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miércoles, 19 de mayo de 2010

Londres

Planificamos esta visita a Londres aprovechando que íbamos a embarcar en un crucero por el mar Báltico con salida desde Dover, llegando unos días antes, y así poder conocer una de las últimas grandes capitales europeas que nos quedaba. Como nos comentó un norteamericano residente en Bocaratón (Miami), que conocimos en el crucero Norwegian Jade, la suerte que teníamos de tener cualquier punto de Europa a un máximo de tres horas de vuelo. Y la verdad que tenía razón, pero eso yo ya lo sabía. Londres es una ciudad que en un principio no me atraía especialmente y me daba mucha pereza visitarla, y no sé por qué la verdad. Casi todos nuestros amigos y conocidos coincidían en que nos iba a gustar mucho, que era una ciudad muy bella y cosmopolita, y que tenía montones de cosas que ver. Y estaban en lo cierto. Nos ha gustado muchísimo. Pero vamos por partes.


Lo primero que hicimos fue acudir a uno de los tipismos de Londres. El cambio de guardia en el Palacio de Buckingham. Vistoso y colorido, con una muchedumbre ingente, y con alguna que otra estridencia, como interpretar por parte de la banda de música el tema central de las películas de James Bond, que sin embargo parecía hacer las delicias de los turistas allí congregados. Resulta bastante complicado conseguir una buena posición donde contemplar el cambio de guardia y por extensión el palacio en si. El edificio del siglo XIX ha sido residencia permanente de la realeza desde la época de la reina Victoria y en él ondea la bandera cuando la reina está en palacio. Es posible su visita a las salas donde se celebran ceremonias oficiales, pero sólo en los meses de agosto y septiembre.


Después nos dirigimos por Green Park hacia el Arco de Nelson, para desde allí, visitar Hyde Park, auténtico pulmón de Londres y oxigenarnos en uno de los parques icono de Londres. Una vez suficientemente oxigenados, nos encaminamos a recorrer la calle Picadilly, con sus edificaciones señoriales y curiosos escaparates, hasta desembocar el Picadilly Circus, lugar de concentración de turistas y locales. Aprovechamos para descansar un poco sentados en las inmediaciones de la fuente contemplando los inmensos rótulos luminosos. Realmente no me pareció gran cosa más allá de la curiosidad de estar en esta plaza tan televisiva y con tanto tráfico de viandantes. Más tarde, después de un reparador almuerzo, nos dirigimos al Soho, barrio bohemio en mitad del West End que alberga multitud de locales de ambiente homosexual y el pequeño barrio chino y por allí nos perdimos por las calles paseando tranquilamente. Continuamos nuestro particular tour hasta Trafalgar Square, otro de los lugares de parada obligatoria donde descansar nuestras maltrechas piernas contemplado al almirante Nelson, uno de los artífices del inicio de la decadencia del Imperio Español, y la cantidad de personajes variopintos que pululan por esa plaza. Y como no, todas las zonas verdes de la plaza tapizadas con los cuerpos de los londinenses tomando el sol, leyendo, comiendo sopa en bote o dormitando. El tiempo pasaba, así que decidimos someter nuestras piernas a una nueva prueba en la National Gallery (entrada gratuita), eso sí, seleccionando lo que más nos interesaba si no queríamos morir en el intento.





Para finalizar la jornada bajamos por la calle Whitehall y la del Parlamento, haciendo una parada en Downing St para ver si veíamos la casa del primer ministro en la lejanía (misión imposible al estar la calle acorazada), hasta desembocar en el Big Ben, y pasando por la Abadía de Westmister terminar en los alrededores de la estación Victoria para cenar y poder descansar nuestras caricaturas de piernas en el hotel después de una maratoniana jornada pedestre que sin duda mereció la pena.



Después del reparador descanso nocturno, salimos del hotel con la intención de seguir explorando esta excitante ciudad. Comenzamos con un desayuno en los múltiples sitios donde lo puedes tomar, mucho más económico que el típico buffet del hotel. Esta vez tocaba lo primero visitar la Abadía de Westminster, para después contemplar con detalle una de los edificios que más expectación nos creaban, el Parlamento Británico, de estilo neogótico. Evidentemente no lo visitamos por dentro por la dificultad de adquirir el permiso a través de la embajada británica. Desde este punto, y bajo la atenta y puntual mirada del Big Ben, disfrutamos las hermosas vistas del río Thamesis desde el puente de Westminster con el London´s Eye de fondo, que se ha convertido en un particular emblema de Londres. Ni nos planteamos subir a bordo de esta gran noria primero por las enormes colas que había que soportar y segundo por el elevado precio que tiene. En el mismo embarcadero del London´s eye, la primera vez que nos encontrábamos en la orilla sur del río, embarcamos en uno de los barcos turísticos que hacen las funciones de barco bus para descender por el Thamesis hasta el barrio de Greenwich a unos doce kilómetros al este del centro de Londres, y después de un paseo de algo menos de una hora, visitar allí el antiguo observatorio y el famosísimo meridiano cero. Después de comer visitamos el museo Nacional Marítimo (entrada libre) y nos quedamos con las ganas de poder ver el Cutty Sark que se encuentra en proceso de restauración.





Ya avanzada la tarde embarcamos de nuevo en uno de los barcos y nos deleitamos la vista con los numerosos edificios de apartamentos modernos y de diseño (e imagino que carísimos), que le dan toque distinto a la fachada del río, para esta vez apearnos en la Torre de Londres. Uno de los monumentos más visitado de la ciudad que ha tenido toda clase de funciones (fortaleza, palacio, prisión...), hasta hoy en día que guarda las Joyas de la Corona. Más espectacular, al menos para nosotros por su emplazamiento y diseño, es sin duda el Puente de la Torre. Lo atravesamos hasta llegar a la otra orilla y nos sentamos para poder contemplarlo en una visión conjunta con La Torre de Londres, el tráfico fluvial y el devenir de turistas y londinenses.


Nuestro recorrido por Londres continuó por la orilla sur en un agradable paseo, y con un día excepcional, hasta llegar al crucero H.M.S. Belfast. Buque de guerra que participó en el desembarco de Normandía, hoy convertido en un museo en si mismo y con posibilidad de visitarlo previo pago.

Todo este paseo (el Bankside) hasta llegar a la Tate Modern y dejando atrás el London Bridge y el nuevo ayuntamiento, está repleto de bares, pubs y restaurantes, y también se encuentra el Globe Teatre Shakespeare. Después de una buena pinta cruzamos el puente peatonal del Milenio donde se puede sacar unas buenas fotografías de la Catedral de San Pablo (famosa por los créditos de series tan populares como Benny Hill o los Ropper) y de la Tate Modern. Aprovechamos a cenar frente a la catedral (lo siento...no sucumbimos al "fish & chips) y refugiarnos del único chaparrón que sufrimos en este viaje a Londres. Para regresar a nuestro hotel tomamos un típico autobús de dos pisos que nos llevaría hasta Victoria Station.


Ya los otros dos días los dedicamos a visitar, en primer lugar el British Museum, al que dedicamos la mañana y una parte de la tarde. Procuramos no perdernos algunas de las joyas que están expuestas y que no pudimos ver en su emplazamiento original en nuestros viajes a Egipto o Grecia (imprescindible una larga parada en los relieves asirios con las escenas de cacerías de leones). También dedicamos una pequeña atención a los mercados londinenses, visitando el pequeñito que está ubicado en la calle Picadilly y el del Covent Garden, aunque esto último no era lo prioritario para nosotros. Lo que si que nos gustó es el ambientazo que se vive en el Covent Garden y sus alrededores. Sitio ideal para refrescarse con una cerveza o cenar el los muchos locales existentes en la zona.



Este es un resumen de nuestras andanzas por esta sorprendente ciudad a la que seguro volveremos en un futuro.
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domingo, 25 de abril de 2010

Cauterets. Un viaje relámpago.



Un buen día de finales de abril, se nos ocurrió la idea de ir a esquiar y visitar esta localidad del pirineo francés. Lo más lógico hubiera sido reservar uno de los encantadores hotelitos que pueblan este precioso pueblo, y el pasar el fin de semana en él. Lo que pasa es que nos pareció más aventura, casi rozando la insensatez, el levantarnos a las cuatro de la madrugada, echarnos a la carretera y recorrer las casi seis horas que nos separan de esta estación. Una vez en destino esquiar durante siete horas seguidas, visitar el pueblo más tarde, tomarnos unas cañitas ("sans alcool", por supuesto) y regresar a Santander a las tantas de la madrugada. Afortunadamente, mi coche cuenta con regulador de velocidad, lo cual agradecí ya que hubiera sido incapaz de llevar el pie todo el tiempo en el acelerador a la vuelta.




Y todo debido a que nuestra coqueta estación de sky de Alto Campoo ya se encontraba cerrada en esas fechas, y la posibilidad de hacer unas bajaditas para dar por terminada nuestra temporada, y las ganas de una pequeña aventura de más de veinte horas nos  sedujo al momento. Todavía conservamos el espíritu aventurero, aunque algunos lo califican como brotes de locura. Pero al fin y al cabo son estas pequeñas locuras las cosas que se recuerdan con más cariño con el paso del tiempo.








Salimos de Santander de madrugada, de noche por supuesto, y una vez pasado el tapón de la circunvalación de Bilbao (ya a esas horas hay circulación lenta, aunque parezca mentira), entramos más adelante a la preciosa, y cara, autopista del sur de Francia. Nos desviamos en Tarbes en la salida (sortie) de Lourdes, y una vez dejada atras en poco más de veinte minutos llegábamos a nuestro destino, Cauterets. Rápidamente nos colocamos nuestros equipos y nos dirigimos raudos al telecabina que accede a uno de los dominios; el sector de Lys. Las vistas del pueblo que te brinda el telecabina en el ascenso son espectaculares. Y con esas llegamos a la estación. Después de deleitarnos con las fantásticas vistas y de tomar nuestro primer contacto con la nieve de esta parte del Pirineo, al telesilla y a disfrutar por las pistas. A medida que avanzaba la mañana tuvimos que ir despojándonos de parte de la ropa, la temperatura ambiente subiendo poco a poco, y al final descendiendo por las pistas en manga corta y con la cazadora anudada a la cintura. No me extraña que la gente se dedicara más a tomar el sol que a lanzarse por las pistas. Si es que estábamos en el Caribe, y yo pensando que estaba en una estación de sky.





Una vez que dimos, con mucha pena y mucho cansancio, por finalizada la jornada de sky, nos montamos de nuevo en el telecabina para descender al pueblo de Cauterets. Nos habíamos ganado una merecida merienda, regadita eso si, con unas buenas cervecitas, que el calor seguía apretando. Paseamos por las calles de este encantador y elegante pueblo que a primera vista podría ser un pueblecito más del Pirineo, pero que se diferencia por la elegante arquitectura de sus edificios. Eso le hace ser único. La arquitectura del siglo XIX de las termas, los hoteles, muy parecida en estilo a las de París o Burdeos, ya te hace sospechar que fue una villa famosa en otros tiempos y con asiduas visitas célebres y hasta reales. Víctor Hugo, la duquesa de Angoulême, hija de Louis XVI, la Reina Hortensia de Beauharnais, son entre otros un ejemplo de personalidades que han desfilado por Cauterets.




Sin duda un lugar para visitar en algún fin de semana, incluso en verano, ya que la naturaleza que la rodea es espectacular. Senderismo, hoteles-spa, mountan bike, no hay lugar para el aburrimiento, a menos que uno quiera. Por cierto que la mascota de Cauterets es "la Marmote". Omnipresente en todas las tiendas. Hasta yo caí en comprar una taza de desayuno con la imagen de la marmota. Si es que las viejas costumbres no se pierden.













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sábado, 24 de abril de 2010

Bérgamo

Una de las características de las compañías de bajo coste, es que habitualmente operan en aeropuertos pequeños cercanos a las grandes ciudades que anuncian como destino, debido generalmente a  unos costes más bajos en tasas y servicios. Y la caracteristica de una parte importante de los pasajeros que utilizan esas rutas, es que usualmente no reparan en el encanto de esas pequeñas ciudades que utilizan como plataforma para acceder a esos grandes destinos cercanos,y su conocimiento acerca de ellas no pasa del aeropuerto. Ese es el caso de Bérgamo, una bella y próspera ciudad de la Lombardía, en el norte de Italia, que para algunas compañías aéreas sólo es Milán (Orio al Serio).


En nuestro caso tomamos tierra en el aeropuerto de Orio al Serio en un avión de la compañía Myair procedente de Estambul, ciudad en la que habíamos pasado unos días. Nuestra intención era pasar dos días completos en Bérgamo y después tomar el avión de Ryanair en la ruta que la une con Santander. En poco más de dos horas y media desembarcamos en el aeropuerto de Orio al Serio. Teníamos reservado en hotel Palazzo Dolci, situado en pleno centro en el Viale Papa Giovanni XXIII, muy cerca de la estación de tren, zona comercial y de multitud  de restaurantes y terrazas. Debido a que la hora de llegada de nuestro vuelo fué bastante tarde, fuimos directamente a registrarnos y, tras mantener una larga charla con el encantador personal de recepción, subimos a nuestra habitación para descansar y tomar fuerzas para el día siguiente. Tengo que decir, que despues de diez y ocho días de viaje que llevaban nuestros cuerpos a la espalda, el cansancio se empezaba a hacer presente.



Visitar Bérgamo es muy sencillo. Por un lado la ciudad alta sobre las colinas y por otro la ciudad baja extendida en la llanura a los pies de las colinas. Este nuevo día comenzaba para nosotros con un reparador desayuno en la habitación del hotel. Una vez preparados y aseados nos encaminamos a la parada de autobús que estaba frente a nuestro hotel despues de haber adquirido los billetes en un kiosko cercano. En menos de quince minutos el autobús nos dejaba en una de las entradas de las murallas venecianas que rodea la Città Alta. Unas murallas que encierran un compendio de calles y edificios medievales, iglesias y plazas y palacios renancentistas. Tambien existe un funicular a pie de la colina que te deja en el interior de las murallas. Nada más bajar del autobús, lo primero que llama la atención es el Castello en la cima de una colina, en el pueblo de San Vigilio. Desde las ruinas de este castillo se disfruta de unas preciosas vistas de Bérgamo.




Ya en el interior de las murallas los puntos más interesantes son la Piazza Vecchia, con palacios renacentistas y una torre del siglo XII, la Basílica de Santa María Maggiore y el Baptisterio, y la animada calle de Vía Colleoni con muchas tiendas, bares y restaurantes, plazoletas y columna vertebral por la que pululaban infinidad de turistas, sobre todo italianos, al caer la tarde.




También visitamos La Rocca, antigua fortaleza hoy en día dedicada a albergar el museo Histórico con fondos variopintos formados por pinturas, medallas, fotografías, que visitamos gracias la atención de nuestro hotel que nos obsequió con dos entradas, y que no nos entusiasmó demasiado. Quizás lo más positivo que sacamos de su visita fue el precioso atardecer que contemplamos desde lo alto de sus muros.





Más tarde, en cuanto el cansancio acumulado y el hambre nos empezó a apretar, fuimos a una  tratoría que préviamente nos habían recomendado encarecidamente, Antica hosteria del Vino Buono. Situada frente a la entrada del funicular que te baja a la ciudad baja y en los bajos de un palazzo medieval  en la Piazza Mercato d Scarpe con la Via Donizetti, sirven típica comida Lombarda. Si bien la cena que tomamos estuvo bastante correcta, salimos un poco decepcionados al no cubrir las grandes expectativas que nos había generado. Curioso fué observar como en una de las mesas se sentaron dos parejas, que al cabo de un rato de leer la carta, se levantaron de la misma y sin ningún cruce de palabras con los camareros o explicación, abandonaron el local. Hasta ahí, aunque no muy habitual, ya que la carta estaba expuesta en el exterior del restaurante,  digamos más o menos normal. Pero lo que ya nos llamó la atención poderosamente, fué que los siguientes ocupantes de esa mesa calcaron el comportamiento de los que habían estado antes. Tambien se levantaron sin ninguna explicación de la mesa después de ojear la carta durante unos minutos. Nos hizo pasar un rato divertido especulando acerca de las razones que llevaba a la gente a abandonar dicha mesa maldita.



Después de la cena nos fuimos dando un paseo bordeando las murallas hasta una de las paradas de autobús que se encuentran en el exterior de las mismas y donde, mientras esperábamos, disfrutamos de las vistas de Bérgamo bajo. El cansancio y el sueño nos estaba invandiendo por momentos. Por cierto, los sábados por la tarde noche la cuidad alta se convierte en el centro del alterne y la movida de Bérgamo. Ríos de gente invaden las calles en busca de copas y diversión, y como consecuencia enormes atascos de coches y de scooters en los accesos a ella.


El día siguiente nos dedicamos a pasear por la ciudad baja y visitar lo más característico. El teatro neoclásico Donizetti, el museo de la Accademia Carrara, la Porta Nuova, el bulevar Senterione lleno de comercios y terrazas de cafés, donde los bergameses se entregan a su afición favorita; tomar un café y ver y ser vistos. Así que donde fueres, haz lo que vieres. Y de esa forma transcurrió nuestras ultimas horas antes de ir al aeropuerto a tomar nuestro vuelo que nos devolvería a casa.


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martes, 9 de marzo de 2010

Crucero Norwegian Jade. Islas Griegas, Egipto y Turquía.

Hemos realizado un inolvidable crucero por el Mediterráneo oriental de trece días de duración, a bordo del Norwegian Jade  y visitando algunos de los puertos más deseados por los viajeros. Y ahora, ya con calma, me gustaría daros unas pinceladas generales de este crucero.


Comenzaré por el barco. En la práctica, casi gemelo en distribución al Norwegian Gem, salvo la ubicación de la discoteca en el spinnaker lounge,la galería de tiendas en la popa del barco, donde se ubica la discoteca en el Gem, y un nuevo bar, el medusa, en el espacio dejado para las tiendas en el Gem cerca de la proa del mismo. A rasgos generales la decoración del Norwegian Jade es algo menos armónica y elegante que en su gemelo, pero no de forma exagerada. Es una configuración compartimentada y que no da la sensación de masificación que tan poco me gusta. Se podía pasear por los corredores y pasillos del barco con gran facilidad y sin parecer que había 2300 pasajeros.                                        


La organización del desembarque, tanto por pasarela a los puertos, como en tenders, sin tener que soportar colas y bien organizada. El sistema Freestyle, como en la otra ocasión, hecho a la medida de la libertad, fantástico.


En cuanto a la ruta, que decir...,unos puertos de escala maravillosos, con bastantes horas de estancia para poder ver sin prisas los destinos. Una ruta muy acertada en la que bien podían haber ampliado a Rodas, ya que el barco navegaba entre 11 y 14 nudos en buena parte del trayecto. Baste decir que tres horas despúes de haber zarpado del puerto de Alejandría, el Jade tuvo que regresar para evacuar, al parecer, a un miembro de la tripulación que se había lesionado(le deseo que tenga una pronta recuperación),con lo que acumuló un retraso de algo más de seis horas, y así todo arribó a Creta con casi una hora de adelanto sobre el horario previsto(y navegando a sólo 14 nudos)



El servicio y la calidad de las comidas, no habiendo estado mal, ha empeorado un poquito con respecto al crucero del año pasado en el Norwegian Gem, que es de lo que yo puedo comparar. Me imagino que éste ha disminuido en la misma proporción que lo ha hecho los precios del pasaje (pero este empeoramiento no venía en el contrato de viaje que nos enviaron). Se notaba, o, al menos daba la sensación, que había menos tripulación. Yo no he percibido que la calidad de las comidas de los restaurantes de pago halla aumentado en consonancia al aumento del precio en los mismos. El room service también se ha visto algo desbordado con el aumento del horario a 24 horas, y ha funcionado algo peor. Y lo digo con conocimiento de causa porque lo hemos utilizado mucho cuando regresábamos cansados de las "aventuras" en puerto, y no nos apetecía subir al bufett.                                


Pero lo que más me ha llamado la atención es, sin duda, que una muy pequeña parte de la tripulación ( los menos ), carecía de esa profesionalidad y amabilidad, que tenían absolutamente todos los tripulantes del Norwegian Gem ( desde oficiales de cuatro galones hasta el último tripulante de mantenimiento de la nave, por poner un ejemplo ), siempre con una sonrisa en la boca para complacer cualquiera de tus deseos. En cuanto a los espectáculos, pues muy del estilo americano, sólo que todavía algo más flojos y aburridos que los del año pasado. En esto se tienen que poner aún más las pilas la compañía. Las excursiones(solo realizamos dos) bastante bien organizadas, y con unos precios que no nos parecen excesivos.

En resumen, un crucero que nos deja con un buen sabor de boca, en el que hemos conocido a unas maravillosas personas (unos pocos españoles, y unos "chavos" de México de lo más simpáticos y amigables).
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lunes, 8 de marzo de 2010

Norwegian Jade. Atenas, Katakolon, Corfú y El Cairo



Atenas

Llegamos un día antes a Atenas, al aeropuerto Eleftherios Veniceos, ciudad que habíamos visitado en otra ocasión. Una vez recogidas las maletas tomamos en tren ( la línea nº3 ) y nos apeamos en la parada de Syntagma. Salimos al exterior, nos dispusimos a buscar el hotel Boutique Acrópolis , uno de esos hoteles con encanto que son una maravilla, situado en pleno centro. Dejamos las maletas y salimos del hotel en dirección a la Acrópolis y pudimos contemplarla iluminada por primera vez. Nunca dejará de maravillarnos.



Una de las razones de elegir este hotel era su céntrica situación ,de esa forma prescindíamos de transportes públicos. Aunque tengo que decir que el metro no funciona mal,  en horas puntas puede ir saturado de personas. Paseamos por el centro de esta anárquica ciudad y más tarde nos dirigimos al barrio de Plaka, siempre animado y repleto de tiendas, restaurantes y de gente,al pie de la colina de la Acrópolis, en donde cenamos en una de sus numerosas terrazas en una calurosa noche. Como no podía ser de otra forma, tomamos una típica cena , en donde la ensalda griega, el pulpo a la parrilla y la musaka no faltaron.



Al día siguiente, después de desayunar, tomamos el metro al Pireo, en donde nos esperaba en la terminal B el Jade. Esta terminal es la más lejana, se encuentra en la bocana del puerto, y a pesar de que el embarque fue relativamente rápido, debo decir que no reúne unas grandes condiciones ni demasiado personal. (yo sólo ví una carretilla para trasladar todas las jaulas con los equipajes ). Quizás por eso las maletas nos llegaron al camarote cerca de las ocho de la tarde. Ese día coincidían en el Pireo varios cruceros, entre ellos el Seven Seas Voyager ,el Grand Princess ,el Rotterdam, el Azamara Quest , el Sky Wonder y el propio Norwegian Jade. Después de reponer fuerzas en el buffet nos fuimos a uno de nuestros sitios favoritos el Great Outdoors. Y con un poco de retraso sobre el horario previsto zarpábamos de El Pireo rumbo a Katakolon.


Katakolon

Este día, que comenzaba caluroso, nos despertábamos en Katakolon. Como ya habíamos visitado en otra ocasión Olympia ,decidimos tomarnos la escala con relajación y pasear por la playa y por las calles de este pueblecito turístico de pescadores.


De todas formas llegar a las ruinas de Olympia es fácil para los que no las han visitado antes. Puedes alquilar un coche o moto, o bien, tomar el tren que une katakolon con las ruinas y que se encuentra delante del puerto deportivo. Eso si, hay que controlar los horarios de regreso de los trenes para no tener sorpresas desagradables. No recomiendo apurar y llegar con el tiempo justo al crucero.

Como coincidíamos con el Grand Princess y además era domingo, el pueblecito estaba atestado de gente de los dos cruceros y de griegos que se acercaron a pasar la jornada festiva, con lo que había mucho ambiente. En muchas tiendas casi no se podía ni entrar, y era difícil encontrar una mesa en las numerosas terrazas. Y así trascurrió una relajante jornada en puerto.


El Jade zarpaba de nuevo rumbo a Corfú a través del Mar jónico. Un mar en el que sin duda hemos visto  los  mejores atardeceres.



Corfú

De nuevo este día amanecía espléndido. Al fondo del balcón de nuestro camarote aparecía en lo alto la fortaleza nueva veneciana. Majestuosa y abrazada por las edificaciones de esta preciosidad de ciudad. La autoridad portuaria pone unos autobuses lanzadera que te llevan un corto trecho hasta la salida del puerto.


Hay una oficina de turismo donde nos darán explicaciones a nuestras dudas y nos facilitarán un plano de Corfú. Una vez allí se puede tomar un taxi, o más barato uno de los autobuses municipales que nos dejó en el centro. Andando se puede tardar unos veinte minutos. Una vez allí visitamos por dentro la fortaleza vieja y su punto más alto con unas vistas espectaculares de Corfú , de la Spianada, un gran parque entre los edificios y la propia fortaleza y el puerto. Por supuesto también de la costa albanesa., que se encuentra muy cerca.


 Sin duda uno de los mayores atractivos de esta ciudad es su arquitectura, sus calles y callejuelas y tomarla el pulso paseando en ellas. La calle Listón es una parada obligada. Copia de la parisina calle Rivoli con sus arcos y llena de terrazas es una parada obligatoria donde descansar de otra calurosa jornada, y estampa típica de miles de fotografías.


Otra alternativa de visita es el Palacio de Achilleion a unos veinte kilómetros de Corfú. Allí pasaba sus veranos la emperatriz de Austria Sissi . Hoy en día es un museo y tiene unos preciosos jardines con muchas estatuas y unas bonitas vistas del entorno. Se puede llegar en autobús, en taxi o alquilando un coche. Particularmente prefiero la vieja Corfú. Disfrutar de sus palacios renacentistas, las fortalezas venecianas y de sus tabernas. Por algo fué declarada patrimonio de la Humanidad. Las calles de la ciudad están llenas de tiendas. A parte de las de souvenirs, de joyerías y licores, la estrella son las copias de toda clase de productos. Se lleva la palma los perfumes.



Ya de vuelta a puerto, decidimos ir dando un tranquilo paseo, y una vez embarcados en el Jade no perdernos la salida del puerto con unas vistas preciosas de Corfú y sus fortalezas. Sin duda una de las salidas de puerto más bonitas que se pueden ver en el Mediterráneo.


El Cairo

Después de un día de navegación llegamos al puerto de Alejandría. En este primer día en Alejandría teníamos contratada las excursión con el barco, ya que no encontramos a nadie para poder organizar con alguna agencia local y pensamos que era lo mejor. Escogimos la de El Cairo, pirámides y el museo egipcio. Y la verdad que salió perfecta. La agencia que tenía contratada la Ncl organizó perfecto el día, el recorrido que queríamos hacer nosotros, al fin y al cabo son sólo unas horas, el guía ,encantador, dispuesto y atento. Con la excursión organizada, simplemente nos dejamos guiar y nos olvidábamos de la logística.


La primera parada, las pirámides, impresionantes, con aire de misterio interrumpido de vez en cuando por los pesados vendedores ambulantes y la policía turística a camello. Sin la posibilidad de visitarlas por dentro descendimos hasta la esfinge, igualmente impresionante y con las pirámides al fondo formando un conjunto espectacular. Sin duda uno de los sitios a los que volveré.

Después de una parada para almorzar en un precioso hotel de cinco estrellas, tomamos de nuevo el autocar para realizar un tour por las calles de El Cairo, que incluía parada en el museo del papiro y en el que no compramos nada.


Para finalizar visitamos el museo egipcio, un bello edificio pero que no reúne las condiciones que deberían tener las joyas que expone. Afortunadamente en breve habrá un nuevo edificio junto a la meseta de Gizá. Desgraciadamente, el tiempo es el que es, y  sólo dispusimos de un par de horas para contemplar tantísimos tesoros y bellezas. Ya de noche regresamos al barco después de un trayecto de casi tres horas.

                                                             
                                                                      Vistas del río Nilo
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sábado, 6 de marzo de 2010

Norwegian Jade. Alejandría, Heraklión, Santorini y Mikonos

Alejandría

El segundo día en Alejandría le dedicamos a visitar la ciudad por nuestra cuenta. En el mismo puerto encontrareis taxis que os acercarán hasta la biblioteca, o bien si queréis os pueden hacer un tour por la ciudad.



Yo soy más partidario de hacer lo primero y luego regresar caminando en dirección al puerto. En ese paseo por el malecón te encontrarás con elegantes edificios, algunos de ellos hoteles, y con unas maravillosas vistas.
La Corniche es el malecón alejandrino, un lugar donde dar un agradable paseo al aire libre junto al Mar Mediterráneo. Sentados en este paseo se puede contemplar el caos circulatorio y tomar el pulso de la ciudad y sus gentes. La verdad, que estos ratos relajados los disfrutamos un montón, y son uno de los recuerdos que nos hemos traído a casa. Desde la plaza de Sa'ad Zaghloul se llega al fuerte Qaitbey, que ocupa el mismo lugar del legendario antiguo Faro de Alejandría, una de las edificaciones que no os podéis perder, y con unas vistas espectaculares. El camino atraviesa el barrio de Anfushi, con sus mezquitas y su vida callejera, y donde se encuentra la mezquita de Al-Mursi.


Hay que decir que aunque muchas de las zonas están sin asfaltar y tienen bastante suciedad, existen otras bien cuidadas y con plazas (Midan Orabi y Midam Sa'ad Zaghloul) y fuentes propias de una ciudad occidental, de donde salen las rutas para iniciar nuestra exploración. Sharia Salah Salem es una calle comercial, donde todavía es posible contemplar comercios ya desaparecidos en otras ciudades. En esta zona se situan la sinagoga, las catedrales ortodoxa, católica y anglicana, además de la mezquita Attarine y las famosas pastelerías Pastroudis, Athineos, Délices y Trianon.


Aunque yo me quedo con el otro espíritu mayoritario de esta ciudad cuna del islam y que tiene un gran encanto. Una vez superadas un poco las reticencias y la novedad inicial de una ciudad no muy acostumbrada al turismo, sólo queda disfrutarla. Además dispone de algunas mezquitas particularmente bonitas.

Una observación. El tráfico en Alejandría es caótico, y aunque es un elemento de distracción y que hay que contemplar sentados en el malecón,  hay que prestar especial atención al cruzar la calzada y las calles para no llevarse un disgusto.

Y con las mismas regresamos al Jade a comer al great outdoors, o casi merendar, y desde esa privilegiada atalaya disfrutamos de nuestros últimos momentos en esta ciudad que nos gustó mucho (aunque esta opinión no la compartían algunos de los pasajeros con los que hablamos). Pero en fin, para gustos… El número de opiniones distintas acerca de una ciudad es proporcional al número de ojos que la contemplan.



Heraklion

Después de otro día completo de navegación el jade llegaba muy pronto a Herakion con un espléndido amanecer.


Desayunamos en el balcón de nuestro camarote y más tarde desembarcamos y nos subimos a uno de los autobuses lanzaderas que te dejan fuera del puerto. Caminamos unos diez minutos a mano derecha según sales del puerto, se encuentra la estación de autobuses donde tomamos la línea número tres, cuya última parada es Knossos. Los billetes se compran en el quiosco que hay al lado. Una vez llegados al destino directos a comprar las entradas y a disfrutar de una de las civilizaciones y ruinas que más curiosidad nos despertaban. Creta es la mayor isla del Mar Egeo. Del año 3000 al 1200 a. C. fue el centro de una próspera civilización denominada civilización minoica, contemporánea de Egipto y Mesopotamia, que desapareció probablemente como consecuencia de la erupción del volcán de Santorini.  Las ruinas del palacio minoico de Knossos conservan unas excepcionales pinturas murales, baños, columnatas y la Villa de Ariadna. Nos dejó impresionados e ilusionados el hecho de contemplar esa estampa que tantas veces habíamos visto en los libros de historia en el colegio y en multitud de guías. Seguro que contribuyó el precioso día soleado y, hasta caluroso. La verdad que no nos podemos quejar de la suerte que tenemos con el tiempo casi en la totalidad de nuestros viajes.


Según la mitología griega Rea ocultó a Zeus en el monte Ida ( el mayor pico de la isla ). Cuando Zeus raptó a Europa la llevó a Creta y de su unión nacieron tres hijos, uno de los cuales fue Minos, cuya esposa dio a luz al Minotauro que fue encerrado en el Laberinto. Teseo mató al Minotauro y escapó del laberinto ayudado por Ariadna, hija del rey Minos.



Una vez pasada gran parte de la mañana, tomamos el autobús de regreso y como no teníamos el billete de vuelta pagamos al conductor, que en ese momento debe ser que no le apetecía tener que estar dándonos el cambio y nos dejó viajar de “gorra”.





Ya de regreso en la capital, nos dedicamos a explorarla. Heraklión fué bastión veneciano durante la edad media. Nos pareció que tenía bastante encanto, agradable de pasear ,con algunas iglesias ortodoxas como Agía Ekaterini (no hay que perdérsela), bonitas plazas, numerosas terrazas y sobre todo con mucha vida, como casi todo en Grecia. La fortaleza veneciana es visita obligada y su estado es perfecto. En resumen, una escala de lo más agradable y sencilla de hacer por libre.




Santorini

En Santorini ya habíamos estado anteriormente, así que nos dedicamos a hacer las cosas que nos habían quedado pendiente. Entre esas cosas se encontraba la visita pendiente a Oía. Desembarcamos del Jade en tenders que nos dejaron en el pequeño puerto de Fira. Una vez allí, y descartado el ascenso al pueblo en burro, nos dirigimos a comprar los billetes del funicular.


Ascendimos en el funicular a lo alto de Fira, alquilamos un quad y tomamos carretera hacia Oía, parando y disfrutando de las preciosa vistas que ofrece la misma. Oía es un pueblo encantador con unas casas preciosas e inmaculadas en cal blanca, las archifamosas cúpulas azules y un paseo peatonal y estrecho plagado de tiendas que te conducen hasta el mirador colgado sobre la caldera, lugar de parada obligatoria para las fotos de rigor.
Después de pasar la mañana en Oía, deshicimos el camino andado, y en otra nueva parada en un mirador sobre la parte este de la isla,a mitad del camino, había un pequeño restaurante escondido a mano izquierda, del cual salían unos norteamericanos que nos comentaron que se comía fantásticamente. Por cierto, que peligro tenían estos americanos sesentones con los ciclomotores de alquiler. Mi mujer pensaba que no llegarían sanos a Fira.


Pues bien, después de ser fuertemente azotados por los vientos egeos, devolvimos el quad, y nos encaminamos a explorar Fira como cuatro años atrás, cumpliendo con otra asignatura que nos quedó pendiente, la compra de un velero de cristal griego, para mí una de las mejores artesanías de esta isla. Fira es un pueblo bellísimo colgado sobre un abismo en la caldera. No te cansas de verla. Podríamos volver mil y una veces y siempre nos trasmitiria la misma emoción y sensaciones. Una vez callejeado lo suficiente por los laberínticos pasajes y callejones, sólo nos quedaba disfrutar de las bonitas terrazas, tomarnos unas cervezas bien frías, y perder la vista en el atardecer sobre la caldera , con los volcanes Nea Cameni y Palea Kameni con sus aguas calientes (esto sí que es un espectáculo de la naturaleza). Para la próxima visita dejaremos la visita de las playas de Perivolos, Kamari y de Perissa, playa de Pori (con un puertecito encantador) y la zona sureste de la isla. Luego descendimos andando hasta el pequeño puerto, donde embarcamos en un tender que nos llevaría de nuevo al Norwegian Jade.



La escala del Jade era bastante larga, pero yo recomiendo si no es tan larga, centrarse y disfrutar tranquila y profundamente de Fira. Ir a Oía puede ser tortuoso en autobús, sobre todo si se juntan varios cruceros, y puede complicarse la vuelta (peleas incluidas entre pasajeros de distintos cruceros).


                               






                                                                         Atardecer en Santorini




Mikonos

En Mikonos, la estancia en puerto del Jade era muy larga, con lo cual podíamos dedicar la mañana a visitar el santuario de Delos. Desgraciadamente no pudo ser, a pesar de que acudimos pronto por la mañana que

es cuando suelen hacer los ferríes su única salida en esas fechas, al ser lunes no hacían salida alguna. Otra vez será. De esa forma, y una vez descartado el alquilar un coche o moto para recorrer la isla, nos dedicamos a recorrer la capital, Mikonos Town, con toda la tranquilidad del mundo. Merece la pena disfrutar de la magia de sus calles laberínticas y sus casitas encaladas, subir al barrio del Castro en la parte alta y luego bajar a visitar los famosos molinos de viento, emblema de la isla junto a la pequeña Venecia y Petros, el pelícano que camina por el pueblo en total libertad. Es un simpático personaje que se deja fotografiar con total profesionalidad, pero cuidado con tocarle porque cuando lo intenté me tiró un bocado a mi mano. Explorar todos y cada uno de los rincones de sus callejuelas, almorzar en la pequeña Venecia una típica ensalada griega o un pulpo a la parrilla, con el preceptivo “sablazo” a la cartera, admirar las tiendas de artesanía local y vuelta a la pequeña Venecia a tomarnos un delicioso café griego en el Sunset bar, mientras contemplábamos la puesta de sol.



Un detalle. El Jade atracó en el nuevo puerto a unos kilómetros de Mikonos y disponíamos de lanzaderas gratuitas. Muchos pasajeros optaron por volver al barco a comer. Pero es posible que en época alta coincidan varios cruceros y el desembarque sea en tenders y que el barco en el que estés no atraqué en el puerto, ya que sólo tiene una línea de muelle.









Como opción alternativa se puede alquilar cualquier medio de transporte y visitar las numerosas playas de la isla y otras pequeñas poblaciones.
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