar nada más desembarcar del barco fue el barrio de pescadores, el "Gamle" Stavanger , una concentración de 173 casas de madera del siglo XVIII, un auténtico museo al aire libre, donde los habitantes de las casa las cuidan con esmero, y parecen competir en conseguir el premio al jardín más decorado. Pequeñas galerías de arte y alguna tienda de productos de artesanía bien merecieron una parada. Estuvimos largo tiempo recorriendo cada esquina, cada rincón de esta encantadora parte de Stavanger.






Habíamos pensado en hacer una excursión en barco al fiordo Lysefjord. Estos barcos turísticos parten del recogido puerto de Stavanger y durante tres horas recorren el fiordo hasta llegar al destino final, el Púlpito (Preikestolen). Pero el fuerte viento reinante ese día en Stavanger hacía poco apetecible el embarcarse en esta pequeña excursión, así que lo dejamos para otra ocasión. Recopilamos algo más de información en la oficina de turismo y continuamos visitando la ciudad. Muy cerca de la oficina de turismo está la catedral de Stavanger, de estilo anglo-normando, es la única catedral medieval de Noruega que ha conservado su aspecto original. Lo más vistoso del interior es un recargado púlpito tallado en madera. Junto al pequeño parque donde se levanta la catedral está el lago Breiavatnet, invadido por las gaviotas en busca de una comida fácil, y que rodeamos para ir a Eiganesveien, que se encuentra un poco separado del centro de Stavanger. Después de un largo paseo, en el que nos sorprendió continuar viendo grupos de casas de madera perfectamente conservadas, pudimos conocer dos construcciones pintorescas para estas latitudes, sobre todo una de ellas.Por un lado el Ledaal, una mansión que sirve de residencia a la familia real noruega cuando visitan Stavanger, cuyas estancias  interiores están llenas de muebles de estilo rococó, y que junto a la casa Breidablikk  forman dos museos en si mismos. Y ésta última si que nos sorprendió porque parecía que la habían tele-transportado  desde las montañas suizas.




Después de estar pateando la ciudad toda la mañana, había llegado el momento de reponer fuerzas. Y como los precios en Noruega no estaban para demasiadas alegrías, subimos a bordo del Queen Mary 2 para tomar un almuerzo en el bufé y de paso dar un descanso a nuestras maltrechas piernas, mientras disfrutábamos de unas estupendas vistas panorámicas desde nuestra mesa. Pero a pesar de lo a gusto que estábamos, teníamos que continuar con la visita a Stavanger. Justo frente al antiguo barrio de pescadores, está un pequeño paseo marítimo cuyo final desemboca en un pequeño puerto deportivo, y que culmina con el original edificio del museo del petróleo. Antes es posible pararse a admirar el Hotel Victoria, un original y bello edificio con más de cien años sobre sus ladrillos. Pura elegancia industrial. En el muelle de Skagenkaien se encuentran en primera línea los viejos almacenes portuarios reconvertidos en caros restaurantes, y perdiéndonos por la parte de atrás nos encontramos con un  entramado de calles comerciales, alguna tan vistosa como la colorida Ovre Holmegate , en la que la mayoría de sus casas de madera lucen vivos colores. Otra construcción llamativa es la torre Valberg-tarnet, construida en el siglo XIX y que sirvió de atalaya para los serenos de la ciudad, hoy en día alberga el museo del sereno.



Avanzada la tarde fuimos caminando de regreso al barco. La hora de zarpar se aproximaba y el fuerte viento que nos había acompañado durante toda la jornada comenzaba a arreciar y casi se convertía en un pequeño huracán. Era el presagio del peor día de mar que habíamos tenido en lo que llevábamos de crucero, y que el Queen Mary 2 solventó casi sin inmutarse. Nosotros disfrutamos de ese oleaje en el bar Sir Samuel´s, contemplándolo a través de los ventanales y saboreando un aromático café. Nuestros recuerdos de Stavanger iban quedando atrás y Oslo nos esperaba al día siguiente.


Preciosos arreglos florales decoran las casas de el Gamle


El bonito y elegante Hotel Victoria. Uno de los edificios con más empaque de Stavanger


A media tarde arreciaba el viento y comenzaba a levantarse un fuerte oleaje en el puerto de Stavanger


El colorido de las casas aporta alegría en el largo y oscuro invierno


Y sirve de marco a las fotografías de los turistas


La mansión Ledaal


Restaurantes en el muelle de Skagenkaien


Dejando atrás Stavanger en busca de Mar de Noruega


Disfrutando del espectáculo y del poder de la naturaleza

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