Cuando uno piensa en la ciudad de Belfast irremediablemente le vienen a la cabeza las imágenes de la violencia extrema y sin sentido vivida durante más de tres décadas, y que aún persiste en nuestros días de manera esporádica y muy aislada. Había pensado en un primer momento abrir esta entrada con una fotografía de los graffitis que abundan a lo largo del muro de hormigón que sirve de separación entre los barrios católicos y protestantes, pero pensé que era mejor abrirla con una fotografía del futuro que Belfast anhela y necesita a toda costa para cicatrizar heridas de un terrible pasado todavía demasiado reciente. Así que en cabecera coloqué la fotografía del nuevo edificio del Museo Titanic, en el viejo puerto de Belfast, y una de las primeras imágenes que pudimos contemplar al arribar a los muelles del puerto en la travesía desde Liverpool -leer aquí el artículo de Liverpool-. Pero Belfast es más que una historia de violencia y desencuentros o un edificio de vanguardia, y procuraré contar lo que pudimos hacer en un día de visita en Belfast, pero sin obviar algunas cosas de lo ocurrido.