Después de pasar varios días alojados en el corazón de la Isla de Bali, había llegado el momento de descubrir pausadamente el precioso pueblo de Ubud. Los días anteriores habíamos dedicado el final del día a conocer algo de esta localidad mientras buscábamos algún restaurante bonito para cenar, pero este último día fue entero para Ubud. De paso aprovechamos a darnos un buen masaje balinés, una paliza de una hora de duración en la que chillé como una nenaza mientras una fornida balinesa me presionaba mis castigados cúadriceps y mis resentidos gemelos. Pero eso fue más tarde, antes dedicamos parte de la mañana a descubrir muchos de los numerosos comercios que pueblan las calles centrales de Ubud. Comercios muy cuidados, con una gran variedad de productos a la venta que iban desde artesanías y objetos artísticos a líneas de ropa elaborada en la propia isla pero eso si, a precios casi europeos.