sábado, 4 de diciembre de 2010

Ljubljana. La bellísima capital de Eslovenia

Y llegó el momento de dejar atrás Italia. Continuando con nuestra “escapada” de tres semanas en coche por Europa y después de seis días recorriendo las regiones del Piamonte, Emilia Romagna y el Véneto, nos poníamos en camino desde Padua (nuestra última base en esta parte de Italia) en dirección a Eslovenia. Lo que pensábamos que iba a ser un cómodo trayecto de poco más de hora y media hasta llegar a Ljubljana, sobre todo una vez pasado el tramo que creíamos más conflictivo, es decir la salida de la autopista hacia Venecia , se transformó en seis tortuosas horas ¡Madre mía! Retenciones de veinte kilómetros antes de llegar a Trieste. No entendíamos lo que pasaba ¿Acaso todos los italianos y una gran parte de Europa habían decidido ir a la Costa Dálmata al mismo tiempo? Es que llegábamos a estar un cuarto de hora totalmente parados, y cuando por fin se avanzaba era unos pocos metros nada más. Algunos sacaban los pies por las ventanillas, otros formaban corrillos fuera de los coches mientras charlaban con resignación, o aprovechaban para echar alguna cabezadita, y yo hacía viajes al maletero de nuestro coche en busca de agua o de algún tentempié, y todo bajo un sol de justicia y temperaturas que superaban los treinta grados. Pero lo más indignante fue que no era porque no cupiéramos los coches en la autopista, o media Europa hubiera decidido salir con el coche en esa dirección. La razón era que había que pasar por el puñetero peaje de Trieste. Una docena de garitas, de las cuales casi la mitad estaban cerradas. Entonces ¿cómo no se iban a formar retenciones kilométricas? En fin, escenas variopintas de las que ya habíamos tenido alguna prueba en otro peaje en Francia, en Montpellier. Allí los siempre dicharacheros holandeses se llevan monociclos en los maleteros de los coches y furgonetas, y se dedican a hacer carreras entre los coches parados en la autopista, mientras se graban en vídeo con los móviles. Supongo que las imágenes acabarán subidas en el Youtube.


Y pasamos Trieste, y por fin la frontera eslovena. Paramos en uno de los bares para comprar la viñeta para poder circular por las autopistas del país. El paisaje que divisábamos desde nuestro coche era alucinante, una auténtica preciosidad. Las autopistas están en perfecto estado, pero a veces tienen unos desniveles que parecen montañas rusas. No quiero ni pensar lo que tiene que ser quedarse sin frenos en esas pendientes. Y es que Eslovenia tiene una orografía bastante montañosa, grandes bosques, pueblos desperdigados, y sobre todo el color verde presente en casi todo su territorio. Y hablamos del sur del país. Por la parte norte ya es la leche, un deleite para la vista. Y como parece que todos los coches se habían esfumado por arte de magia, o bien se habían quedado a invadir Trieste, llegamos en seguida a la capital, Ljubljana. El GPS de nuestro coche (la de veces que nos ha salvado, le he dado hasta besos) nos puso diligentemente en la puerta del hotel. Nos recibió el botones (un chico majísimo y servicial) para ayudarnos con el equipaje, y nos dijo que podíamos dejar el coche totalmente gratis en una de las cinco plazas que el hotel tenía en la misma puerta. Pues “dabuten”, pensé yo, y le dí una buena propina por ser tan majete ¡¡¡La madre que le parió!!! El último día al liquidar la cuenta nos cobran el aparcamiento exterior, y por mucho que le dije al recepcionista, nos lo cobró igual. Pero bueno, a parte de este pequeñísimo incidente, el hotel era fantástico, totalmente recomendable. Era el Hotel Lev, un gran hotel de la época socialista, a menos de diez minutos andando del centro de Ljubljana, y con un buffet desayuno de muerte. Y encima nos dieron una habitación en las últimas plantas con unas espléndidas vistas de Ljubljana y su Castillo, todo un lujo levantar las persianas eléctricas por la mañana y disfrutar de ese espectáculo.




Una vez instalados en el hotel, nos pusimos guapos y a explorar la ciudad. En este sentido es muy fácil, ya que Ljubljana es una pequeña capital (a penas 275.000 habitantes), eso si, con un preciosísimo centro histórico, presidido desde lo alto por el castillo de la ciudad, y que puede visitarse en un solo día. Y lo mejor de todo es que es una ciudad con alma y llena de vida. El pequeño casco antiguo barroco rebosa no sólo de iglesias y edificios monumentales perfectamente conservados, está lleno de terrazas, músicos callejeros, todo tipo de artistas de calle, ambiente juvenil, y todo con el abrazo del río Ljubljanica que le da un ambiente muy romántico. Esa vista de cuentito de hadas se aprecia sobre todo desde lo alto del Castillo de Ljubljana. Además tiene un buen número de edificios Art Nouveau y otros muy representativos de la ciudad, como el Neboticnik (el racascielos literalmente), construido en el año 1933 y el más alto de su época en la Europa Central. Lo primero que queríamos hacer era llegar al centro neurálgico de todo eso, la Plaza Preseren, presidida por la colorida Iglesia Franciscana y las fachadas Art Nouveau de “Ura” y de “Centromerkur”. Y frente a la plaza, el Tromostovje, o los tres puentes de piedra que están juntos y casi en paralelo. Uno de los símbolos más reconocibles de Ljubljana. Habíamos visto esa imagen cientos de veces en fotografía, pero el estar allí en vivo era infinitamente mejor. Ya se que es lo que suele ocurrir cuando visitas un sitio nuevo (y nos ocurre casi siempre), pero de verdad, Eslovenia nos ha dejado huella. Este pequeño país es una preciosidad. Continuamos dando un paseo por una de los márgenes del Río Ljubljanica hasta llegar a la Catedral de San Nicolás, y muy cerquita, como casi todo, el famoso mercado de Plecnik, un edificio monumental que va desde los Tres Puentes hasta el Puente de los Dragones, de hormigón y hierro. Ahí toco las fotos de rigor junto a uno de los cuatro dragones que guardan la entrada al mismo. Este puente es uno de los monumentos más característicos de la ciudad. En la calle que transcurre paralela al río, y bajo la colina del Castillo está el Ayuntamiento, un bonito edificio culminado con una espectacular torre del reloj, y la fuente de Robba.



El resto de la tarde se nos fue gastando en callejear , recorriendo la Plaza del Congreso, con la Universidad de Ljubljana y el Palacio de la Filarmónica, disfrutando de las curiosas esculturas que adornan puentes y calles en Ljubljana, perdiéndonos en el ambientazo que se vivía en sus calles y contemplando el ir y venir de barcas por el río. Y por supuesto, atendiendo a razones más terrenales, como la de encontrar un buen restaurante donde dar satisfacción a nuestro paladar. Y que mejor sitio que una mesa iluminada por la tenue luz de una vela, en una de las muchas terrazas que bordean la orilla del Río Ljubljanica, con privilegiadas vistas de los Tres Puentes, la Iglesia Franciscana y a los pies del Castillo, en una preciosa y estrellada noche de verano ¿Podría haber algo mejor? Pues si, una cena amenizada con violines y una estupenda cocina. De entrada una sorprendente “HOBOTNICA V SOLATI“ (ensalada de pulpo) y como platos principales un “SIROVI sTRUKLJI” (una especie de rollos de pasta rellenos con un queso ligeramente agrio), una especialidad eslovena realmente buena por la que se decantó Ceci, y para mi un “TELEcJi FILE PO sTAJERSKO” (un jugoso y abundante solomillo asado a la estiriana con mantequilla a las finas hierbas ), también propia de la cocina eslovena. Para rematar un postre propio, la tarta “GIBANICA”, una especie de milhojas rellena de semillas de amapola, queso fresco, manzana y nueces. Vamos..una bomba para nuestros ya lastrados estómagos. Y toda la cena bien regadita con un suave vino tinto esloveno, como debe ser. Y es que la gastronomía eslovena es muy rica y variada. Ha sabido tomar prestada todas las influencias de los pueblos que han pasado por su territorio y adaptarla a su estilo propio.



En resumen diré que nos hemos llevado un recuerdo imborrable de Ljubljana. En un principio nos la imaginábamos algo distinta, sobre todo habiendo pertenecido durante cincuenta años a la exRepública  Yugoslava, pero una vez allí podíamos pensar que estábamos en cualquier ciudad centroeuropea. Se parece a Viena (herencia del imperio austriaco), tiene algo de medieval de Praga, rincones casi calcados a Salzburgo. Aunque en honor a la verdad, y a pesar de los parecidos, Ljubljana ni se la puede situar en Los Balcanes, ni en Centro Europa. Tiene su propia personalidad. Al día siguiente veríamos que nos deparaba la Costa Adriática Eslovena.


Un Placer contemplar el Río Ljubljanica desde una de las numerosas terrazas


La Catedral de San Nicolás con el Castillo de Ljubljana en lo alto


La plaza Preseren con los Tres Puentes de piedra


Otra vista de la Plaza Preseren


SIROVI sTRUKLJI”, rollos de pasta rellenos con un queso ligeramente agrio


TELEcJi FILE PO sTAJERSKO”, solomillo asado a la estiriana con mantequilla a las finas hierbas


Diversas esculturas están repartidas a lo largo de la ciudad


 Caminando hacia nuestro hotel, bajo la ténue luz de los faroles que iluminan Ljubljana

6 comentarios :

TODO MUY HERMOSO, FELICITO A LOS ESLOVENOS POR TENER UN PAIS ASI!!!! ESTUVIMOS CON MI ESPOSO, QUE ES ESLOVENO,( CELJE)EN SEPTIMBRE DEL 2009. SOMOS DE ARGENTINA.

Hermoso el país de mis abuelos y mis padres!!!!!ojala pueda conocerlo personalmente algun dia, (Norma Fatur) Argentina Diciembre de 2010

Desde luego que si, Nelida. Es un país hermosísimo. Es increible que tenga tantas cosas bellas y tan diferentes en tan poco espacio. Un abrazo a todos los hermanos argentinos desde España.

La pena que nos dió, Norma, es que se nos quedó muy corta la visita. Dos días y medio no nos dió de si. Próximamente publicaré nuestra experiencia por la costa adriática, una auténtica preciosidad, pero nos quedó todo el norte del país (como Bled), las cuevas de Skocjanske, la iglesia de Trojica, el castillo de Predjama, etc.. Así que vamos a volver seguro a Eslovenia. Y no veas lo bien que se come y que bien nos han atendido. Si alguna vez puedes no dudes en visitar la tierra de tus padres y abuelos. Muchas gracias por el comentario. Os lo agradezco.

JO ! Qué casualidad que dentro de una semana me voy a Padua con una amiga y pensábamos ir a Liubliana. No teníamos nada claro el transporte porque el tren de Venecia-Liubliana tiene un horario malísimo (llegas a la 1:40 de la noche) y al final nos decidimos por alquilar un coche... así que viendo tu comentario ya me queda claro el tema de la viñeta y, quizá nos llevemos un patinete o algo así para amenizar el peaje de Trieste si se tercia... !!!

Bueno...en el mes de marzo, a diferencia de agosto, no creo que os encontréis con ninguna retención. El trayecto de Padua a Ljubljana por autopista es rápido y muy cómodo.

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