miércoles, 9 de junio de 2010

Ajaccio. Crucero Msc Lírica

Cuando pensábamos en Córcega, lo primero que nos venía a la cabeza era, a parte de la isla donde nació Napoleón y de su perfil extremadamente montañoso, la visión de unos rudos habitantes y celosos defensores de su libertad, bastante alejados de los tópicos y arquetipos franceses. Lo que sería equivalente al tebeo de Goscinny-Uderzo, pero cambiando la frase de "esos irreductibles galos" por la de "esos irreductibles corsos". Y, aunque en lo de la cuna de Napoleón y sus montañas no estábamos equivocados, en lo otro sin duda si que lo estábamos.



Porque lo que nos encontramos ha sido una pequeña ciudad de lo más agradable y plácida, muy cuidada en todos sus aspectos, orgullosa de sus productos y de su cultura, con unos habitantes de lo más educados y amables. Y encima en un entorno natural privilegiado, entre el amplio Golfo de Ajaccio y las cordilleras montañosas, algunas de las cuales superan los 2700 metros de altitud, y en las que aún unas pocas conservaban sus cumbres nevadas a finales de mayo.


La visita de Ajaccio nos resultó muy agradable. El hecho de estar tan cuidada junto al pequeño tamaño de la misma, convirtió esta escala de viaje en algo muy relajado, sin tortuosos desplazamientos en medios de transporte, a no ser que se quiera ir a las Islas Sanguinarias, y nos permitió pausadas paradas para apreciar los paisajes, los rincones de su pequeño casco histórico, saborear algún que otro "café au lait" en sus numerosas terrazas. Pero lo que si que merecieron unas largas paradas son los comercios de gastronomía autóctona de Córcega. Son una auténtica tentación de colores, variedad y, sobre todo, aromas. Vinos, quesos, licores, patés, hierbas aromáticas y todo tipo de embutidos de cerdo. Unos cerdos alimentados con castañas y que, según dicen, le da cierto picor a los embutidos. Una auténtica tentación.






Y si todo esto no fuera suficiente, Ajaccio dispone de numerosas playas y calas con un agua color turquesa envidiable, para completar la lista de atractivos de esta isla del Mediterráneo. Y nosotros sin el bañador, una lástima y una falta de previsión. De la lista de atractivos vendidos al visitante el número uno es Napoleón. Al fin y al cabo es por uno de los principales motivos por los que Córcega es conocida internacionalmente. Casa museo, estatuas, nombres de calles, muchas cosas recuerdan a su hijo más ilustre, o al menos, el más conocido.




Comenzamos la visita por el puerto, en el que tuvimos la inmensa suerte de coincidir con una regata de veleros de época que se estaba celebrando en esos momentos en Ajaccio. Para los que nos gusta y apreciamos este tipo de embarcaciones fue un privilegio del que salimos encantados. En seguida, continuando por la ribera del puerto, llegamos a la ciudadela de Ajaccio. Sólo es visitable los meses de verano porque aún, hoy en día, continua siendo terreno militar de la armada francesa. De todas formas pudimos disfrutar de unas preciosas vistas del golfo, de sus aguas turquesas y de la playa que empieza a los pies de la misma, con un gran gentío, la mayoría procedente del Aida Bella ya que les delataba la uniformidad de sus tollas, bañándose y pasando una tranquila escala playera. Recorrimos todo el paseo al borde del mar por el bulevar Pascal Rossini, para luego desandar nuestros pasos y encima del pequeño casino de Ajaccio visitar la Place De Gaulle, presidida por una estatua ecuestre de Napoleón. Como el calor apretaba aquel día nos sentamos en una de las numerosas terrazas para contemplar la vida cotidiana corsa y meternos después de lleno a explorar el casco antiguo. En él, y cerca de la ciudadela, visitamos la Catedral de Ajaccio, muy discreta en tamaño o espectacularidad, La casa-museo de Napoleón y la iglesia de San Erasmo, patrón de los pescadores, con maquetas de barcos colgando y adornando sus paredes y sin ningún tipo de aliciente más. Los edificios de viviendas del casco antiguo, muy bien conservados como casi todo en Ajaccio, nos recordaron ciertos aires italianos y nos permitieron unos paseos muy agradable. En la larga rue du Cardinal Fesch es donde se aglutinan un buen número de comercios de recuerdos, artesanía y productos típicos, a la que llegamos después de recorrer la comercial Cours Napoleón. Al final desemboca en la animadísima Place Foch, con sus terrazas,bares y con una bonita fuente de Napoleón, como no, donde también se podía subir al trenecito turístico y abierta al golfo de Ajaccio. Un rincón muy agradable.





 En resumen, una visita en la que nadie espere encontrarse con edificaciones y monumentos espectaculares, pero que a nosotros nos ha gustado muchísimo, por lo bien conservada, lo abarcable y tranquila que es para una jornada relajada en puerto, la amabilidad de sus gentes y la belleza del entorno que la rodea. Y por lo que hemos podido averiguar el resto de la isla parece ser más bonito. Quizás sea el momento de planear una escapada más adelante en avión y alquilar un coche para recorrerla de cabo a rabo y ampliar esta primera toma de contacto con esta isla distinta.





Y así fue concluyendo el tiempo de que disponíamos, y el reloj marcaba que debíamos embarcar en el Lírica, para después zarpar en una bonita salida de puerto a través del golfo y con Ajaccio como telón de fondo, para posteriormente realizar el Lírica una pequeña navegación costera hasta las Islas sanguinarias en un inolvidable atardecer.


       Zarpando de Ajaccio con las cordilleras montañosas nevadas en segundo plano


Comercio de productos típicos
                  

       Escultura de Napoleón romano en la Place Foch
                                  

                                                          Vista del casco antiguo de Ajaccio

                                 
                       Las islas sanguinarias. Su nombre se debe a los rojizos atardeceres que ofrece
                

2 comentarios :

Corcega es un destino futuro,sin dudas. La isla de la belleza!

Merece una semanita recorriendo la isla en coche de alquiler.....sería un bonito viaje sin duda

Publicar un comentario